Sanllehí y Torrecilla, no va más en el mercado del Real Zaragoza

Ambos volvieron a acompañar in situ al equipo este fin de semana en Canarias mientras tratan de cerrar la plantilla.

El regreso ayer de Las Palmas marca un antes y un después de la velocidad de las operaciones.
El regreso ayer de Las Palmas marca un antes y un después de la velocidad de las operaciones.
Francis González/LOF

Miguel Torrecilla, el director deportivo del Real Zaragoza, viajó dentro de la expedición a Las Palmas de principio a fin. De viernes a domingo ha estado pegado al minuto a minuto de la plantilla y del cuerpo técnico, en el importante inicio de temporada en el estadio de Gran Canaria. Y el director general, Raúl Sanllehí, se incorporó el sábado a primera hora de la tarde al equipo, llegó justo para comer y estar en el palco del campo insular.

Ambos regresaron ayer en el vuelo que aterrizó en Barajas a las 13.30 y, mientras el grupo deportivo culminaba el largo desplazamiento en el autobús del club desde el aeropuerto de Madrid hasta Zaragoza (llegaron cerca de las 18.00 a la Ciudad Deportiva), Sanllehí y Torrecilla se subían a un coche para moverse en la privacidad de su rol de ejecutivos y aprovechar la tarde en avanzar, en la medida de lo posible, el cierre de la plantilla 22-23, labor atascada hace días y que hoy lunes inicia su penúltima semana de activación posible.

No va más. El tiempo se acaba. Se aproxima la parte más vertiginosa de esta labor de comprar, vender y cambiar futbolistas en tiempos de ventanas abiertas para ello, según la normativa que rige en todo el mundo y, sobre todo, en las principales ligas europeas y americanas, los nichos de negocio que más interesan a estas alturas del octavo mes del año.

Hace no menos de 25 días que las prisas empezaron a apretar a los dos ejecutivos zaragocistas. Pero están engrilletados por la enorme cantidad de contratos en vigor que se han juntado en el tiempo este verano, como herencia de tratos pretéritos, una treintena larga. Circunstancia que, con un límite financiero muy constreñido por el presente del Real Zaragoza en La Liga (pese al cambio de propiedad, aún restan muchos pasos por dar para poder aumentar el techo salarial de forma notable), les deja poca capacidad de maniobra y de lograr acuerdos con los implicados en el necesario movimiento de salidas del vestuario.

Las posturas de enroque de la inmensa mayoría de los agentes y agencias de representación que tutelan a los futbolistas que fueron instados o sugeridos en mayo –y. después, a la vuelta en julio– a buscarse nuevos clubes de destino han hecho que la asunción de una demora hasta el final del mercado para hallar soluciones se dé por normal e inevitable. Está siendo para los dos un verano duro, árido, de poco lustre y mucha brega en los despachos. Poco agradable de gestionar.

La parálisis, en un proceso que necesitaba de mucha celeridad, es evidente. El último fichaje, de los únicos cuatro consumados, fue el de Molina el 19 de julio. Hace ya casi un mes. No se ha podido mover más ficha en esa dirección en el Real Zaragoza mientras no se aligeren las marchas de jugadores sobrantes o susceptibles de salir de la caseta por motivos técnicos y, especialmente, económicos. El último contrato rescindido fue el secundario de Bikoro, el 28 de julio; y, antes, otro más sustancial, el de Javi Ros, el ya lejano 16 de julio. Son muchos días de imposibilidad para cuajar operaciones perentorias que, desde hoy, sí han de coger velocidad. No queda otra. 

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