"Cuando La Romareda y el equipo van de la mano, es un plus que no tiene nadie"

Víctor Fernández reflexiona sobre su regreso al Real Zaragoza, la razones de su vuelta, sus primeros pasos con el equipo y la exigencia inherente a la dimensión del club

Víctor Fernández, en la sesión de fotografías previa a la entrevista
Víctor Fernández, en la sesión de fotografías previa a la entrevista
Raquel Labodía

¿Qué hacía Víctor Fernández el día que el Zaragoza vuelve a llamarle a la puerta?

Estaba en Galicia, tranquilo, donde paso buena parte del año. La llamada me generó cierto nerviosismo. Cuando me llega ese ruido de lo que puede acontecer, me altero. Tras el partido contra el Deportivo, ya me comentan directamente si me veo con energía e ilusión para el reto. Y la decisión de volver, la tomo más con el corazón que con la cabeza. No podía negarme. A partir de ahí, todo entra en un ritmo frenético, agobiante y estresante.

¿Llega uno a dejar de pensar ya como un entrenador y a verse fuera de la rueda de técnicos? El fútbol ha cambiado mucho en muy poco tiempo: nuevas metodologías, sistemas de preparación, enfoques tácticos, modelos de juego….

No. He estado tres años sin entrenar, pero siempre procurando estar a la última. Siempre me he considerado un entrenador bastante innovador. He estado en cursos de actualización para trabajar fuera de España. El gusanillo siempre lo he tenido. Mire, cuando me llama el presidente del Real Madrid para ofrecerme la dirección de la cantera unas semanas después de entrenar en Primera al Deportivo, tuve algunas dudas, pero era el Madrid. Acepté, asumiendo que renunciaba a los banquillos. Pude pensar que ese ciclo profesional se cerraba. Cuando acabo aquel contrato, recibí llamadas para entrenar, pero con la edad o mi situación personal no me satisfacían.

Entonces, ¿a Víctor el único banquillo que le podía ahora llenar era el del Zaragoza?

Pero es que se han juntado que la vocación de entrenador no la voy a perder nunca aun no estando activo y que te llama tu equipo, al que he entrenado, pero del que sobre todo soy aficionado desde pequeño. No podía renunciar cuando ese club te llama en una situación tan delicada.

¿Ha influido en esta decisión alguna cuenta pendiente de su última etapa, quitarse aquella espina de su salida? Usted fue una parte relevante en los albores de aquel proyecto fallido de Agapito Iglesias y ahora, al fin y al cabo, el Zaragoza son las cenizas de aquello.

No, para nada. Quienes me echaron, y esas dos personas lo saben, saben que les dije en aquel momento que estaban cometiendo el error más grave de la historia del Real Zaragoza. Sabía que pasaría lo que sucedió. Había metido al equipo en Europa después de nueve o diez temporadas. Y ese segundo año, aun con todas aquellas expectativas, faltaba toda la segunda vuelta. Estoy convencido de que hubiéramos acabado otra vez en Europa. Fue una decisión nefasta. No lo digo solo como profesional. Teniendo la información que tenía, sabía que podía tener unas consecuencias muy malas. Pero nunca jamás he pensado en aquello. No hay relación alguna con mi decisión de ahora. Dejé al equipo salvado y no me dejaron volver a Europa.

¿Sigue percibiendo estos días en la calle que, en Zaragoza, Víctor Fernández sigue siendo Víctor Fernández?

Influyen varios aspectos en eso. Era un crío cuando el Zaragoza me dio la oportunidad de entrenar al equipo de mi ciudad y la aproveché. Me tocó vivir la etapa más brillante, posiblemente, de la historia del club, por los logros y el juego desplegado. También soy aragonés, zaragocista, son mis raíces, y eso me ha permitido crear unos vínculos con la afición que otro técnico no tiene. Al ser de aquí, tengo la ventaja de conocer a la gente, su mentalidad, sus gustos… Pero, al final, consiste más en ser profesional. Si no, da igual que seas de Zaragoza o de Jerez.

¿Y a nivel de vestuario, con tanto canterano, ha detectado ese ‘respeto’ por ser quien es?

