Momento crítico del Zaragoza

El conjunto aragonés vive su peor momento clasificatorio, estadístico y futbolístico en su actual etapa en Segunda. La situación demanda una reacción inmediata

Cristian Álvarez, Simone Grippo y Alberto Benito retratan la decepción tras encajar el primer gol.
Cristian Álvarez, Simone Grippo y Alberto Benito retratan la decepción tras encajar el primer gol.
Guillermo Mestre

La precipitación a la zona de descenso de la Segunda A significa en su misma un indicador diáfano del actual estado del Real Zaragoza. Desde la construcción de La Romareda (1957), nunca había habitado el equipo del león rampante en posición de descenso a Segunda B (o a la antigua Tercera). Al contrario, en sus contados descensos al fútbol de plata, siempre había ascendido a Primera a la primera. Es el peor momento del sexenio en Segunda. Arrancada ya del almanaque la hoja correspondiente a la jornada 12, superada con holgura la meta volante del primer cuarto del ejercicio liguero, los registros que destila el club aragonés retratan el momento crítico. Son los números de un lamento: decimonoveno de 22, con 11 puntos atrapados sobre 36 dirimidos. Las cosas no se dicen, las cosas se hacen, y cuando se hacen, quedan dichas. Todo eso ha hecho el Zaragoza en lo que llevamos de curso...

El despeñamiento por el acantilado clasificatorio de la Segunda, dicho queda, se argumenta desde los datos. También podría definirse estrictamente desde el fútbol, pero los números aglutinan de forma inherente una fuerza incontestable. Sin entrar en la geometría (el rombo), las matemáticas despejan incógnitas y determinan entuertos. Sobre 12 encuentros disputados, el Real Zaragoza solo ha cantado victoria en dos ocasiones. La primera, y la única como local, acaeció el 18 de agosto frente al Rayo Majadahonda (2-1). La segunda, esta como forastero, llegó el 8 de septiembre en Oviedo (0-4).

Si el dato porcentual de las victorias no reúne la suficiente carga dramática (apenas el 16 por ciento de victorias), la racha que nació tras el último triunfo, esto es, el periodo de esterilidad que padece el Real Zaragoza, también resulta esclarecedor. Ocho careos sin vencer acumula, en un penar itinerante que nació en Almería un 16 de septiembre (2-1) con una exhibición particular de Papu que condenó a un colectivo hasta las cotas que anteayer mismo contemplamos. Ahí se inició el desplome. Con la misma certeza que se desploman las hojas con el avance paulatino del otoño, así se ha desvanecido el colectivo que antes gestionaba desde el banquillo Idiakez y que ahora intenta vertebrar Alcaraz.

Sobre la bandeja de la crisis ya se depositó la cabeza de Imanol Idiakez hace un par de jornadas. La llegada de Lucas Alcaraz no ha representado ningún punto de inflexión en la trayectoria zaragocista. Dos derrotas sin alteraciones en el eje de ordenadas ni de abscisas. La gráfica negativa se reitera en una sucesión de adversidades que alarma cualquier estadística. También la futbolística, por supuesto.

En todo proceso, una acción de cambio persigue una reacción. Por ejemplo, durante la temporada pasada no se decidió cambiar de entrenador porque, pese a los momentos concretos de crisis, siempre se apostó por Natxo González. Hace dos años, sin embargo, el Real Zaragoza se alimentó de los puntos que recolectó en sus periodos de cambio, en los primeros partidos con Milla, Agné y Laínez en el banquillo. Con Alcaraz, hasta el momento, no se ha alcanzado ese efecto reactivo. Tras caer ante el Granada, sus palabras, repletas de realismo, fueron delatoras: «Se necesita una reconversión, no un parche».

Y en esas estamos, aguardando una reconversión que lleve consigo una reacción imprescindible, un cambio inmediato que devuelva al Real Zaragoza al lugar que le corresponde primero en esta categoría y después en la superior. Sin más demoras, la reactivación deberá llegar en el próximo encuentro, fijado para el próximo lunes en Tarragona. Allí espera el colista, el Nástic, con su nuevo entrenador, Enrique Martín Monreal. Un técnico educado en el sufrimiento de Osasuna, un hombre que le sabe meter sangre brava a sus equipos. Ahí tiene que decir nuestro Zaragoza presente. O basta. O ya vale. O lo que sea. Pero que diga algo, que abra la boca de una vez sobre el campo, que es donde se habla en el fútbol. Todo lo demás sobra en cualquier auditoria de este momento crítico.

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