Como si casi nada hubiera cambiado...

Los blanquillos llegan al comienzo de temporada como una versión evolucionada del pasado curso, como si nada hubiera cambiado a grandes trazos.

Grippo y Morales (capitán del Levante) reciben los trofeos de manos de los nietos de Carlos Lapetra, Paula y Álvaro Sin Lapetra.
Como si casi nada hubiera cambiado...
Daniel Marzo

Se echó de menos a Borja Iglesias, al Panda, sus goles, su sonrisa y su impacto en el juego, pero a nadie ni nada más. Porque el Zaragoza que jugó este sábado en La Romareda contra el Levante no fue muy distinto de aquel que hace nada se despidió en ese mismo escenario del sueño de un ascenso. Ha perdido al delantero que condicionaba su fútbol y le dejó tirado su entrenador, pero, en el fondo, estamos ante un Zaragoza nuevo, aunque no diferente. Llega al comienzo de temporada como una versión evolucionada del pasado curso, como si nada hubiera cambiado a grandes trazos.

El Zaragoza exhibió en su juego una línea continuista respecto a la temporada pasada. Muchos de sus rasgos permanecen. Imanol Idiakez, con todo el sentido común del mundo, ha aprovechado varios de los conceptos que instaló en el equipo Natxo González y eso se traduce en un conjunto perfectamente reconocible, con una identidad definida. Sigue la idea, sigue el estilo. Aunque Idiakez le ha pasado su pincel personal, matizando y variando detalles. El sistema táctico, la estructura, es la misma: el rombo en el centro del campo sigue modelando al Real Zaragoza. Sin embargo, hay nuevos y diferentes registros. El más llamativo es la altura de sus dos laterales –mucho más proyectados y productivos en ataque– y, en consecuencia, su juego es menos denso en zonas interiores, ataca más las bandas que la frontal. Hay más centros y su fútbol tiende mucho más hacia los carriles exteriores. También defiende más arriba, y más atrás en los balones parados… Alterna diferentes mecanismos de salida de balón…

Pero, en líneas generales, este Zaragoza no se aleja demasiado del anterior. Ayuda la continuidad del bloque, de casi toda la plantilla, pero también la pervivencia del idioma y del discurso con los que el equipo aragonés fue creciendo, madurando y progresando durante toda la temporada pasada. Ahora falta medirle su estatura competitiva. Sus hechuras, su poso, es el propio de un equipo trabajado, con las ideas claras. Está cuajado si observamos su dinámica en la pretemporada. Pero falta comprobarlo con fue real, con puntos de por medio. Ahí conoceremos, dentro de una semana, contra el Rayo Majadahonda, si las prometedoras formas que ha presentado durante un verano verdaderamente exigente en cuanto a rivales le dan para ser un conjunto solvente y sólido.

Mimbres parece tener. Las sensaciones individuales son positivas. Es obvio que donde se más ha resentido el equipo es la delantera, con la salida de Borja Iglesias. Una pérdida a todos los niveles. Marc Gual podrá meter tantos goles como el gallego, pero habrá que ver si su influencia en el modelo de juego llega a tanto. Quizá no sea necesario si el colectivo le acompaña. Gual ya dejó buenas muescas este sábado, le faltó el remate final. Los nuevos tienen buena pinta. James juega y hace jugar. No para quieto. Álex Muñoz le da otro registro a la defensa con su buen toque y su compostura. Y está Soro: tirando abajo la puerta más difícil de su carrera. Un señor futbolista, con clase, elegancia. Sus controles, cambios de ritmo, conducciones, pases, desparpajo y clarividencia vibraron en La Romareda y nos anuncian algo importante. También dejó buena huella Pep Biel en sus pocos minutos: mucho sentido en todo lo que hace y una zurda también juguetona... O Clemente, otro jugador que mira al futuro con valentía...

El Zaragoza ya tiene engrasados los motores. Llega a una nueva temporada en buen estado. Solo queda ya salir y jugar. Y ganar.

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