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Caitlin Clark maravilla al mundo del baloncesto con otra actuación colosal

La estrella del baloncesto universitario clasifica a Iowa para la Final Four de la NCAA: aportó 41 puntos y 9 triples contra LSU, el actual campeón del torneo. 

Caitlin Clark, jugadora de Iowa Hawkeyes, en el partido contra LSU.
Caitlin Clark, jugadora de Iowa Hawkeyes, en el partido contra LSU.
Winslow Townson/Reuters

El mayor icono actual del deporte universitario estadounidense continúa su imparable camino para cambiar la historia del baloncesto femenino. Caitlin Clark, la promesa más grande que han visto las canchas del país de las barras y las estrellas en muchísimo tiempo y, a día de hoy, ya una figura totalmente consagrada, cruzó esta madrugada una nueva frontera al clasificar a Iowa para la ‘final four’ de la NCAA. Para ello volvió a rubricar una actuación estelar que sirvió para que las Hawkeyes doblegasen a LSU, vigente campeona del torneo, por 87-94 y consumasen así su revancha por la dura derrota que les infligieron la pasada temporada en el duelo decisivo por el título.

Caitlin Clark, máxima encestadora histórica de la NCAA con 3.900 puntos, autora de 540 triples a lo largo de su todavía inacabada etapa universitaria y segura número 1 del próximo ‘draft’ de la WNBA, materializó otra exhibición precisamente en las fauces de Angel Reese, líder de las Tigers de LSU y su principal rival generacional, para demostrar que no hay jugadora capaz de toserle. La base anotó 41 puntos (con un nueve de veinte en tiros de tres), capturó siete rebotes, repartió doce asistencias, colocó un tapón y firmó dos robos de balón para volver a posicionar a Iowa en la ‘final four’ de la NCAA por segundo año consecutivo.

Las miradas de todos los aficionados estadounidenses estaban puestas en Albany (Nueva York), escenario de un partido rebosante de morbo a raíz de lo que sucedió la pasada campaña en la final de la NCAA. Entonces LSU se llevó el título en un épico duelo que disparó la tensión entre Angel Reese, la otra gran figura del baloncesto femenino universitario, y Caitlin Clark, la mujer que está llamada a romper todas las barreras de su deporte. Dolida aún por aquella afrenta, Clark se cobró venganza en la noche del lunes al martes en un encuentro en el que volvió a sacar a relucir una capacidad ofensiva que no tiene parangón.

De otra dimensión

Clark lleva meses copando titulares en Estados Unidos, especialmente desde que a comienzos de marzo se convirtiese en la máxima anotadora en la historia del baloncesto universitario, sin distinción de géneros, reventando el registro que ostentaba el legendario Pete Maravich desde 1970. 

Su poderosa capacidad de atracción la ha hecho objeto de deseo de prestigiosas marcas y ha elevado la competición femenina a cotas de expectación muy superiores a las del ‘March Madness’ de la NCAA masculina. No en vano, uno de sus partidos, disputado en el campo de fútbol americano de la universidad de Iowa, pulverizó el récord de asistencia a un encuentro de la NCAA femenina al congregar a 55.646 espectadores.

"Esta vez (en la Final Four) probablemente me siento un poco mejor porque es mi año senior, pero el trabajo no está terminado", proclamó la fabulosa cañonera de la universidad de Iowa nada más barrer del mapa a LSU en un partido que le permitirá seguir soñando con alcanzar el título antes de dar el salto a la WNBA, donde con casi total seguridad recalará en las filas de las Indiana Fever, el equipo femenino de la tierra que vio nacer a otro mito del baloncesto con el que suele compararse a Caitlin Clark por la facilidad de ambos para descerrajar el aro rival, Larry Bird.

Nacida hace 22 años en Des Moines, capital del estado de Iowa, Clark, una metódica deportista que lanza 500 tiros por día y que empezó jugando en un equipo de chicos porque su padre no encontraba uno femenino para su retoña, era objeto de deseo de las más prestigiosas universidades estadounidenses desde que estaba en el instituto, pero ella siempre tuvo claro que quería vestir la camiseta de las Hawkeyes, el equipo de su estado. 

Su irrupción en el baloncesto universitario respondió con creces a las expectativas. En su temporada como novata ya fue capaz de liderar la NCAA en anotación con un promedio de 26,6 puntos por partido y elevó la cota en su año como ‘sophomore’ al registrar 27 tantos por encuentro.

En la campaña actual, cuarta y última dentro de su glorioso periplo universitario, ha vuelto a subir el listón con unos números difícilmente igualables. Sus 32 puntos, 7,3 rebotes y 9 asistencias por noche, con un 38% de acierto en triples, hablan de un talento generacional, una jugadora especial destinada a llevar la WNBA a otra dimensión una vez que se convierta en profesional. Pero antes le resta un último desafío: consagrar a Iowa con el ansiado trofeo de la NCAA. 

El 5 de abril se verá las caras con las UConn Huskies, mientras que South Carolina y NC State disputan la otra semifinal ese mismo día. La final, prevista para el 7 de abril, apunta a ser la ceremonia de coronación de una deportista nunca antes vista.

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