Zapater, Pombo, detalles de la reparación que ha de venir con Víctor Fernández

El buen partido del Real Zaragoza contra el Extremadura, su vital triunfo y los síntomas positivos de recuperación de valores dejan un poso de esperanza justo a tiempo.

Pombo, en llanto por la emoción de la victoria, se apoya en Lasure a la conclusión del partido ante el Extremadura.
Zapater, Pombo, detalles de la reparación que ha de venir con Víctor Fernández
Toni Galán

Por fin algo cambió para el lado bueno tras un partido en La Romareda. El notable partido de este sábado del Real Zaragoza contra el Extremadura, su vital triunfo cuando más apretaba la clasificación en la recta final de la primera vuelta y los síntomas positivos de recuperación de valores que se vieron dentro y fuera del campo dejan un poso de esperanza a todo el zaragocismo justo a tiempo. No tuvo nada que ver lo vivido, respirado e intuido este fin de semana prenavideño en la cita de más de 23.000 seguidores blanquillos en el estadio con lo ocurrido en las muchas semanas de decepciones y preocupaciones crecientes que han derivado, entre otras cosas, en que Víctor Fernández se estrenase este 22 de diciembre de 2018 como tercer entrenador de la temporada en curso en busca de una reparación obligada para evitar males mayores de aquí a junio.

Fueron muchos los detalles, los matices, que hicieron sentir bien a los zaragocistas durante el choque ante los de Almendralejo. Y también los que dejaron, al final, un paladar agradable, un retrogusto que anima a creer que, pese a que el punto de partida de Víctor en su tarea es complicado por la ausencia de puntos cuando la primera vuelta está ya a solo 2 partidos de concluir (solo acumula 19 el Real Zaragoza, gracias a su épica victoria), es posible confiar en una rehabilitación de las cosas que derive en que, como mínimo y como mandamiento supremo, se pueda alcanzar el final de la temporada sin sobresaltos y con el futuro asegurado. 

El Real Zaragoza, en lo colectivo, mostró siempre un talante ambicioso. Muchos futbolistas, casi todos, mostraron una conducta diferente a la vista anteriormente, en semanas recientes. Hubo afán ofensivo, valentía en los encares, solidaridad en las combinaciones, recursos diferentes en momentos de complicaciones. Se vio un mecanismo de equipo. Hubo empatía entre suplentes y titulares, el partido se vivió en el banquillo con una calidez propia de quien se juega cosas importantes en el césped. Inputs positivos a todas caras. Esto, en un primer día de clase con maestro nuevo, es siempre algo a analizar y valorar en su justa medida.

Y en el apartado individual, al margen de las evaluaciones concretas que puedan hacerse de la actuación de cada futbolista blanquillo, el amplio panorama de las dos horas de partido dejó un par de hechos que, por sí solos, evidenciaron el valor del revulsivo que ha podido significar, en apenas 72 horas de trabajo, la llegada de Víctor Fernández para romper con el feo statu quo anterior que tenía al Real Zaragoza ubicado en una peligrosa depresión global. Uno, lo protagonizó Zapater. El otro, Pombo.

El caso de Zapater tuvo lugar durante el partido, en el minuto 57, nada más conseguir Pombo el 1-1 e iniciar así la remontada que luego confirmaría el nuevo gol de Papunashvili 20 minutos más tarde. En plena celebración, Víctor decidió ejecutar el primer cambio: quitar al capitán ejeano, en este partido lateral derecho, y darle el relevo por Delmás en busca de oxígeno y más desborde por fuera a través de aquella banda. Cuando Zapa vio su número en la tablilla electrónica, surgió el impactante detalle: corrió al esprint, como un velocista, desde el otro lado del campo. Se quitó el brazalete con la cuatribarrada, se lo dio a Ros sin apenas pararse y en 5 segundos y medio estaba en la banda dándole el testigo a Delmás. Fue uno de esos gestos que contagian, que emiten señales de máxima responsabilidad y de saber estar de los jugadores, por encima de egos y asuntos particularistas.

Lo de Pombo ocurrió una vez finalizado el partido, en el inicio de la celebración del éxito tras ganar por 2-1 al Extremadura, lo que suponía la segunda victoria como locales en lo que va de año. En el momento en el que el árbitro pitó la conclusión, el canterano rompió a llorar desconsoladamente. Liberó toda su emoción en un llanto imparable. Hubo abrazos con el resto de los colegas, pero la emoción embargó a Pombo de tal manera que soltó toda su adrenalina, sus endorfinas, acumuladas durante varias semanas de padecimientos personales de alto rango dentro del día a día del club. Lasure, su viejo amigo de vivencias (como otros del equipo) lo abrazó con fuerza y le dio su hombro cómplice para que compartiera con él ese hondo sentir. Así se fueron los dos, ovacionados, por el túnel de vestuarios camino de la caseta.

Son dos pinceladas de lo que, en cuanto a felicidad y liberación, supuso para el Real Zaragoza y, por extensión, para todos sus componentes de dentro y fuera del campo, esta balsámica y dulce victoria ante los extremeños en unas fechas donde la sensibilidad, además, aflora con mayor facilidad. Y Víctor Fernández, en la sala de prensa, también observó estas bonitas cuestiones, además de sugerir que hubo otras más en la privacidad del vestuario que apuntalan la creencia de que este lío aún puede solucionarse a base de semanas y meses de trabajo de restauración progresiva.

“Esos detalles han existido, y ha habido muchos más en el vestuario que no llegan fuera porque no se ven. Y te hacen ver que la gente rompe porque ha sufrido. Son muy zaragocistas. Zapater es muy zaragocista. Pombo… es una bomba ese chaval, joder (sic). Parece que juega bien, lo vive. Que salga Zapater del campo a toda velocidad es porque ellos saben que no estamos aquí para sumar de uno en uno (se acababa de lograr el 1-1), vamos a intentar ir de tres en tres porque, si no, esto va a ser una agonía permanente. Eso quiere decir que el tío ha dado todo lo que ha podido, se ha exprimido, 50, 60, 15 minutos… lo que sea, y ha entrado otro (Delmás), que también lo ha hecho fenomenal. Es una actitud colectiva maravillosa”, comenzó ponderando Fernández.

“Las reacciones de los jugadores llorando, también, surgen porque son personas, que tienen su sensibilidad, que están identificados con el equipo, porque no están saliendo bien las cosas… No es acorde esto con la historia. Alguno me decía ‘Víctor, estoy “flipao” con la gente’. Y yo le he dicho ‘¿flipao?, tú no sabes lo que es flipar aquí’. A la afición, si les damos un poco más, y más veces, y más veces, puntuar aquí es muy complicado. Porque aquí, la gente, cuando se pone, se pone. Somos únicos. Los futbolistas que han roto a llorar, han explotado. Han explotado por ese nerviosismo que llevaban”, apostilló el entrenador aragonés al respecto.

Víctor Fernández redondeó su sentir con una loa implícita que debe servir de estímulo a su plantilla a partir de este necesario retorno a la senda de los triunfos. “Yo no he disfrutado de lo bien que ha jugado el equipo porque estaba en el banquillo. Pero si hubiera estado como vosotros, en la grada, porque soy otro ultra, yo habría disfrutado muchísimo del juego, de las combinaciones, salidas, etcétera, etcétera", concluyó a modo de guiño.

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