Puedo quizá ser un referente, pero todo vestuario se configura con una naturaleza profesional. Todos son profesionales y quieren al Zaragoza arriba. Esa baza de canteranos contribuye a aumentar la identificación, más cariño y comprensión. Eso ayuda. Pero yo solo soy un elemento más que ha venido a colaborar. Que yo pueda o no ser un referente es una simple anécdota.

Del partido contra el Extremadura, destacó los valores que se recuperaron. Pero, ¿qué no le gustó?

Hay cosas mejorables. Nos faltó puntería y eso nos obligó a ir contracorriente. Quizá en alguna fase tuvimos pérdidas de balón que debemos corregir… Pero el nivel fue alto, constante y regular en unas circunstancias muy difíciles. Me quedo con que tuvimos coraje y determinación para insistir en una forma de juego.

¿Ya tiene un diagnóstico más preciso de los problemas del Zaragoza y sus vías de solución?

La fotografía del equipo en los primeros días de trabajo era la de un grupo aturdido, desorientado y apesadumbrado porque no le salían las cosas. Había creadas unas expectativas muy altas, y ahora todo eran dudas y desconfianza, por los malos resultados, los cambios de entrenador y formas de trabajar, el tejido relacional… Hemos intentado romper esa dinámica a través del juego. El análisis debía incidir en eso: en encontrar las claves de juego que nos permitieran un mejor funcionamiento colectivo, dándole a cada jugador los espacios adecuados desde los que poder tener su libertad creativa y demostrar así todo lo que tienen, que, en el caso de los futbolistas del Zaragoza, es mucho más de lo exhibido.

¿Hay algo que le haya sorprendido?

La madurez con la que competimos frente al Extremadura. Cuando los equipos se desarman y dejan de funcionar desde el punto de vista colectivo, el pase sirve para que se junte y todo fluya de forma más natural. Entiendo que era necesario poner en el campo a muchos jugadores cuidadosos con la pelota, combinando, ocupando diferentes alturas el campo, poniéndolos en los espacios en los que mejor se puede expresar… En ese sentido, a los jugadores les encantó la idea. Pero había un interrogante: cómo se competiría. Y lo hicimos bien, perdiendo, empatando y ganando. Podía intuirlo, pero con 25.000 personas no es tan sencillo hacerlo.

Siempre ha apostado por un perfil muy concreto de futbolista. ¿Ha encontrado en esta plantilla esos mimbres? ¿Hay talento para adaptarse a su discurso?

El equipo no es para ofrecer el rendimiento tan bajo y para una clasificación tan pésima. Eso me da tranquilidad. Estos jugadores deberían ofrecer más momentos buenos.

¿Cuánto tiempo cree que le va a llevar a reconstruir esa identidad perdida, volver a tener un estilo de juego reconocible?

Para eso necesitamos seguir moviéndonos desde la ambición y desde la humildad. Tenemos que ser valientes y estar cerca del área. No ganaremos siempre, porque ya digo que será un proceso largo y costoso, pero debemos transmitir siempre que estamos cerca de la victoria. Lo más importante aquí es el estilo. El posicionamiento, el dibujo, es secundario.

De hecho, del partido contra el Extremadura, se han escuchado y leído diferentes sistemas tácticos… No hay una unanimidad en ese análisis.

Eso es bueno, creo. Pienso que hubo jugadores a diferentes alturas y hubo una multiplicación importante de funciones. Hubo futbolistas muy ofensivos que estuvieron entre los que más corrieron. Y otros que nos ayudaron a llegar con más gente a zona de remate. Eso es fundamental.

¿En qué medida la evolución del equipo la pueden marcar las figuras -claves en el rombo de Natxo González- de Eguaras y Papunashvili, dos futbolistas lastrados por los problemas físicos durante la temporada?

