Y en Gijón, un 4-1-4-1... Fernández no usa el rombo

El Real Zaragoza ha resucitado con Víctor con dos victorias alejadas del sistema de cabecera defendido por Lalo Arantegui con Idiakez y Alcaraz anteriormente.

Gual inicia una contra, con Guti acompañándole como centrocampista/extremo derecho, en la primera parte del partido de Gijón este sábado.
Y en Gijón, un 4-1-4-1... Fernández no usa el rombo
Arnaldo García

Cristian Álvarez en la portería. Cuatro defensas al modo clásico: Delmás, lateral derecho; Lasure, lateral izquierdo; Guitián y Álex Muñoz, centrales. Un medio centro por delante haciendo de enlace: Eguaras. Cuatro centrocampistas en segunda línea de ataque: Raúl Guti pegado a la banda derecha; Pombo partiendo desde la cal izquierda; Javi Ros e Igbekeme en los carriles centrales; y un punta de referencia: Gual.

Esta fue la alineación y la disposición táctica de partida de Víctor Fernández en el partido de El Molinón ante el Sporting de Gijón, que supuso la segunda victoria encadenada en los dos duelos que ha dirigido el que es tercer entrenador de la temporada en el Real Zaragoza. Un 4-1-4-1 muy nítido en la mayor parte del partido. Hasta las sustituciones posteriores en la segunda mitad respondieron al 'pieza por pieza', sin significar alteraciones mayores en la pizarra.

Fue, seguramente, la consecuencia de la elección de última hora de Víctor Fernández de recuperar a Eguaras para la titularidad. Sabido es que el pivote navarro gusta de jugar solo por delante de los centrales, sin compañía alineada a su altura en la línea medular. Y así lo ven los entrenadores mayormente, visto su rendimiento menor cuando se ubica en un doble pivote o en mecanismos donde su capacidad de movimientos es coartada por alguien demasiado cerca de él. También fue una solución derivada de la baja de Álvaro Vázquez, el '9' estrella de la plantilla de este año, que cayó lesionado antes de la Nochevieja al regreso del parón navideño. Con esa ausencia, Gual, el otro delantero cedido que tiene el Real Zaragoza con prevalencia para estar cada día en los onces iniciales, se quedó solo y Víctor aprovechó para reparar el sistema por detrás: en realidad la solución fue meter a Eguaras por Vázquez, un huevo y una castaña por su nulo parecido futbolístico, pero que le permitía al veterano preparador aragonés proponer este diseño sobre el césped (el 4-1-4-1) que podía ser muy útil ante un rival como el Sporting en su estadio... como así acabó sucediendo.

La cosa es que Víctor Fernández ha firmado dos victorias en su regreso al mando del equipo, ambas balsámicas y vitales para empezar a salir de la grave crisis clasificatoria que acuciaba al equipo, y en ninguna de ellas ha apostado por el famoso, manido y cansino rombo con el que Lalo Arantegui, el director deportivo del Real Zaragoza, apabulló interna y exteriormente a los dos anteriores entrenadores, Imanol Idiakez y Lucas Alcaraz. "El equipo, esta plantilla, está confeccionada para jugar de determinada manera", llegó a asegurar públicamente el ejecutivo en la recepción a Alcaraz, marcando el camino con sendero luminoso, al igual que había sucedido con Idiakez desde el verano y que generó chispazos de primer orden con el vasco cuando éste se saltó esa premisa varios días con un 4-3-3 que no gustó en la sala de máquinas del área deportiva en su día.

Fernández ya avisó hace 15 días, en su puesta de largo, que el rombo le preocupaba muy poco; que los sistemas de juego, a él, a estas alturas de su carrera, le parecen asunto superfluo. Que lo suyo es implantar un estilo, un modo de entender el juego con el balón, no componer onces iniciales con arreglo a que determinados jugadores han de jugar siempre y en lugares concretos, con mandatos clausulares que aconsejan determinadas presencias o ausencias, tanto en el equipo como en las propias convocatorias... ese tipo de cuestiones que, por la gestión propia del equipo, habían sido buena parte del origen de la depresión del grupo en un trimestre negro, de octubre a diciembre.

Ante el Extremadura, su primera alineación respondió a un sistema asimétrico, muy móvil, asemejable a un 4-3-1-2 en ataque, a un 4-2-3-1 en el momento en el que se perdía el balón e, incluso, a un 4-5-1 cuando tocó defender durante algún rato más largo ante los extremeños. Ahí sí estaba Álvaro Vázquez y no contó con Eguaras. Pero, en ningún caso, a Fernández se le ocurrió lo del rombo. Y este sábado en Gijón, al zaragozano le ocurrió lo mismo: el rombo, para las películas toleradas a mayores de 14 años, no para jugar al fútbol de manera encorsetada y por decreto ley.

Y, visto lo visto, hay vida más allá del rombo en la manera de mezclar las piezas que hay en el vestuario. Solo es cuestión de que un entrenador con galones, como Víctor Fernández, pueda hacer de entrenador como en los tiempos pretéritos. Viendo, evaluando y decidiendo día a día qué hacer y con quién hacerlo. En el despacho-vestuario del entrenador. A solas, con su ayudante, Loreto. Si fuese posible manejar la plantilla como hace un par de décadas, sin cortapisas ni premisas, es probable que Fernández prosiguiera en lo sucesivo introduciendo novedades llamativas, derivando todas del meritaje de los futbolistas en los entrenamientos, método de justicia que tanto bien hacía a los vestuarios. Eso queda por ver. Por ahora, lo primordial, lo básico, que era ganar, sumar de 3 en 3, ya ha llegado al Real Zaragoza de la mano de Víctor y su modo de actuar y de transmitir señales. Cosas que no son buenas por sí solas -que también-, sino que elevan la confianza del grupo de jugadores porque vienen a romper con gestos nocivos que estaban vigentes en el día a día hasta la llegada de Fernández, cuyo aterrizaje conlleva muchos efectos positivos colaterales en el apartado de gestión.

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