La singularidad de Boltaña con los entrenadores del Real Zaragoza

Solo Víctor Fernández (y por los pelos) logró repetir pretemporada en el Hotel Monasterio. Cada año, el verano en la localidad del Sobrarbe es un volver a empezar en el banquillo.

El elenco de entrenadores del Real Zaragoza en sus presencias estivales en Boltaña (Huesca).
La singularidad de Boltaña con los entrenadores del Real Zaragoza
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Pasadas las 13.00 de este domingo, 15 de julio, llegará el Real Zaragoza a Boltaña (Huesca), localidad elegida por séptima vez en la historia del club blanquillo como sede de su concentración estival en el Pirineo Aragonés. El magnífico Hotel Barceló Monasterio de Boltaña será una vez más su lugar de hospedaje, el campo de Villaboya, a orillas del río Ara, su banco de pruebas en los primeros pasos del grupo que se está conformando para la próxima campaña, la 2018-19. Serán solo 6 fechas, apenas 5 días naturales de trabajo específico, un recortado programa que clona al llevado a cabo el verano pasado: del 15 al 20 del presente mes.

Al frente de la expedición, como máximo responsable del vestuario, viaja esta vez el vasco Imanol Idiakez. Debuta el guipuzcoano, nuevo en estas lides. Y este factor lleva de inmediato a un curioso análisis de situación respecto de Boltaña y su singularidad con los inquilinos del banquillo zaragocista. Solo Víctor Fernández (y por los pelos) ha logrado repetir dos veranos seguidos en el Monasterio. El resto de las pretemporadas en este sitio salen a entrenador diferente por anualidad. Hay un no sé qué en la historia de la localidad boltañesa en su vinculación al cuadro zaragocista que hace casi imposible la repetición de protagonistas. Es un paradigma evidente de la volatilidad que presenta el Real Zaragoza en sus tiempos más modernos.

Ahora, en julio de 2018, es Idiakez. El año pasado, en 2017, fue Natxo González. Hace dos, en 2016, el entrenador que laboró los primeros pasos en Boltaña fue Luis Milla. Y hace un trienio, en 2015, el titular de la plaza era Ranko Popovic. La otra época zaragocista en tierras sobrarbenses se retrotrae a la década anterior y ahí, en la inauguración del hotel, fue Víctor Muñoz el primer entrenador blanquillo que trabajó el verano de Boltaña, en 2005. Los dos veranos siguientes, 2006 y 2007, son la referida excepción con Víctor Fernández que, eso sí, llegó ya muy tocado al principio del segundo curso, tanto que fue destituido al poco de arrancar la temporada para dar paso a un torbellino de barbaridades que acabaron ese curso con cuatro técnicos (tras él estarían al frente Garitano, Irureta y Villanova) y un traumático descenso a Segunda con la plantilla más millonaria de la historia.

Para quienes han tenido la oportunidad de seguir desde los medios de comunicación cada pretemporada en estos 7 años del Zaragoza en Boltaña (no hay demasiados, apenas dos), acudir a tan atrayente villa medieval es símil de novedad, de nuevos métodos, de conocimiento de un nuevo entrenador y su cuerpo técnico. Se trata de una especie de día de la marmota, un 'begin the beguine', un volver a empezar. Las salas, patios, terrazas y alrededores del hotel son el lugar habitual de los primeros contactos con el entrenador recién aterrizado, de las primeras conversaciones (o similares figuras), de las primeras sensaciones en relación a una nueva etapa con caras, gestos, voces y talantes nuevos. Siempre Boltaña, siempre el monasterio, siempre nuevo entrenador.

No va a ser diferente este verano de 2018. El curso pasado, Lalo Arantegui y José Mari Barba, responsables del área deportiva del Real Zaragoza y valedores de Natxo González, el inquilino del banquillo por estas fechas de 2017, apostaron por romper esta tendencia de mutación permanente. Avisaron de que su intención era dotar al equipo de estabilidad, continuidad, seguridad, rutinas. Pero el novicio Natxo no volverá de maitines al monasterio porque les salió rana. Por eso asoma la figura de Idiakez para alargar aún más la peculiar inercia de Boltaña con los técnicos del Real Zaragoza en los tiempos modernos.

Eso sí, la cosa, en realidad, no se circunscribe solo a Boltaña. Entre la primera época (de 2005 a 2008) y esta segunda vigente (desde 2015 hasta hoy) en las que el Real Zaragoza utiliza las instalaciones de este pueblo oscense para sus estancias de verano, el equipo zaragocista vivió un lustro en Navaleno y San Leonardo de Yagüe (Soria) porque el anterior dueño de la SAD, Agapito Iglesias, quiso llevarse al grupo a su localidad natal, la primera de ellas (así fue de 2008 a 2012). También hubo una excepcional pretemporada en Alcalá de la Selva (Teruel) en 2013. Y la convulsa de 2014, en medio del terremoto de la compraventa del club, de su casi fenecimiento, que obligó al equipo a trabajar todo el verano en la Ciudad Deportiva sin poder salir de casa por falta de regencia hasta muy finales de julio. Y en ese periodo intermedio, cada verano también fue sinónimo de 'chico nuevo en la oficina' del banquillo, con la única excepción de Marcelino García Toral (también por los pelos en su segundo año).

Tras los arranques en tierras sorianas de Marcelino, en 2008 y 2009, vinieron los debuts de José Aurelio Gay en 2010, también en Navaleno; el de Javier Aguirre en el mismo lugar en 2011; y el de Manolo Jiménez en 2012, también allí entre los pinos sorianos. En 2013, a Paco Herrera lo llevaron a estrenarse a Alcalá de la Selva, en el sur turolense. Y el regreso de Víctor Muñoz se topó en 2014 con el accidentado estío del cambio accionarial, secuestrado y desnortado en la Ciudad Deportiva sumido en un mar de nervios.

Es cuestión de idiosincrasia, de tendencia, de carácter adquirido en más de una década en la que el Real Zaragoza se fue convirtiendo en un ente voluble y sin cimientos firmes. Este año tocaba avanzar en contra de esa dinámica, pero el desleal Natxo se convirtió en un renglón torcido de Lalo y Barba hace 50 días y por eso, una vez más, Boltaña arranca hoy para el Real Zaragoza con Idiakez al frente. El bucle no cesa, por ahora.

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