La soledad de Reynaldo

El presidente fue el único en acudir a la última ampliación de capital. También reforzó al equipo con fondos propios.

El presidente del Tecnyconta Zaragoza, Reynaldo Benito, en los aledaños del pabellón Príncipe Felipe
El presidente del Tecnyconta Zaragoza, Reynaldo Benito, en los aledaños del pabellón Príncipe Felipe
Oliver Duch

Zaragoza respira baloncesto por todos los costados. Su afición, una de las más entendidas de España, también se distingue por su entusiasmo y su fidelidad. Sin embargo, la capital aragonesa permaneció seis años, desde 1996 hasta 2002, sin un referente en el deporte de la canasta. Un vacío gigantesco que se resolvió, de la mano de un grupo de empresarios, con el nacimiento de Basket Zaragoza 2002. El proyecto no sólo recuperó el baloncesto de élite en la ciudad; también le devolvió la grandeza de antaño –tercer clasificado en la Liga Endesa– e, incluso, amplió después sus fronteras participando en la competición continental.

Pero el club sigue lastrado por su delicada situación financiera, víctima de la escasa implicación y la falta de respaldo de la sociedad aragonesa, incluidas las instituciones. "No puedo garantizar la continuidad del club", advirtió el pasado miércoles su presidente, Reynaldo Benito, hastiado de soportar, y además en soledad, una carga que se torna cada vez más pesada. La supervivencia de Basket Zaragoza se halla comprometida, sobre todo, porque quienes sostienen principalmente al club –los accionistas actuales, con Benito a la cabeza–, son siempre los mismos y, al margen de sentirse solos, cada vez se topan con obstáculos más elevados que sortear. Ellos acumulan todo el desgaste, al mismo tiempo que van perdiendo ayudas, año tras año, desde todos los frentes.

Mientras los ingresos se reducen, el club ha ido destinando diferentes partidas para liquidar la deuda contraída en ejercicios anteriores –sobre todo en su primer año en la élite, que alcanzó los dos millones de euros–, y en su momento tuvo que realizar el pago de la plaza ACB, que superó los 9 millones y que finalmente se amortizó en siete temporadas. En este aspecto, el club ha ido cumpliendo con todos sus compromisos financieros con puntualidad. Desde la llegada de Benito a la presidencia, la entidad siempre se ha distinguido por una gestión coherente y previsora. De hecho, el coste de la plantilla no ha superado los dos millones en las tres últimas temporadas.

Pese a todo, el escenario es desalentador. Tras los drásticos recortes de las subvenciones públicas, la junta directiva había cubierto sus expectativas presupuestarias a través de una ampliación de capital. Un soporte que estaba representado por sus propios accionistas, quienes inyectaban liquidez en los momentos más comprometidos. Sin embargo, la crisis económica también azotó a una junta directiva compuesta, en su gran mayoría, por empresarios vinculados al sector de la construcción. Y a ello hubo que añadir una reducción de los ingresos procedentes de segundos patrocinadores que, en algunos casos, ya no pudieron hacer frente a las cantidades pactadas en su día con el club zaragozano.

En este sentido, la soledad de Benito volvió a manifestarse el pasado mes de junio, cuando el Consejo de Administración de Basket Zaragoza tuvo que solventar una situación de máximo riesgo –otra más– al término de la temporada. Lo hizo al sacar adelante la ampliación de capital necesaria para dotar de viabilidad al club. La aportación aprobada entonces, de unos 850.000 euros, permitió a la entidad cumplir con los requisitos legales exigidos por el Consejo Superior de Deportes. Eso sí, al periodo de suscripción preferente para los accionistas, solamente acudió Benito. Y en la fase posterior, abierta a capital exterior –tanto público como privado–, tuvo que ser el presidente quien saliera nuevamente al rescate.

En sus 17 años de historia, el club ha llevado a cabo otras cinco ampliaciones de capital, al margen de la ejecutada el pasado verano. La primera tuvo lugar en 2003, por valor de 292.000 euros; posteriormente se produjo otra en 2005, en esta ocasión por 194.000 euros; la tercera, establecida en 1.445.000 euros, conllevó un cambio de poder, pasando Benito a la presidencia; otra se concretó en 2012, por 640.000 euros; y más tarde, en junio de 2016, se planteó una ampliación de 600.000 euros –que no llegó a cubrirse en su totalidad–, a la que acudieron la mitad de los accionistas, con Benito realizando el mayor desembolso.

Dinero propio para jugadores

Ya en el tramo final de la anterior temporada, Benito tuvo que hacer frente a otro importante esfuerzo económico. El equipo se hallaba a escasos centímetros de despeñarse a la LEB Oro, tras un curso plagado de contratiempos e infortunios –las marchas de Varnado, Sergi García y McCalebb– que lastraron drásticamente el rendimiento de la plantilla. El descenso, de haberse consumado, hubiera supuesto una descalabro mayúsculo, de consecuencias devastadoras, para un club oprimido por una coyuntura económica alarmante. Fue el propio Benito quien, con dinero de su bolsillo, reforzó la plantilla en el tramo final de la competición con las incorporaciones de Milko Bjelica y Dylan Ennis.

Sin ayudas institucionales, y tras la pérdida en 2016 de su patrocinador principal –la extinta CAI–, el club tuvo que recurrir a Tecnyconta –por entonces la empresa del vicepresidente, Emilio Garcés–, para seguir subsistiendo. Y ahora se ha abierto otro periodo de incertidumbre, después de que el grupo Consolis, gigante europeo de la fabricación de hormigón, adquiriese la empresa Tecnyconta el pasado mes de diciembre. "Sin el esfuerzo de todos, no será posible seguir", insiste el presidente, por si alguien quiere escuchar. De momento, ni las instituciones públicas ni las grandes empresas aragonesas se han sumado a la causa. "Si hay un proyecto que quiera venir, más solvente que el nuestro, no habrá ningún problema para ceder el paso. Pero llevamos así ocho años y no ha venido nadie...", añadió recientemente Benito, para retratar su soledad.

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