El lío mental que deriva de la frase: "Creo que la victoria de Oviedo nos vino fatal a todos"

Imanol Idiákez, el entrenador del Real Zaragoza, espetó ese razonamiento entre la batería de máximas contundentes tras el 0-2 ante el Lugo. Si esto es así, el problema es serio y trasciende fuera del campo.

Imanol Idiakez, en la rueda de prensa del sábado tras perder 0-2 ante el Lugo.
Imanol Idiakez, en la rueda de prensa del sábado tras perder 0-2 ante el Lugo.
RZ

Imanol Idiakez, el entrenador del Real Zaragoza, entre la batería de máximas contundentes que lanzó al aire en una extraordinaria rueda de prensa tras el 0-2 ante el Lugo, espetó un razonamiento que requiere un análisis profundo, por todo el contenido intrínseco que posee. Tanto por sí mismo, como por el hecho de salir de los labios del técnico del equipo. La frase es corta, pero directa. "Creo que la victoria de Oviedo nos vino fatal... a todos", dijo Idiakez, con una breve 'paradinha' en su conclusión.

De entrada, si esto es así, el problema es serio y trasciende fuera del campo. Ese 'todos' amplifica la denuncia de Idiakez. La expande. Cabría preguntarse de entrada, por lo tanto, si incluye en el grado de responsabilidad de las cosas a más sujetos que los propios jugadores y técnicos, que son los protagonistas directos sobre el campo de lo bueno y lo malo.

El lío mental que deriva de la frase "creo que la victoria de Oviedo nos vino fatal a todos" es mayor de lo que a bote pronto pueda parecer. Porque ¿cómo puede ser que un triunfo por 0-4 fuera de casa, con un juego brillante y una solvencia excelente de principio a fin en el Carlos Tartiere, pueda ser pernicioso para quien lo logra?

En el sentido etimológico de la expresión, a Idiakez se le podría cuestionar la mayor: ¿En qué quedamos? ¿Este negociado del fútbol consiste en vencer y convencer, a ser posible, o el pasarlas canutas y sufrir cada día para ganar, empatar o, incluso, acabar perdiendo? ¿Para qué se compite pues? ¿Para ganar de la mejor, más holgada y más bonita forma o para otra cosa distinta, más fea, más sufrida y menos rentable?

Porque, daría la impresión de que al Real Zaragoza, un 0-4 a favor en un partido de máxima exigencia como fue el de Oviedo, en vez de generarle réditos positivos ha terminado por causarle males de gran envergadura. Es una contradicción mayúscula. Un análisis, en genérico, lleno de incongruencias en el desempeño de cualquier labor. En una competición, en una tarea donde la competencia es ley de vida, ser mejor, demostrar una superioridad palpable sobre los demás en un momento concreto, nunca puede venir mal a nadie. Es, incluso, a lo que se debe aspirar cada jornada, cada instante, en cada acción que se acometa en esa profesión. Se ha de presuponer que, si alguien es capaz en una fase puntual de su trabajo de mostrar una solvencia evidente, es porque sabe, puede y es capaz de desarrollarla por sus virtudes y buen aprovechamiento de los intangibles (fortuna, inercia, mal día de los demás...).

Idiakez aderezó esta impactante frase con el "hemos sacado pecho y nos lo han partido. Nos hemos cansado de decir lo bien que jugábamos, lo buenos que éramos, la mejor no sé qué, la mejor no sé cuántos... y bueno, la Segunda División y el Lugo nos ha puesto en nuestro sitio". Aquí, el donostiarra parece situar el epicentro de su idea principal, pero en realidad lo que hace es extender el problema. El plural de sus tiempos verbales no dirige la crítica solo a sus jugadores, que quedan retratados por engreimiento, por haberse creído los reyes del mambo, parece ser, después de las loas por el 0-4 que le endosaron al Oviedo el pasado día 8 en el Tartiere, que les ha debido llevar a un estado de éxtasis y autocomplacencia del que se han caído de repente con las derrotas de Almería y frente al Lugo en solo 6 días de malos pasos. Ahí, Idiakez también envuelve a quienes han ponderado positivamente lo acontecido en Oviedo, a los cronistas de aquel partido magnífico en Asturias, a los analistas posteriores de aquella excelente puesta en escena futbolística que llevó a efecto el Real Zaragoza ante los carbayones. Y, por extensión, a la afición que, ilusionada como hacía días no ocurría, recibió aquel 0-4 como una señal de que, este año, era posible creer en tener un equipo distinto a otros precedentes, capaz de estar arriba en la tabla todo el tiempo y, de vez en cuando, regalarle fines de semana de resultados y fútbol brillantes. Quién sabe si, asimismo, ahí, en el plural, andan metidos también otros componentes del zaragocismo, más cercanos al equipo, los que en definitiva marcan el grado de exigencia ahí dentro y que precisamente no se visten de corto.

Idiakez denuncia con su frase una indiscutible inmadurez dentro del equipo. Cuestión mental, anímica, individual y colectiva. "El camino para nosotros en esta Segunda División es otro. Desde luego, el de sacar pecho no es", apostilló en su mensaje el preparador vasco en esa honda fase de su rueda de prensa tras el batacazo ante el Lugo que aquí se atiende. ¿Qué está diciendo Idiakez? ¿Que el equipo no está, en realidad, en disposición de dar el nivel de Oviedo, o similar, y que lo del Tartiere fue un 'accidente', o sea, una chamba que ciega cualquier análisis verdadero del actual Real Zaragoza?

¿O tal vez está subrayando que al grupo de jugadores, de la gente diversa de alrededor del equipo (los del traje, los del micrófono, los del ordenador, los de la grada), se les sube enseguida el pavo y no son capaces de tocar tierra y descifrar que lo normal no es ganar 0-4 y bordarlo como en Oviedo, sino que el destino del actual Real Zaragoza es sufrir, padecer, sudar tinta china para sumar cada punto, jugar partidos donde la igualdad y el fútbol feote de Segunda prevalezca y, si se gana San Antón y, si no, la Purísima Concepción?

Este razonamiento de Idiakez, el susodicho "creo que la victoria de Oviedo nos vino fatal... a todos", provoca, además de esta serie de contrapuntos cerebrales en miles de receptores de la idea, una encrucijada anexa de cara a la conducta futura de los observantes. Porque, si se está solicitando, a veces sobrepasando el celo preciso en determinadas ventanillas, un apoyo incondicional a jugadores y técnicos (por extensión, al resto de piezas del club), la ponderación de todo lo positivo y la difuminación de todo aquello que pueda ser negativo, por más que fluya por naturaleza propia en el día a día... ¿cómo puede elevarse a crítica el hecho de haber hablado tan bien del 0-4 de Oviedo, tanto que 'nos ha venido fatal' y por ello hemos acabado perdiendo en Almería y catastróficamente contra el Lugo?

¿Quizá sugiere Idiakez que tanto positivismo tras lo de Oviedo ha propiciado el negativismo de los dos partidos posteriores? ¿Que el problema de hoy viene destilado del exceso de uso del botafumeiro después del 0-4 en el Tartiere? ¿Que nos pasamos, "todos", a la hora de destacar un partido potable que, por fin, nos ofreció 'un Zaragoza' en este último lustro de bazofias?

En definitiva, que la madeja, según se van buscando significados a la idea lanzada por Idiakez el sábado en La Romareda sobre la faena (putada, diríase coloquialmente) que ha sido eso de ganar 0-4 en Oviedo, se va embrollando y embrollando hasta que la cosa aconseja parar. De las contradicciones pocas conclusiones válidas suelen salir en limpio. Y ahí estamos ahora varados.

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