La madre de todas las Copas

Mucho antes en el tiempo que la España hegemónica de Gasol, bastante antes de los Juniors de Oro del 99 en Lisboa y un pelín antes incluso de la medalla de plata olímpica de Los Ángeles 84, aparece una fecha subrayada en el calendario del baloncesto español: el 1 de diciembre de 1983, la conquista de la Copa del Rey del CAI Zaragoza ante el Barça. Esa fecha significó un antes y un después. Para muchos analistas, incluso el punto de partida del baloncesto como fenómeno social en España. Fue la confirmación de que algo gordo se estaba gestando en el deporte de la canasta en nuestro país. A partir de ahí explotaron las publicaciones especializadas, los carruseles radiofónicos, el baloncesto como producto televisivo, como actividad que abandonaba el amateurismo de los gimnasios de los colegios y se adueñaba de los grandes pabellones. Todo eso parió la madre de todas las Copas, la primera Copa del Rey gestionada por la ACB, la Copa que el CAI le ganó al Barça en Zaragoza tal día como hoy hace exactamente 35 años (81-78) para asombro nacional y europeo.

El cerebro de ese club que abanderó la rebeldía y los valientes que la encarnaron se reunieron en la plaza que lleva el nombre de esta tierra para revivir la gesta. José Luis Rubio, referente de la ACB y padre de la criatura, evoca el punto de inflexión del baloncesto patrio. "Se acreditaron 200 periodistas. España tenía una selección joven y de calidad, con talentos extraordinarios como Fernando Martín y Corbalán (Real Madrid) o Epi (Barça). Todo el mundo sabía que se estaba moviendo algo importante. Faltaba la chispa para que explotara algo maravilloso. Y la chispa la puso el CAI en Zaragoza. Nosotros también teníamos un buen equipo. El fichaje de Kevin Magee nos dio el salto de calidad definitivo. Venía de la NBA y fue un jugador determinante en Europa. Después llegó la plata de Los Ángeles y todo lo maravilloso que vino luego. Pero esa fecha fue decisiva", reiteró Rubio.

Fernando Arcega, el ‘tercer americano’, el capitán que levantó la Copa, rebobina la epopeya. "Teníamos buenos bases (Bosch y Pepe Arcega); aleros de calidad (Indio Díaz y López Rodríguez); y por dentro, un gran americano, Jimmy Allen, y yo. Y Kevin Magee, que era de otro planeta. Ganamos y además demostramos que se le podía ganar al Barça o al Madrid. Fue el inicio de algo precioso", dijo el referente eterno del baloncesto aragonés.

El otro Arcega era un chavalito el día que cambió el baloncesto en España. "En ese momento quizá no nos dimos cuenta, pero a partir de ahí este deporte creció muchísimo. Zaragoza pasó a ser ciudad de baloncesto. Después, en 1990, volvimos a ganar la Copa con muchos jugadores de nuestra cantera. El CAI se ganó a pulso un respeto en España y en Europa", subrayó Pepe Arcega.

Paco Zapata también era un crío. Jugó la final siendo junior. "Ese partido marcó nuestras vidas. Recuerdo que cogí el último rebote y lo lancé al cielo en señal de júbilo. Nadie puede dudar de la trascendencia de esa final", insistió Zapata.

También era junior Raúl Capablo. "Significó una inmensa alegría y la constatación de que podíamos, de que el CAI tenía un sitio entre los mejores de España", apuntó el alero.

El tiempo jamás podrá borrar ese día, esa noche, el instante en que el CAI dijo presente en la vanguardia del baloncesto español y FIBA. Zaragoza pasó a ser referencia obligada de este deporte. Prácticamente todos sus integrantes alcanzaron la internacionalidad. Hasta el que llevaba el botijo, Paco Binaburo, recuperador del CAI y de la selección española. "¿Fernando Martín? Irrepetible. ¿Epi? Irrepetible. ¿Arcega? Irrepetible. ¿Rubio? Irrepetible. ¿Magee? ¡Irrepetible! Por eso ganamos la Copa del Rey. Por siempre estaré orgulloso de haber vivido esa gesta", concluyó.