El Zaragoza apunta muy alto

Más allá del rotundo resultado, el equipo confirmó en Oviedo su extraordinaria capacidad competitiva.

Dani Lasure, Cristian Álvarez y Marc Gual, en primer término, aplauden a los seguidores zaragocistas a la conclusión del encuentro en Oviedo.
Dani Lasure, Cristian Álvarez y Marc Gual, en primer término, aplauden a los seguidores zaragocistas a la conclusión del encuentro en Oviedo.
David S. Bustamante

Real Oviedo, estadio Carlos Tartiere, 0-4, un Real Zaragoza de flipar. La enumeración anterior resume sintéticamente una victoria redonda, perfecta, absoluta, total en fondo y forma. Por el rival, por el escenario, por el resultado, por el fútbol desarrollado. Sobre todo, por el fútbol desarrollado, pues el fútbol desarrollado en sí mismo superó a un rival poderoso en un escenario de tronío y por un resultado abultado. La sinopsis de esta deliciosa mixtura plasma al mejor Zaragoza de este sexenio negro en la Segunda División. Jamás el conjunto aragonés se había expresado con la claridad con que se afirmó el pasado sábado. Es legítimo declarar el estado de optimismo, como también refleja la cuarta plaza hasta la que ha trepado el equipo del león rampante.

Cabe hablar de la valentía como propiedad básica para definir al Zaragoza actual, al Zaragoza de Idiakez. El marcador de 0-4 responde a un elevado acierto en la finalización, pero también, y ante todo, a una valiente apuesta en la creación. Ya se habló la semana pasada en el careo ante Las Palmas de la implementación del tridente, del poderío ofensivo de un ataque integrado por Jorge Pombo, Marc Gual y Álvaro Vázquez. En Oviedo, el tridente trajo valores añadidos, los que corresponden a instalarlo no solo en La Romareda al abrigo y protección de la afición, sino a domicilio y ante uno de los rivales más potentes de la competición. Valentía, decía. Valentía de Idiakez, por supuesto, y de un colectivo que asume y comparte tan atrevido mensaje.

El partido redondo incluso desafió los principios de la geometría zaragocista. Se había convenido, después de los altos réditos obtenidos en la segunda vuelta del pasado curso, que el rombo constituía el paralelogramo ideal para que el Real Zaragoza desarrollara su mejor fútbol. Cuatro lados iguales sin que ninguno de ellos forme un ángulo de 90 grados (si así fuera, sería un cuadrado, no un rombo...), esa fue la figura que ha acompañado la película zaragocista. Ahora, el genial Jorge Pombo se ha atrevido hasta a colorear otro dibujo más bonito si cabe. Es el 1-4-3-3 que superó con claridad a Las Palmas en el primer acto y que el sábado aniquiló al Oviedo.

Partido redondo, decía. Cuando el gran enigma geométrico siempre se relacionó con la cuadratura del círculo (junto con la duplicación del cubo y la trisección del ángulo), ahora llega el Zaragoza y cuadra un partido redondo. Esencialmente, supo trasladar numéricamente al marcador su mejor fútbol. El Oviedo sobó más la bola (58,1%), pero su posesión resultó mucho menos eficaz que la zaragocista (41,1%). Y su acierto rematador, infinitamente inferior al aragonés: 16 remates (0% de efectividad) por 17 remates (40% de efectividad). El número de faltas fue semejante (15 por 12), aunque este parámetro se aprecia mucho menos trascendente que los anteriores, pues el juego fluyó de uno a otro lado, aunque el Zaragoza licuó mucho mejor su fútbol.

Para presumir

Marcador al margen, el Real Zaragoza ofreció una imagen de equipo tan redonda como el propio tanteador. Fue un equipo para presumir, para estar orgulloso de él. No solo por su mecánica, sino también por sus acabados finales, un verdadero lujo para la Segunda División. Se advierte a la legua el brillo blanco nuclear del tridente integrado por Jorge Pombo, Marc Gual y Álvaro Vázquez. Acaso solo es la punta... La mejor punta de Segunda, cierto. Pero quizá solo la punta... del iceberg. Detrás, desde la portería, se adivina un edificio robusto. Cristian Álvarez continúa dando sensación de seguridad al cuidado del portal. En defensa, la línea de cuatro conserva su capacidad de disuasión. Benito ha alcanzado una regularidad extraordinaria. En el centro, Grippo y Álex Muñoz ya ofrecían un alto rendimiento, que en Oviedo permaneció con la permuta de Verdasca por Álex Muñoz. En la izquierda, Lasure evidenció su categoría.

Las variaciones llegaron en la zona ancha, donde Verdasca fue retirado del timón para ocupar puesto atrás. Su lugar fue ocupado por Javi Ros, excelso con y sin balón. También regresó como titular Alberto Zapater, que completó una extraordinario centro del campo junto a James Igbekeme. Todo un hallazgo, el nigeriano. Su sobresaliente esfuerzo energético se abrillantó con un gol en el que demostró que sabe hacer bastantes más cometidos que correr. La delantera, el tridente del nuevo Zaragoza, da sentido ofensivo a un equipo que promete, que apunta muy alto, como demostró en Oviedo.

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