Un premio para todos

El Real Zaragoza ganó al Oviedo con la aportación goleadora de todas las líneas del campo, también desde el banquillo. Además, el triunfo se fraguó con la portería a cero.

Momento de la celebración del tercer gol zaragocista, obra de James Igbekeme.
Un premio para todos
David S. Bustamante

Una comunión perfecta. Eso fue el Real Zaragoza en la tarde de este sábado. Nadie desentonó, ningún engranaje chirrió, los cambios dieron resultado y se completó una segunda mitad inmaculada, que quizás era el asunto de estado más preocupante por antecedentes, después de otros 45 minutos iniciales de auténtica cátedra.

Del primer al último hombre. Todo adquirió un sentido en cada línea: la pregunta lanzada por la defensa la respondió el centro del campo y la validó con acecho el ataque. Este sábado emergió la metáfora que en cada cuento juvenil se halla oculta. En este caso, la de un envite con guión intachable. Y es que cada gol vino aportado por una línea distinta, de un jugador suplente y con el marcador propio a dígito cero.

En primer lugar, abrió fuego la delantera, con el segundo tanto de la temporada del hambriento Álvaro Vázquez. El catalán aprovechó la lujosa asistencia por alto de un Javi Ros con 87% de precisión en el pase, para rematar cruzado al primer toque. Tras el descanso, apareció el regresado a su posición natural Diogo Verdasca. El portugués, anticipado al defensa y de media espuela, puso la tranquilidad a la salida de un córner. A continuación, aterrizó en el área rival para sentenciar, con prodigiosa conducción y tirando la pared a Pombo, la kryptonita de James Igbekeme, que definió sobresaliente. Por último, tras salir desde el banco, la testa de Alberto Soro, al rechace de un disparo de Aguirre, cuadró a número par el abultado resultado final en el Carlos Tartiere.

Un 0-4 donde el equipo aragonés, además de darse un festín sobre la frustrada diana rival, mantuvo su arco virgen. Cristian Álvarez atrapó los tres disparos a puerta que al Oviedo le dejaron probar, a excepción del colocado remate de Toché, repelido por la madera. La moneda salió cara hasta en esos detalles, que tantas citas han amargado a los secuaces del león rampante.

Pero mención especial merece el terco a la vez que jovial técnico vasco Imanol Idiakez, cuya pizarra destacó por encima del césped ovetense. Un triunfo de autor. Bien es cierto que la alineación, a bote pronto, causó sorpresa: Verdasca regresaba al eje de la defensa en detrimento de Álex Muñoz y Alberto Zapater se adueñaba del interior diestro. De este modo, Ros cogía la batuta en el pivote. Arriba: el tridente, de 4-3-3 y presión alta. Hasta el gol. Luego Pombo se metió en medio de tres cuartos y, con esa planta, la defensa azulona se fue destrozando poco a poco, cediendo a merced del desparpajo visitante en ataque, dominador del mediocampo y sin errores atrás.

Idiakez acertó en los cambios, tanto tácticos como de cromos, aprendiendo de los errores que Las Palmas sacó a relucir el fin de semana pasado.

La tarde fue redonda, sin peros. Todos fueron protagonistas, y a cada cual le llegó su premio.

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