El Real Madrid toma París y se mete en cuartos

Cristiano conduce a cuartos de la Champions a un Madrid notable y destroza otro proyecto del nuevo rico francés.

Los jugadores del Real Madrid celebran el pase a cuartos de la Champions
Los jugadores del Real Madrid celebran el pase a cuartos de la Champions

Zidane, que dejó en el banquillo a Bale, Kroos y Modric, volvió a superar en el planteamiento a Emery, que añoró a Neymar, fracasó de nuevo en Europa y será destituido a final de temporada. El club de leyenda, de las 12 orejonas y del cinco veces Balón de Oro, sofocó el infierno de París, tomó la 'ville lumière' e hizo añicos en el primer cruce otro proyecto del PSG, un nuevo rico en el que los millones del jeque Nasser Al-Khelaïfi no le llegan, ni por asomo, para conquistar Europa. El campeón galo se entregó a sus ultras y apeló a la heroica, a los árbitros y a toda Francia para la gran remontada, pero el Real Madrid impuso la ley del más fuerte sobre el terreno de juego. Se pueden quejar los franceses de que les faltaba Neymar, sin lugar a dudas su jugador más desequilibrante, pero Luka Modric y Toni Kroos, renqueantes, tampoco fueron alistados al principio por Zinedine Zidane en una decisión inteligente. El técnico marsellés se siente seguro de nuevo y pisa fuerte en el Madrid. Unai Emery, en cambio, tendrá que decir adiós a final de curso. Se le acabaron al de Fuenterrabía los ejercicios funambulistas en el alambre.

Ante una bestia como Cristiano Ronaldo, no hay insultos, ni bengalas, ni fuego que intimiden. Nada tan imponente como su ambición, su pegada descomunal. Y este curso ha sabido dosificarse en la Liga, de acuerdo con su técnico, pera llegar bien a su cita con Europa. De nuevo, marcó un gol clave, sobre todo por lo que suponía en ese momento. Era el inicio del segundo acto, cuando el PSG trataba de atacar para ponerse en ventaja. A partir de ahí, tres goles eran una montaña imposible de escalar para los parisinos. Y más tras la expulsión de Verratti, la viva imagen de la impotencia.

La aritmética del luso es extraordinaria. Doce goles ya en esta Champions, dos más que todo el Barça. Y nueve partidos seguidos marcando en el gran escaparate europeo, contando el doblete en la final de Cardiff ante la Juventus. Nada menos que 15 goles en sus últimos ocho partidos entre todas las competiciones. Con él, el Real Madrid pudo mantener sin apenas sufrimiento una suculenta ventaja lograda en la ida, que históricamente no le había servido ante el PSV Eindhoven, Grasshopper suizo, Kaiserslautern y el propio PSG, en 1993. Eran otros tiempos, fútbol sin Cristiano. El Madrid deambula por la Liga pero pisa fuerte en Europa. Cinco partidos de máximo esfuerzo hacia la 'decimotercera' y tercera consecutiva. Por juego parece que no le llega, por historia y futbolistas, le sobran argumentos.

Meritocracia

Zidane de decantó por la meritocracia más que por la fama y los galones, mientras que, a diferencia de lo que ocurrió en la ida, Emery recurrió a un peso pesado como Thiago Silva en el eje de la zaga y a la experiencia en el medio de Thiago Motta pese a estar al límite, ya con 35 años. No cabe duda de que Zizou es valiente y no se casa con nadie. Dijo en la previa que con él no actuarían de inicio futbolistas al 70 u al 80 por ciento y lo cumplió. Sí apostó por Marcelo en el carril zurdo, ya que el brasileño disfrutó de minutos y buenas sensaciones ante el Getafe, pero no por Kroos y Modric, ambos con sólo dos entrenamientos, ambos muy ligeros, sobre sus piernas.

Dos bajas muy sensibles, capitales, en el centro del campo de un Real Madrid que compareció a la gran batalla con Casemiro y Kovacic de medios puros, y Lucas y Asensio como volantes. El brasileño es un seguro porque auxilia siempre a todos y encima llega, pero el croata no termina de convencer en esa demarcación por esa tendencia natural a conducir en lugar de tocar y ofrecerse. Se ganó una tarjeta en el primer acto que le condicionó y debe aprender que debe correr siempre más el balón que el él. Como en el primer asalto, la suplencia de Bale no hizo sino corroborar que el galés saldrá al mercado en verano.

Espoleado por una hinchada encendida, el PSG trató de llevar la iniciativa, pero sin partirse. Pidió en la previa Emery más corazón que cabeza, pero se lo tomaron con demasiada paciencia. Como si buscaran casi más la posibilidad de encajar algún gol tempranero que les dejara virtualmente eliminados que marcar pronto el primero y generar tensión en los campeones. Salvo algunos desajustes y pérdidas de balón aisladas, el Madrid se manejó con solvencia ya en el primer acto.

El duelo, muy de tanteo entonces, se agitó sobre todo por alguna internada de Cristiano, siempre él, y un par de jugadas en las que Di María y Mbappé, que alternaron sus posiciones en las bandas, le ganaron la espalda más a Marcelo que a Carvajal. La mejor ocasión la tuvo Benzema, cuyo regreso a Francia despertó curiosidad y recelo. Se plantó en el área tras un gran pase de Marcelo en profundidad, pero, escorado, no supo batir entre sus piernas a Areola. El exportero del Villarreal abortó antes un toque sutil y de primeras de Ramos, a la salida de un córner. En el otro área, Mbappé fue quien no acertó ante Keylor, siempre atento y decidido.

No le quedaba otra al PSG que dar varios pasos adelante tras el descanso, pero enseguida el Madrid les golpeó. Una pérdida absurda de Alves, inexplicable en un jugador de su experiencia, preludieron una contra de libro que dibujaron Asensio y Lucas, dos balas, y culminó Cristiano, de enorme cabezazo. Los cuartos ya aparecían en el horizonte y más cuando Verratti se ganó la segunda amarilla por tirarse y protestar airadamente a Felix Brych, el árbitro de la 'duodécima'. Unos minutos de cierta relajación permitieron empatar a Cavani, casi de rebote, pero el Madrid ganó, por obra y gracia del omnipresente Casemiro. Y si no logró una goleada histórica fue porque Benzema fue un gatito en el área y Asensio y Lucas lanzaron a la madera.

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