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El Real Zaragoza, ante un Mirandés con hechuras de filial

El rival del equipo aragonés en la noche de este lunes en La Romareda cuenta con 15 futbolistas cedidos, todos sub-23 y la mayoría de ellos titulares cada jornada. Pese a ello, los burgaleses son octavos en la tabla. 

Jirka y Víctor García pugnan con Gabriel Fernández en el partido de la primera vuelta jugado en Anduva.
Jirka y Víctor García pugnan con Gabriel Fernández en el partido de la primera vuelta jugado en Anduva.
González Rico/Lof

Visita en la noche de este lunes La Romareda el equipo más sorprendente, singular y cargado de méritos de la Segunda División 20-21. El CD Mirandés es un club histórico, nacido en 1927, que vive en la última década –en dos fases distintas– su cota máxima de éxito, al militar en la categoría de plata de fútbol español, en el ámbito profesional. No es un filial, tiene su propia personalidad, con su vetusto, retocado y reducido estadio de Anduva como baluarte. Pero, por necesidades financieras, por su especial idiosincrasia, por ser el equipo de una población de apenas 35.000 habitantes de la provincia de Burgos, lindante con Álava y próxima a Vitoria (solo dista de ella 30 kilómetros), el presente deportivo lo ha llevado a adquirir un rostro asemejable al de cualquier filial de un equipo de Primera División.

Para componer una plantilla competitiva, que pueda pelear por la permanencia en la serie B de España con un presupuesto bajo y con poca cintura para ampliarlo desde su consejo de administración, su recurso –ya desde el año pasado– es acudir a los préstamos de jugadores desde los equipos de élite. Ello deriva, inevitablemente, en que el perfil de su plantilla es de una juventud extrema dentro de una competición llena de veteranía, con un largo reparto de jugadores experimentados, auténticos dinosaurios del fútbol nacional, treintañeros e, incluso, algún cuarentón ilustre.

Y, en este curso que encara ya su esprint final, este Mirandés, que anda 8º en la clasificación y sigue aspirando a jugar la promoción de ascenso por méritos propios, la estructura deportiva de su vestuario es de récord, un ejemplo a analizar con detenimiento.

Hasta 15 jugadores cedidos tiene el Mirandés en danza semana a semana. Y todos ellos son sub-23. Ninguno rebasa esa cota de edad. Y, además, la mayoría de ellos son titulares a las órdenes de otro entrenador del rango de noveles, José Alberto López, asturiano de 38 años promocionado el año pasado en el Sporting deGijón y que decidió buscarse la vida fuera de casa, en el sitio mejor posible para sus características: Miranda de Ebro.

En el Mirandés que hoy se verá en La Romareda, con rostros aniñados y hechuras juveniles, están jugando habitualmente muchachos llegados desde diversos lugares matrices para juntarse, a modo de amalgama súbita, y desarrollar una temporada magnífica. Son un filial en comandita que compiten con el escudo de un club casi centenario.

Berrocal y Genaro son dos defensas centrales del Sevilla, de 22 años. Vivián es otro zaguero central del Athletic de Bilbao, de 21 años. Víctor Gómez, lateral derecho de 20 años, está cedido por el Espanyol, club que también tiene en depósito en Miranda al medio centro Álex López, de 23 años y al extremo izquierdo marroquí Moha Ezzarfani. El Villarreal le dejó al Mirandés a Iván Martín, un mediapunta de 22 años, a otro centrocampista ofensivo, el senegalés Jackson, de apenas 19 años, y al delantero centro Simón Moreno, de 23.

Además, la Real Sociedad (que disfruta este año en Primera de Merquelanz y Guridi, graduados el año pasado en el Mirandés antes de dar el salto desde el ‘Sanse), prestó en esta ocasión al extremo zurdo franco-argelino Djouahra, de 21 años. El Levante tiene fogueándose a Pablo Martínez, medio centro de 23 años. El Rayo Vallecano, al delantero Sergio Moreno, de 22. De fuera han llegado el goleador Cristo (propiedad del Lazio), de 23. Y el eslovaco Jirka, del Estrella Roja serbio, de 23. Y Schutte, portugués de 22 años del Río Ave.

Así se hace un equipo 200 kilómetros aguas arriba del Ebro. Sin duda, una iniciativa que solo allí –y en muy pocos sitios más, en los que se vive el fútbol con escasa presión social y mediática– es posible plantear y sacar adelante con éxito sin chirridos externos. 

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