El espejo roto de Rubiales

Luis Enrique asumió el control total de la selección con la complacencia del presidente de la FEF, que compartía con él las formas y la gestión personalista.

Los jugadores españoles regresan a Madrid.
Los jugadores españoles regresan a Madrid.
LaPresse

Después de la exhibición verborreica en el Mundial, vía Twitch, Luis Enrique guarda ahora silencio cuando más se le reclama que alce la voz para afrontar su futuro. El fracaso en el Mundial deja en una situación muy comprometida a quien se erigió en el líder casi único del equipo, en el responsable de tomar todas las decisiones. También golpea a quien se lo permitió. Luis Rubiales, de vuelta en el mismo avión que trajo al seleccionador de la triste concentración de Catar, suma a sus líos económicos el derrumbe deportivo de quien ha sido la gran apuesta de su mandato. La próxima semana ambos se verán las caras de manera formal en una reunión en la que se decidirá si el seleccionador sigue o se marcha. Hasta ahora, la decisión parecía solamente suya, pero el cambio de escenario podría llevar a la Federación Española de Fútbol (FEF) a recular en su intención inicial de ofrecer la renovación al técnico asturiano. Según pasan las horas crece la sensación de que el asturiano se sentó en el banquillo de España por última vez en el Education City de Doha.

La nube negra empezó a asomar al alcanzarse la tanda de penaltis ante Marruecos. Luis Enrique se agazapó en el banquillo para asistir al desastre. "No ha habido la más mínima autocrítica", concluían algunas voces en las entrañas del estadio tras una comparecencia del seleccionador en la que siguió defendiendo con empecinamiento su plan. La derrota, en todo caso, mostró por primera vez la debilidad del seleccionador y abrió las primeras grietas.

En la zona noble del campo crecía también la incertidumbre por la reacción de Rubiales, hasta ahora el más firme defensor de Luis Enrique. En el Mundial de Rusia al presidente de la FEF ya le tocó vivir un momento esperpéntico en el cargo durante la destitución de Julen Lopetegui a pocos días del debut frente a Portugal. Elegido apenas dos meses antes, allí mostró su carácter volcánico e impredecible por primera vez.

Aquel Mundial, lógico, acabó en desastre. Al terminarlo buscó un alma gemela para el banquillo y encontró a Luis Enrique. Había riesgo alto de choque de trenes, pero congeniaron. Rubiales le entregó el poder absoluto en el equipo nacional convencido de una idea futbolística que hoy se ha mostrado ineficaz. El gijonés ha cumplido el ciclo Eurocopa-Mundial sin que se haya dado el gran paso adelante que se esperaba con su contratación. La buena imagen del último torneo continental y la clasificación para la fase final de la 'Nations Leagu'e no han encontrado una progresión. En lugar de mejorar, el juego de España se ha hecho previsible y monótono. En Catar se ha visto a una selección cada vez más encorsetada, sin dinamismo ni imaginación. Constreñida por las estrictas directrices marcadas por el jefe. El modelo innegociable de Luis Enrique no despegó pese a contar con una generación de jugadores muy ilusionante.

Rubiales asumió en su día el rol preponderante de Luis Enrique y le ha dejado hacer. Hoy le toca asumir también el batacazo y tomar decisiones. Consciente de su fuerza creciente en el organigrama, el seleccionador ha ido aumentando también el grado de ironía y de arrogancia en las comparecencias ante los medios y ha tomado decisiones al margen de la propia Federación, como el famoso canal de Twitch que estrenó en la residencia de la 'Qatar University' y que pilló por sorpresa a quienes se ocupan de esos asuntos dentro del 'staff'. Mientras las cosas funcionaron se le dio una importancia relativa, pero hoy también se cuestiona en privado. Más allá de una sobreexposición desmesurada, no se le ha encontrado otra utilidad. También decidió Luis Enrique jugar completamente de rojo para no usar la segunda equipación.

Gestión personalista

Cada uno en su terreno, Rubiales y Luis Enrique son ejemplos de gestión personalista. En el despacho, el presidente federativo deja poco margen a la improvisación a sus empleados. Él apunta hacia los enemigos y teledirige las operaciones. Acuciado por los escándalos, la selección también era una válvula de escape para él. Un éxito en el terreno de juego es capaz de ocultar hasta los líos judiciales. En el banquillo, Luis Enrique se maneja de forma similar. Se erigió como "líder" y eligió morir con sus ideas. "Soy el mejor entrenador que hay en la faz de la tierra", llegó a decir antes de empezar el torneo. Tras acabar la fase de grupos se otorgó un "notable alto" pese a lograr la clasificación con cierto sonrojo. Al caer eliminado ya no se atrevió a calificarse.

Ahora ambos, presidente y seleccionador, se sentarán para tomar una decisión en la que pueden volver a navegar contracorriente. Luis Enrique siempre agradecerá el trato que tuvieron con él desde la Federación durante la enfermedad de su hija. Rubiales no dudó en darle el tiempo que necesitara para afrontar ese duro momento y el duelo posterior. De igual modo, tampoco le tembló el pulso para recuperarle cuando el asturiano quiso volver a entrenar, aun a costa de destituir a un Robert Moreno que acababa de clasificar a España para la Eurocopa.

Fue en el contrato de esa segunda etapa cuando se acordó que Luis Enrique firmaría hasta el Mundial. También, que no se sentarían a hablar de una posible renovación hasta que no terminara esa experiencia. Nunca antes un seleccionador había iniciado un gran torneo sin tener su contrato cerrado o apalabrado. Fue otra concesión que hoy, sin embargo, podría resultar un alivio.

La FEF, como cualquier club, no permanece parada nunca. Ni en periodos de estabilidad. La cerrazón del técnico los obligó durante este último año a tener en mente las posibles alternativas. Fuera solo encontraron una: Marcelino García Toral. Dentro de la casa, otra: Luis de la Fuente, seleccionador sub-21. El desarrollo del Mundial ha abierto una tercera vía, la de Roberto Martínez.

"Tengo más salidas que el metro", decía el entrenador al acabar el partido ante Marruecos. Y es cierto. Ya tiene ofertas y no le costará encontrar trabajo. Solo hay un asunto que apoya su continuidad: la Final Four de la Nations League que se jugará en junio. La Federación tendría que transigir con un acuerdo por seis meses, y con solo un año por delante hasta la Eurocopa para el nuevo seleccionador. Los resultados no avalan ese privilegio.

En el avión de vuelta desde Doha, Rubiales y Luis Enrique habrán tenido tiempo para mantener una de esas interminables charlas que suelen sostener sobre el césped en la hora previa al inicio de los partidos. Quizás la reunión de la próxima semana acabe siendo solo un formalismo porque la decisión ya esté tomada.

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