Rubiales, el exdefensa que agita al fútbol español a base de escándalos

Al presidente de la federación, que como jugador en el Levante se ganó el sobrenombre de Pundonor, le persigue el ruido desde 2018.

Luis Rubiales.
Luis Rubiales.
KIM HONG-JI/Reuters

Luis Rubiales (Las Palmas, 1977) pasó de ser un jugador con pundonor, apodo que se ganó en su época como futbolista del Levante, con quien disputó cerca de un centenar de partidos y tres años en Primera, a agitar el fútbol español desde la presidencia de la Federación Española de fútbol (FEF) a base de escándalos. El que fuera defensa -lateral o central- de hasta seis clubes españoles y del Hamilton Academical escocés siempre ha visto cómo el ruido le ha ido persiguiendo desde que llegara a 'mandamás' del fútbol español en mayo de 2018.

El incómodo beso a Jennifer Hermoso, máxima goleadora en la historia de la España femenina y campeona del mundo, ha sido el último caso de una extensa lista que se inició un mes después de su llegada al frente de la federación. Apenas 48 horas antes de que empezara el Mundial de Rusia, prescindió del seleccionador Julen Lopetegui tras anunciar el Madrid que lo había fichado como nuevo entrenador.

Fue su primer terremoto en el fútbol español, aunque su carrera de liderazgo extradeportivo empezó como portavoz de una plantilla levantinista, que llegó a anunciar en 2008 una huelga tras presenta suspensión de pagos, posteriormente desconvocada, en la sede madrileña de la Asociación de Futbolistas Españoles.

Años más tarde de luchar por los derechos de los futbolistas le llevó a dirigir la AFE. Como lider de este organismo, Rubiales, licenciado en Derecho y poseedor de un Curso de Dirección Deportiva, lideró la quinta huelga de la historia del fútbol español por un impago de La Liga.

Ahí empezó a tener una importante red de contactos que le permitió llegar al mando de la federación cuando cayó Ángel María Villar, que terminó en la prisión de Soto del Real por corrupción, tras casi 30 años al mando.

El lío de la Supercopa en Arabia

Su forma de gestionar el cisma de las 15 con aquella revuelta contra el seleccionador Jorge Vilda, puso de manifiesto su estilo de liderazgo. Cuestión de principios, poco amigo del perdón y de admitir errores. "El principio de diálogo es fundamental, pero también el de autoridad y el de jerarquía", dijo contundente.

Desde su llegada al organismo, el dirigente canario y criado en Motril (Granada), se enfrenta dialécticamente cada vez que puede a Javier Tebas, otro controvertido dirigente que es presidente de La Liga, por una gestión interna absolutamente contrapuesta a sus ideas y la utilización de todos sus resortes para vender los derechos de la Supercopa de España a la oscura Arabia Saudí, con importantes comisiones de por medio a través de Kosmos, la empresa que preside Gerard Piqué. "Lo único que tengo miedo es a que me metan cocaína en el coche", llegó a confesar el mandamás de la federación hace poco más de un año cuando denunció ser víctima de "una caza preparada, falseando la realidad", consecuencia de "una mafia" que le había robado información y conversaciones de su teléfono móvil privado cuando se defendió de las acusaciones que había recibido sobre el acuerdo con Arabia Saudí. El dirigente tuvo que responder ante el Consejo Superior de Deportes (CSD) después de que el Gobierno le exigiera dar explicaciones por haber grabado conversaciones privadas con altos cargos del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Entre otros, con el exministro de Cultura y Deporte José Guirao, y con la anterior secretaria de Estado para el Deporte, Irene Lozano.

Importantes subidas de sueldo

Rubiales vive en el conflicto y no rehuye ningún enfrentamiento. Con Luis Enrique y su ayudante, Robert Moreno, vivió uno sonado cuando éste asumió el cargo de seleccionador nacional durante unos meses al perder el primero a su hija por enfermedad.

Con los votos renovados hasta el 2024 después de que fuera el único candidato a la presidencia en el 2020, Rubiales sostiene que no ha tenido "ni una semana tranquila" desde que es presidente y él mismo ha afirmado tener 25 querellas, ya que "quieren acabar conmigo". Fue investigado por la Fiscalía Anticorrupción por una fiesta en un chalé de Salobreña en 2020. Tanto a él como a varios directivos se les acusó de haber utilizado tarjetas bancarias corporativas de la federación para pagar gastos relacionados con dicha fiesta. Se maneja bien en los escándalos y ha sabido sortear la polémica por cómo hizo crecer de forma exponencial sus ingresos anuales - triplicó su nómina y ya en 2019 quintuplicaba el sueldo de 85.000 euros del presidente del Gobierno - las ayudas a la vivienda de unos 3.100 euros mensuales para la compra de un ático en Madrid, o los audios filtrados en el que realizó comentarios despectivos hacia Sevilla, Valencia, Villarreal y Atlético de Madrid.

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