Monólogo de 10 minutos de Idiakez a una plantilla chafada

El Real Zaragoza se despierta este domingo de una resaca pesada y desagradable tras el 0-2 encajado ante el Lugo y la pésima imagen dejada.

El corro habitual del inicio de los entrenamientos, con Idiakez dando consignas, duró este domingo 10 minutos.
El corro habitual del inicio de los entrenamientos, con Idiakez dando consignas, duró este domingo 10 minutos.
José Vidal

El habitualmente rutinario entrenamiento pos partido, llamado en tiempos 'de tonificación muscular' para quienes jugaron 12 horas antes el último choque (en este caso ante el Lugo, con derrota por 0-2), fue este domingo 23 de septiembre otra cosa en el seno del Real Zaragoza. Los protagonistas que asoman cada día en el campo, jugadores, técnicos y auxiliares, sufrían la primera resaca desagradable, verdaderamente, de lo poco que va de curso. La del último día después de lo de Almería se queda en nada al lado de lo que acontece hoy, a esta hora.

Estaba cantado que el tradicional corro con el que Idiakez, el entrenador, arranca cada día la sesión preparatoria de turno, iba a venir cargado de bombo y percusión en esta ocasión. El técnico ya se salió de lo normal -hasta ahora- en la rueda de prensa a la conclusión del partido en La Romareda, asumiendo culpas mayores y dejando en el aire actitudes no recomendables en el equipo que, todo junto, habían derivado en el batacazo ante el Lugo poco antes. En la matinal del domingo, tras pasar unas horas todo el mundo con la almohada (fiel confidente figurada en situaciones de dudas, problemas o similares), Idiakez ha aprovechado sus maitines para lanzar al grupo numerosos mensajes de hondo calado. Para buenos entendedores.

El monólogo del vasco ha durado 10 minutos. Bastante más de lo que es ordinario en el día a día. Caras serias. Silencio monástico en una Ciudad Deportiva solemne, sin apenas partidos de la cantera, semivacía, sin viento que distorsionase el ambiente ni introdujera ruidos a la escena. La homilía ha llegado a todo el mundo, por cercanía física, por el tono profundo del orador. Algo ha cambiado en el plantel después de los 6 días que han unido el tropiezo de Almería con la salida de pista, con doble vuelta de campana, ante el Lugo en La Romareda. De la felicidad de Oviedo, de las altas expectativas después de enlazar las primeras cuatro jornadas puntuando y sin perder, a observar cómo, de repente, los defectos se apoderan de las virtudes.

La plantilla, la gente en general, está chafada tras lo de este sábado (sumado a lo que ya venía rumiado desde Almería). Chafada en su acepción etimológica de alguien "que está confundido y sin saber qué hacer o decir por una respuesta o situación inesperada". Es conveniente que Idiakez y los responsables del área deportiva, de inmediato, diluyan otro de los significados del adjetivo: "que está desanimado y falto de fuerzas físicas o morales". Y, por supuesto, que alejen muchos kilómetros la tercera: "que ya no puede usarse por estar estropeado o roto". Por ahora, obviamente, en lo prematuro del año, en septiembre, el chafón es únicamente anímico, moral, puntual. Pero es momento de impedir que la sintomatología vaya a más. Medicina preventiva, quizá la más importante.

A Idiakez, tras la fase de novatada de pretemporada, de la paulatina etapa de engranaje con el entorno y el nuevo equipo en los amistosos de verano y los primeros partidos oficiales de la nueva campaña, le surge súbitamente un nuevo episodio en su responsabilidad como entrenador nominal del Real Zaragoza: superar una primera crisis de resultados, de calidad y solvencia en el juego, seguramente de caída en la clasificación tras haber estado entre los 6 primeros durante las 5 jornadas iniciales del torneo liguero. Una nueva esfera en la que manejarse. Un nuevo motivo para mostrar talante y método.

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