"No he querido nunca que el cáncer me privase del deporte"

José Ignacio Román, de 59 años, juega al sala con el equipo de su hijo.

Padre e hijo posan con la camiseta de portero y de jugador del equipo de Susala Guasch de la Liga MLA.
Padre e hijo posan con la camiseta de portero y de jugador del equipo de Susala Guasch de la Liga MLA.
Francisco Jiménez

José Ignacio Román García, de 59 años, portero de fútbol sala de la Liga MLA, ha superado totalmente un cáncer de laringe, gracias al deporte, amigos y familiares, y en especial a María Teresa, su mujer, que le ha arropado en estos años tan duros de la enfermedad.

José Ignacio ha practicado deporte siempre, iniciando esta actividad como portero de balonmano en su juventud, que incluso llegaría a jugar en categoría nacional. Una de sus ilusiones de toda la vida era formar parte del equipo de fútbol sala de su hijo José Ignacio y de sus amigos, y ya lleva más de diez con ellos de portero. "Toda la vida me ha gustado jugar con ellos. Una vez en las fiestas de Zuera jugamos un torneo y nos quedamos los segundos, aunque esto fue antes del cáncer", comenta.

José Ignacio es el botón de muestra para muchas personas que sufren esta enfermedad y que están traqueostomizados como él. Los médicos lo tienen como un ejemplo para otros enfermos. "Por aquí pasó una persona que habla de maravilla, que juega al fútbol sala, -les dicen- me tienen como persona a imitar. A mí eso me hace sentirme bien, porque si lo he hecho yo, lo pueden hacer todos los que sufren esta enfermedad. No he querido nunca que el cáncer me privase de seguir practicando deporte. Por eso intento, cada día, jugar al fútbol sala, a fútbol 7 o a pádel. Mientras estoy jugando me olvido de todo, lo único que vuelven a mí son las sensaciones de cuando era joven: la competitividad y pasármelo bien", señala.

Para el hijo, que también se llama José Ignacio, es un orgullo tremendo ver a su padre cómo está de bien ahora y jugar en su equipo con los amigos. "Mis amigos lo tratan como uno más. Es el mejor del equipo, sin duda. Lo curioso, es que cuando vamos a jugar un partido, lo primero que piensan los contrarios es que a este equipo, y con este hombre de portero les vamos a meter un montón de goles. Y luego lo que ocurre es que la gente se sorprende cuando empieza a parar. Cuando acaba el partido a la primera persona que van siempre a felicitar es a mi padre", afirma uno de sus hijos, que analiza lo que ha sido el cáncer para su padre y las secuelas físicas de esta enfermedad: "Hace diez años mi padre pesaba veinte kilos menos y no podía pronunciar ni una sola palabra. Intentamos hacer una etapa del camino de Santiago y no podía respirar. Todo ha sido sobrevivir y supervivencia. Lo que nos sorprende es que cada año que pasa sigue estando al mismo nivel como portero".

José Ignacio, desde la portería, ve el juego muy bien, y alguna vez se enfada con los jugadores de su equipo. «A veces me gustaría que luchasen un poco más como jóvenes que son, les falta un poco de rasmia». Al no poder hablar en el campo, tiene señas y silbidos para que atiendan a sus indicaciones: "Cuando veo que hay alguna marca sin coger, les pego un silbido y enseguida me hacen caso", concluye.

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