Iván Sala Lozano, tiene 13 años, lleva unos meses pitando en la liga interna del colegio Doctor Azúa y lo hace muy bien, según los responsables del baloncesto en el colegio, además de ayudar en torneos y otras actividades en el colegio. Su abuelo fue árbitro profesional de baloncesto, y fue él quien entrenó a su madre. "Mi madre me enseñó el baloncesto cuando yo apenas tenía tres años y en septiembre del año pasado, mi abuelo me regaló su silbato y su placa de colegiado nacional y eso ya fue lo que hizo que estuviera más encantado con el tema de ser árbitro. Me gustaba seguir su ejemplo", afirma Iván.

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Cuando estaba en los primeros cursos de Primaria no los dirigía todavía, pero sí hacía de mesa. Empezó a dirigir partidos en cuarto de primaria en la liga interna del colegio, a chicos de 1º y 2º de primaria. Aunque, de momento prefiere el balón. "Ser árbitro está muy bien, y me gusta mucho, pero de momento, prefiero el balón”.

El joven árbitro sabe de la responsabilidad de ser un juez deportivo. "Muchas veces estoy asustado al principio, pero cuando ya llevo un rato centrado en el juego me siento muy bien, ya que, al final, estoy haciendo algo que me gusta. Mis amigos ser ríen por llevar un silbato en la mochila, pero luego, cuando me toca arbitrar o estoy de árbitro en un amistoso entre nosotros, muchos dicen: hacedle caso que es muy honrado y sabe mucho sobre esto", señala.

A Iván le gustaría dirigir partidos oficiales en cuento pueda, ya que ahora hasta los 16 años no puede todavía, aunque también quiere ser entrenador de baloncesto. "También me gustaría entrenar a un equipo, pero todo no se puede ser". Al final, tendrá que elegir una cosa u otra. "De momento voy a seguir con el baloncesto, pero de jugador, ya que quiero seguir viviendo experiencias y jugando a lo que me ha gustado desde siempre, el baloncesto".

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