Soro enciende la luz del Real Zaragoza

El joven ejeano iluminó la reacción aragonesa en Majadahonda y alumbra un nuevo futuro para el equipo de Víctor Fernández

Alberto Soro arma la pierna izquierda para anotar el primer gol del Zaragoza.
Alberto Soro arma la pierna izquierda para anotar el primer gol del Zaragoza.
Enrique Cidoncha

Alberto Soro Álvarez. Quédense con este nombre. Ejeano, como Zapater. De la fantástica generación del 99 de la Ciudad Deportiva, como Enrique Clemente. Soro, símbolo de tantas cosas en el fútbol de formación zaragocista. Ayer, el zagal demostró que hay pelotero, que hay esperanza. Ayer, desde luego, él fue la esperanza encarnada en realidad en este nuevo Zaragoza de Víctor Fernández. Porque el equipo del león rampante quiso la pelota, ejerció un mayor y más intenso dominio territorial; pero su timidez en las dos áreas le condenaba a una derrota segura en Majadahonda. Así habría sido si no hubiera aparecido Soro, lo mejor (y lo único...) en ataque de un Zaragoza que quiere siempre y solo puede algunas veces. Por ejemplo, cuando aparece, como ayer, Soro.

Siempre ha dado que hablar Soro. No me refiero a él, sino a su fútbol. Muchacho talentoso, con fútbol. Y con gol. Este año no se cortó ni un pelo (nunca se ha cortado...) y se pilló la camiseta con el número 29. ¿Les suena? Sí, la de Cani en el ascenso de 2003. Y como Cani, también metió un golito en el Carlos Tartiere. Jugó poco más con Idiakez, y menos aún con Alcaraz. A Víctor le gustaba, pero no compareció ni ante el Extremadura ni ante el Sporting. Apareció por primera vez en esta etapa el pasado domingo ante el Málaga sustituyendo a Raúl Guti. Firmó una notable segunda parte Soro. Ayer confirmó todo lo bueno que se le suponía. Él apadrinó el remonte en la gélida tarde en el Cerro del Espino.

Un punto y mucha convicción nos trajo Soro, elemento desestabilizador de un Real Zaragoza con mucho más balón que peligro real. Dominaba y dominaba el cuadro aragonés, pero carecía de verticalidad, de velocidad. Iniciativa estéril agravada por la laxitud evidenciada en las dos áreas. Por eso se adelantó y pareció sentenciar el Rayo Majadahonda. He dicho pareció...

Con todo en contra, pidió la vez Soro. Ya había avisado con un cabezazo al palo en el primer acto. Con 2-0 y el partido casi ventilado, un control orientado con la derecha y una finalización de lujo con la izquierda hicieron subir el 2-1 al marcador. Luego llegó Eguaras para marcar en el rechace del rechace y establecer el 2-2 definitivo.

Así, después de encajar primero en los últimos cuatro encuentros consecutivos, el Real Zaragoza proclama que está muy vivo. Que con el balón, aunque no emocione, desde luego está dispuesto a competir. A pelear, a rascar, aunque como ayer tuviera todo perdido. O casi todo... Hasta que llegó el chaval Alberto Soro y encendió la luz. La luz que iluminó un punto entre el frió de Majadahonda. La luz que alumbrará el nuevo Zaragoza de Víctor Fernández.

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