Aguirre, el secundario que siempre aporta: genial su taconazo en el 1-2 de Lugo

El extremo zurdo toledano apenas ha sido titular en 3 partidos y en sus cortas 15 apariciones solo suma 418 minutos. Pero su labor en el equipo es siempre útil y merece un reconocimiento.

Momento en el que Aguirre ejecuta el taconazo entre las piernas de su marcador para asistir a Guitián en el 1-2 vencedor del Real Zaragoza en Lugo.
Momento en el que Aguirre ejecuta el taconazo entre las piernas de su marcador para asistir a Guitián en el 1-2 vencedor del Real Zaragoza en Lugo.
Captura de TV Gol/LFP

Diego Aguirre es el secundario más útil del Real Zaragoza en lo que va de liga. Y eso que no ha marcado un solo gol. Ni ha participado demasiado. El extremo zurdo toledano, fichado el pasado verano del Rayo Vallecano, porta en sus credenciales unos números temporales discretos, con solo 3 titularidades en las 25 jornadas transcurridas y apenas 418 minutos sobre el campo. Suplente habitual, a veces le ha tocado la china incluso de quedarse fuera de la convocatoria cuando había demasiado quórum. Pero siempre que ha sido utilizado por los entrenadores, Aguirre ha aportado cosas, ha intentado ser rentable para el grupo allí donde lo han puesto, normalmente como parcheo sobre la marcha o solución de urgencia.

No está siendo fácil la temporada para el '18' zaragocista. Su rol en la plantilla, en cierto modo, se parece al que tuvo el año pasado Alain Oyarzun: extremo izquierdo en un equipo cuyo mandato matriz era el de jugar un 4-4-2 en rombo en medio campo... sin extremos. O sea, abocado al descarrilamiento en gran medida, a pasar un año muy descolocado. Solo jugó desde el inicio los partidos ante el Tenerife (1-1, el día del despido de Idiakez), en Elche (2-0, el estreno fatal de Alcaraz) y ante el Cádiz (0-1, también con Alcaraz). Y ninguno de los tres los acabó. En otros 12, ha salido desde el banquillo, mayormente como tercer cambio, muy a última hora, cubriendo esos minutos de difícil conexión con el ritmo de juego para quien entra tan en frío.

Idiakez lo puso ante los tinerfeños de extremo izquierdo en la segunda línea, algo rezagado, en un 4-4-2 en tres niveles que acabó por cansar al área deportiva, que no veía el rombo solicitado por ningún lado. Alcaraz, en su debut en campo ilicitano, lo ubicó en la extraña posición de ¡delantero!, junto a Pombo, montando un doble vértice atacante anómalo ante las bajas ese día de Álvaro Vázquez y M. Gual, en el que todo el mundo vio que Medina era un fiasco morrocotudo (ni así fue alineado) y donde el joven Raí Nascimento, ahora cedido en el Ibiza, jugó sus únicos minutos en liga este año al final, supliendo precisamente a Aguirre. Y, finalmente, Alcaraz lo utilizó ante el Cádiz como lateral izquierdo, de carrilero, en una de sus defensas de 5 con tres centrales.

Es decir, sus titularidades han sido siempre a martillazos, como invento rebuscado en tiempos de desorientación, de falta de recursos de todo tipo, intentando buscar soluciones insólitas en la chistera de los entrenadores presionados por su situación extrema. Así, obviamente, es muy complicado que cualquier futbolista (o trabajador de cualquier gremio) pueda rendir bien y dar lo mejor de sí mismo. Pero Aguirre lo ha intentado siempre. Jamás ha bajado los brazos. Haya jugado donde haya jugado, en cualquier posición, y le hayan dado los minutos que le hayan dado: uno, cinco, ocho o dieciocho.

En la más reciente época del Real Zaragoza, la mejor de la temporada, con Víctor Fernández al frente del rescate del equipo desde lo más bajo de la tabla, Aguirre ha querido demostrar que no vino al equipo blanquillo a verlas venir. Fernández ha contado con él en su grupo de jugadores útiles. Fue el tercer cambio ante el Extremadura, también en Gijón, días de triunfos por fin. Fue la segunda sustitución ante el Málaga y tuvo media hora, que se ganó en los días previos por su implicación. En el éxito ante el Oviedo de hace 18 días relevó a Lasure cuando cayó lesionado en el lateral zurdo de la zaga. En Las Palmas, el otro día, hizo lo propio al final con Nieto cuando el canterano se acalambró en el último cuarto de hora.

Y, este último sábado en Lugo, Aguirre fue la segunda bala reactivadora de Víctor Fernández en pos del triunfo, tras el 1-1 marcado por Linares. El entrenador le encomendó sustituir a Soro como interior-extremo izquierdo a falta de 21 minutos y el tiempo añadido. Y, como en todas sus últimas aportaciones al grupo, Aguirre cumplió de manera notable, imprimiendo su sello, dejándose notar. Cuando salta al césped, el manchego no es un pasota ni da muestras de desazón. Al contrario. Pide a gritos más atención, más importancia.

En el Anxo Carro de Lugo dejó para la hemeroteca y la videoteca un gesto extraordinario, brillante y rentable para el equipo a más no poder: su asistencia de tacón a Guitián para que el central marcase el 1-2 en el área pequeña de los gallegos. El gran mérito inicial (y así se adjudicó) lo tuvo Linares, volviendo de cabeza el córner sacado por Pombo al segundo palo con efecto. Aguirre peleó con el cuerpo la posición siguiente, seguramente recibiendo un agarrón por detrás susceptible de ser penalti por parte del zaguero del Lugo que lo marcaba. Y, de espaldas a la zona del gol, ladeado y con el adversario subido en su chepa, el toledano sacó repentinamente un recurso de lujo a través de un taconazo diseñado con toda la intención: pasarle el balón entre las piernas al pesado de su marcador y dejarlo muerto a bocajarro para que entrase algún compañero de blanco a rematar el gol. Lo bordó Aguirre. Se merendó al adversario y regaló un gol de oro a Guitián, que era el primero de los colegas que se ubicaban por detrás de su posición respecto de ese balón cabeceado por Linares en primera instancia.

Aguirre, con los demás, celebró ese gol como algo muy importante. Como lo que fue, en definitiva. Pero no solo para el equipo. En este caso, y dándole la vuelta al orden de prevalencias habitual en el mundo del fútbol, el que más réditos morales y anímicos obtuvo de esa jugada fue Diego Aguirre. Solo le faltó gritar, como Míchel ante Corea del Sur en el Mundial de Italia 94, un sonoro "me lo merezco". La figura del menudo jugador de Toledo encarna la necesidad, en cualquier plantilla, de tener jugadores implicados, en máxima tensión competitiva, a pesar de que su caminar en la temporada no responda a las expectativas que ellos pudieran tener al inicio del curso. Un ejemplo para el resto.

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