Lanzarote busca cabeceadores

El Zaragoza ha marcado este año nueve goles con la testa. Sus autores, ocho rematadores distintos. Solo Cabrera ha repetido dos veces.

Ortuño, ya fuera de la plantilla del Real Zaragoza, cabecea el 0-2 en Albacete, día en el que el equipo aragonés venció 1-3. Es uno de los tantos marcados este año con la testa a la salida de balones parados, saques de esquina o faltas.
Lanzarote busca cabeceadores
Luis Vizcaíno/La Mancha Press

La confluencia de tres goles consecutivos del Real Zaragoza en los dos últimos partidos, todos procedentes del balón parado botado por Lanzarote, saca a la luz la falta de rematadores de cabeza acreditados en la plantilla aragonesa. Dos de estos tres recientes tantos blanquillos, el de Elche tras un córner y el primero ante el Mallorca tras una falta lateral, se consumaron a través de un remate limpio de cabeza: Guitián en campo ilicitano y Dorca ante los baleares. Un mecanismo natural, habitual y muy rentable cada temporada para la mayor parte de los equipos.


Pero lo ocurrido en las dos últimas jornadas conlleva el siguiente análisis: tanto Guitián como Dorca se han estrenado en las artes goleadoras mediante el testarazo en una pelota parada en estrategia. Y sus dos goles forman parte de corto repertorio de dianas logradas por los jugadores blanquillos en el juego aéreo este año. Nueve en total (descontando el córner de Córdoba, en el que el portero Razak se marcó el gol en propia puerta tras el saque de esquina cerrado de Pedro y el acoso de Cabrera en aquella discutida acción). 


De esos nueve, siete fueron a balón parado y dos en jugada. Nueve goles que, llamativamente, tienen ocho padres distintos. Solo Cabrera repitió en dos ocasiones. El resto, atomizadamente, los fueron logrando jugadores diferentes, algo que denota mucha más casualidad que causalidad en el mecanismo de funcionamiento de la pizarra o las jugadas preparadas con balones colgados al área rival. Además del par de Cabrera (al Mirandés y el Almería, en las dos primeras jornadas ligueras en el ya lejano agosto) y de los citados últimos tantos de Guitián y Dorca, el breve listado lo completan, a uno por cabeza -nunca mejor dicho-, el lesionado Wilk (Almería), Ortuño (Albacete), Ángel (Bilbao Athletic), Isaac (Nástic de Tarragona) y Pedro (Llagostera). Y nada ni nadie más aparece en este apartado anotador del actual Real Zaragoza.


Los dos cabezazos con éxito en jugada corrida, únicos en su especie tras ocho meses de liga, son aquel gol inútil de Isaac en Tarragona, en la derrota por 3-1 que detonó la revolución de invierno en el seno zaragocista, y el posterior de Pedro en La Romareda que sirvió para derrotar, con sangre, sudor y lágrimas por 1-0 al vicecolista Llagostera. A Isaac, en campo tarraconense, lo asistió el otro lateral, Marc Bertrán. A Pedro, ante los gerundenses, el pase por arriba se lo puso desde la línea de fondo Ortuño.


En los siete episodios de balón parado, la secuencia fue esta: Cabrera cabeceó a gol en Miranda una falta lateral lejana botada por Pedro (sirvió para empatar 1-1 al final del estreno liguero). Wilk remató en el primer palo ante el Almería un córner sacado también por Pedro y, ese mismo día, Cabrera cabeceó adentro, en el minuto 93, el 3-2 del triunfo en otro córner templado bien por Pedro. Más adelante, el tanto de Ortuño en Albacete llegó proveniente de un nuevo saque de esquina pero, en esta ocasión, lanzado por Isaac, que comenzó a relevar de vez en cuando a un desacertado Pedro durante muchos partidos en las jugadas de estrategia. En diciembre, Ángel marcó el 0-1 del triunfo en San Mamés ante el Bilbao Athletic en otro córner sacado por Pedro, que durante el curso ha monopolizado más del 90 por ciento de lanzamientos con la pelota quieta. Y, con más de tres meses de espacio baldío de por medio en la gestación de jugadas a balón parado, ahora han llegado los tantos de cabeza de Guitián, en el saque de esquina de Elche, y de Dorca, en la falta lateral ante el Mallorca, ambos patrocinados por centros de Lanzarote.


Nueve goles de cabeza en 33 jornadas son poca cosecha. Cifra baja que subraya la ausencia de buenos cabeceadores en la plantilla zaragocista. Ni siquiera los delanteros, habituales especialistas en casi todos los equipos, han destacado aquí este año por esta faceta: ni Ortuño cuando estuvo, ni el menudo Ángel, ni el casi inédito Dongou, ni el anécdótico Ortí. Poner un balón por alto en el área rival ha sido toda la temporada una especie de lotería, sin demasiadas opciones de que toque algo más que una pedrea de vez en cuando.


Atrás quedan los tiempos en los que el Real Zaragoza fue un paradigma de equipo potente en el juego de cabeza en las áreas adversarias. Aguado, un central con veneno en esta disciplina -marcó 16 goles así en su carrera- hizo tándem primero con Poyet (con 33 goles con la frente, el mejor cabeceador zaragocista en los últimos 45 años) y posteriormente con Yordi (firmó 19 a base de cabecear centros al área). Fue una década apabullante de goles por alto del equipo blanquillo. A la fiesta se sumaban cada año varias veces desde Higuera (9), a Milosevic (9), pasando por Morientes (10). Desde finales de los ochenta hasta el inicio del siglo XXI, los córner y las faltas del Zaragoza estaban ensayados, tanto en los lanzadores (Pardeza, Aragón, Nayim, Gustavo López...) como en los diversos cabeceadores puntuales. No es necesario retrasar el repaso cronológico a los tiempos de Amarilla (11) o Valdano (9). Más próximos en el tiempo aparecen los efectivos Ewerthon (8), pese a que no era muy alto, Diego Milito (8) o Hélder Postiga (8). El año pasado, Borja Bastón, en su fugaz paso de un curso por el Real Zaragoza, dejó una buena marca para un ariete en goles de cabeza: anotó tres, una buena media anual.


Ahora, encontrado posiblemente el mejor lanzador a balón parado de los últimos tiempos en las filas zaragocistas, Manu Lanzarote, y con el aliciente de lo ocurrido en los dos últimos partidos con los goles de Guitián en Elche y Dorca -su doblete histórico ante el Mallorca-, puede ser un buen momento para preparar someramente algún repertorio de jugadas de pizarra de modo que sea posible sacarle mejor y más rentable brillo a los goles de cabeza. Una herramienta de desahogo de partidos obturados que, como la desdeñada de los golpes francos (ni uno ha anotado el Zaragoza en 33 jornadas), tan útil es normalmente a lo largo de una temporada.




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