Herrera, atención especial

Lluís Carreras se ha quedado a solas con el portero durante más de cinco minutos tras la sesión de vídeo al inicio del entrenamiento

Manu Herrera, en un entrenamiento del RealZaragoza.
Manu Herrera, en el entrenamiento del RealZaragoza.
Elena Muñoz

Manu Herrera ha tenido charla extra con Lluís Carreras tras la habitual sesión de vídeo que precede al entrenamiento de los miércoles, cuando el equipo comienza a preparar de manera específica los partidos del próximo fin de semana. El veterano guardameta se ha quedado en la sala de proyecciones durante algo más de cinco minutos a solas con el entrenador del Real Zaragoza, una vez que el resto del equipo salía ya a dar comienzo a la sesión táctica. No es la primera vez que esto sucede, pero en este caso resulta más llamativo dado que Herrera no atraviesa una buena racha de actuaciones personales en momentos puntuales de los últimos partidos.


Carreras, desde que a finales de enero (en Almería) decidió acometer la delicada maniobra de cambiar de portero titular y relegó a Bono al banquillo a favor de Manu Herrera, siempre ha tenido un tratamiento particularizado con los guardametas de la plantilla. Engrasar al máximo posible aquella permuta bajo los palos de la portería zaragocista era la primera misión, conseguida por el técnico sin demasiados chirridos. Las mejores prestaciones de Herrera en el juego con los pies, algo que Carreras considera fundamental en el mecanismo necesario para sacar la pelota jugada desde atrás en todos los momentos de un partido, fue el sostén ideológico de su cambio de arquero. Ahora, la conversación con Manu Herrera (a solas, sin la compañia de Bono y Alcolea), lleva de inmediato a vincular el hecho con los evidentes fallos del portero en algunos de los últimos goles encajados, la mayoría de ellos, afortunadamente, insustanciales a la hora de generar malos resultados con la excepción de lo sucedido en Elche hace 20 días, donde el Zaragoza sí cayó finalmente por 2-1.


Herrera no está teniendo tino en la resolución de determinados balones lanzados sobre su marco. El domingo, ante el Alcorcón, encajó el tanto de Páez en un cabezazo lejano que no supo sacar abajo junto al palo al estar extremadamente metido sobre la raya de gol, lo que impidió que su intento de rechace acabase en córner e inevitablemente, sus propias manos, acabaran ayudando a entrar a la pelota dentro de la red. En Valladolid, siete días antes, en el gol local, el guardameta rechazó de manera blanda una falta lejana de Mojica, dejando el balón muerto a merced de una segunda jugada que resultó letal, figura que ya se había dado en Elche en el anterior desplazamiento en el primer tanto de Sergio Léon, precedido por un despeje poco contundente del portero a un chut desde fuera del área de Mandi. De otra índole, más propia de lo que le pide Carreras a la hora de jugar con los pies como un jugador de campo más, fue el grave yerro que Herrera tuvo ante el Lugo hace dos meses y que patrocinó el tanto gallego en una mala salida fuera del área.


Son pequeños detalles, escasos en la globalidad de todos los minutos de los muchos partidos que ya acumula Manu Herrera en la portería zaragocista y en los que su nivel de solvencia está siendo notable. Pero son jugadas mal resueltas que están penalizando seriamente tanto al propio cancerbero como, por derivación, al equipo. Cuestiones que los técnicos intentan rectificar y solucionar a base de ensayos y consejos propios del caso.

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