Real Zaragoza: una noria en la portería

El Real Zaragoza ha alineado a nueve guardametas diferentes en poco más de cuatro temporadas. Con la entrada en Lugo de Cristian Álvarez por Ratón, su portería ha vivido en este tiempo hasta nueve cambios por razones técnicas.

Han bastado solo cuatro jornadas para que el Real Zaragoza ya haya mudado la prenda que en los últimos tiempos tanto y más rápido se le moja: la portería. La entrada de Cristian Álvarez en Lugo por Álvaro Ratón confirma la tendencia convulsa de la posición desde el último descenso, aunque, en este caso, el giro responda a un guión anunciado. El guardameta argentino es la apuesta del club para la titularidad y solo su singular fichaje, después de un año inactivo, y su obligada puesta a punto habilitaron a Ratón en el arranque de curso. Natxo González no ha querido esperar más. Ni siquiera a que el gallego incurriera en errores notorios o perdiera puntos por el camino. Su decisión se intuye firme y reflexionada, sin dejar nada al aire. Era cuestión de tiempo y el técnico no la ha prorrogado más de lo conveniente, evitando, también, de este modo, que la exposición de Ratón aumentara si el relevo llegaba tras un día en el dentista, con acciones aciagas o fallos cruciales. Álvarez es su portero. Solo faltaba ajustar los plazos.

Con este cambio en la demarcación, el Real Zaragoza prolonga el calambrazo que viene sufriendo el puesto desde el descenso. Ningún guardameta ha empezado y terminado la temporada. En este ciclo, se han producido nueve cambios en la parcela por motivos técnicos. Una agitación inusual, preocupante y reveladora.

La portería es uno de los problemas más severos que viene arrastrando el Zaragoza en los últimos tiempos. Las sacudidas en la posición no son nuevas. En su actual travesía en Segunda División, en poco más de cinco temporadas, el equipo aragonés ha tenido nueve guardametas diferentes (ocho en poco más de tres campañas): Leo Franco, Whalley, Bono, Alcolea, Manu Herrera, Irureta, Álvaro Ratón, Saja, Cristian Álvarez. Una elocuente inestabilidad. Las reformas en la portería por razones técnicas o tácticas han sido una constante en el ecosistema del Zaragoza especialmente en las tres últimas temporadas. Más allá de variaciones forzosas, por lesiones puntuales, sanciones o compromisos internacionales (Marruecos acostumbró a citar a Bono, por ejemplo), en este corto periodo de tiempo, la portería aragonesa ha sufrido las tensiones propias de los rendimientos dudosos, las curvas de forma, las preferencias de estilo o características de los entrenadores de turno o las presiones de la crítica.

Popovic sentó a Whalley primero, y a Bono y Alcolea después en la 2014-2015. Fue el primera año atípico en el puesto, tras un año en el que Leo Franco acaparó la titularidad de punta a punta, exceptuando las dos jornadas finales en las que Víctor Muñoz gratificó a Whalley. El canterano arrancó la temporada siguiente con el técnico aragonés, pero su deficiente papel movió a Popovic al cambio. Bono fue la alternativa, hasta que en la jornada 27, en Vitoria, una lesión del internacional marroquí impulsó a Alcolea, que había comenzado como tercer portero en el reparto de jerarquías. Este fue un relevo por lesión, pero con mucho de decisión técnica: Popovic ya pensaba en darle un nuevo giro al arco. De hecho Alcolea siguió algún partido más con Bono ya recuperado. La temporada, con la promoción incluida salvo en la ida de la eliminatoria contra el Girona -aquel desliz de Whalley en La Romareda cuando el marroquí estaba con su selección-, la cerró Bono.

Hace dos campañas, su estatus se mantuvo, hasta que Lluís Carreras le entregó la portería a Manu Herrera por cuestiones tácticas (superior juego de pies para digerir mejor las salida de balón que exigía el estilo del entrenador). El ‘sorpasso’ se produjo en la jornada 26, en Almería. De ahí al drama de Palamós, el veterano futbolista fue el guardián de la portería.

Y durante la pasada temporada, Milla, Agné y Láinez cruzaron en la portería a Irureta, Ratón y Saja, sacándolos y metiéndolos del equipo con una ligereza tal que resume y constata los problemas que sufrió el equipo en la posición durante todo el curso. Hasta cuatro cambios por motivos técnicos agitaron el curso. Irureta inició de titular hasta que su serial de errores condujeron implacablemente a Milla hacia Ratón justo antes de su despido. Agné rescató al vasco, antes de que en enero se fichara a Saja, quien no tardó en asaltar la portería. Su paso fue breve: cinco jornadas. César Láinez no tardó en devolver a Ratón al sitio.

Precisamente, desde tiempos del portero aragonés -ahora entrenador-, solo César Sánchez y Roberto Jiménez pudieron consolidarse en el puesto y enlazaron dos campañas como titulares. Un signo de que la convulsión en el arco del Zaragoza no responde a cuestiones coyunturales. Ya Agné lo enunció el pasado curso: «Aquí la portería siempre ha sido un problema. Es una realidad que todos sabemos. Porque yo tengo la suerte además de haber estado y ser de aquí. El problema no es de Irureta, es endémico. Y han pasado muy buenos porteros por aquí. La gente habla de los Magníficos, de los Zaraguayos, de la Recopa… Pero oigo poca gente hablar de un gran portero. Ha sido siempre una posición muy cuestionada», afirmó.

Ahora, esa ácida herencia recae sobre las expertas manoplas de Cristian Álvarez. Su reto: amarrarse a una portería de revoluciones constantes.

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