En el estilo que queremos imponer, Eguaras nos dará una distinción. Ve el fútbol muy rápido, necesita pocos toques… Ese tipo de mediocentro para mí es fundamental. Estoy muy ilusionado con su vuelta. Si tiene salud, él es un futbolista para potenciar el modelo. Y Papu me encanta. Dentro del orden tiene esa explosión y anarquía que marca diferencias. Si usa esa libertad y finaliza las acciones gracias a su golpeo, es determinante. Otro jugador que puede sumar mucho. Tanto él como Eguaras son futbolistas para mi idea de equipo.

¿Cómo ha sintonizado con el director deportivo Lalo Arantegui y su proyecto?

Ser director deportivo en las condiciones actuales del Real Zaragoza no resulta ni cómodo ni sencillo. Si es un cargo en el que siempre estás expuesto al error, hay circunstancias que tampoco ayudan. Lalo es un chico de aquí, de la tierra, por lo que su intención de que las cosas salgan bien es mayor que la que pueda tener otro. Y creo que tiene muy buen gusto futbolístico. Ha estructurado una plantilla con una mayoría de jugadores de buen pie. Puede que haya factores que justifiquen lo que ha ocurrido este año: lesiones, cambios de entrenadores de perfiles diferentes… No entro en eso. Me identifico con él, porque está cerca de mi equipo y cuanto mejor le vaya, mejor para el Zaragoza. Creo que los análisis hay que dejarlos para junio.

¿Cree que no se ha tenido la suficiente estabilidad en este aspecto en estos seis cursos en Segunda División?

Lo importante es tener un plan. Un proyecto sólido y configurado por todos. Pero no es sencillo en esta categoría porque es muy complicada.

¿Tiene la impresión de que el primer paso para que el Zaragoza escape de Segunda es, no reconocer qué fue o qué quiere ser, sino reconocer lo que es ahora?

Sí. Hay una realidad actual que es muy dura. Está en Segunda y está lejos de su deseo. Hay que ser conscientes de los que somos. Pero, aunque esta sea su realidad, lo que hemos sido también debemos utilizarlo. Zaragoza como ciudad y el Zaragoza como club debe ejercer un efecto imán para traer futbolistas, por ejemplo. También creo que los criterios que hay ahora en la Liga son injustos para una entidad como el Zaragoza, con más pinchazos de televisión que nadie en Segunda, por ejemplo.

¿No es peligroso cuando la exigencia se desborda y se despega del suelo que se pisa? Al fin y al cabo, el Zaragoza lleva seis años con un problema que no es más que una crisis constante de expectativas cada vez más complicadas de cumplir.

Pero está bien que se nos exija lo máximo. Quien no acepte o no esté preparado, no sirve para estar en el Zaragoza. Afortunada o lamentablemente, siempre ha sido así y será. Cuando La Romareda y el equipo van de la mano, es un plus añadido que no tienen otros. También puede volverse en tu contra. Tenemos que vivir con ello, porque hemos sido siempre así, y somos así. Es cuestión de saberlo canalizar. Sabemos nuestra realidad, hay que ser inteligentes y conocer dónde estamos, pero sin olvidar qué queremos ser y de dónde venimos. Porque eso es lo que debe ayudarnos también a ejercer atracción con determinadas empresas, conseguir una voluntad social y política… El Zaragoza tiene que ser una labor de todos. No es acertar con un presidente, con un director deportivo, con un entrenador o con un fichaje…. Debe ser un plan de todos.

Decía hace un rato que nunca ha perdido la vocación de entrenar. Ahora vuelve a los banquillos. ¿Qué broche le falta a su carrera?

Lo único que echo en falta es ser campeón de Liga.

¿Devolver, por fin, al Zaragoza a Primera significaría un logro mayor que ese?

No lo pienso. Ni lo he soñado. Ni pensaba en volver a entrenar a este equipo. En su día, me dio por decir incluso que regresaría como director general o presidente, y mira cómo he aterrizado, de cabeza, en un vuelo sin motor. Como es algo que no me he planteado nunca, no tengo atadura alguna que no sea ayudar desinteresadamente y dar alegrías a esta afición que tanto sufre. No quiero hipotecas para nadie, ni premios, ni primas, ni pactos, ni contratos, para que el Zaragoza pueda diseñar su plan. Un plan, como he dicho antes, entre todos.

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