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Deporte de élite y maternidad: “El único momento que no pienso en mi hijo son los 60 minutos del partido”

Solo cuatro meses después de dar a luz al pequeño Martín, la aragonesa Lorena García se reincorporó a su labor como árbitro de balonmano en la Liga Asobal. “El único secreto es la disciplina”, asegura.

Lorena Garcia, árbitra de balonmano, durante un entrenamiento en la terraza de su casa. Al lado, el pequeño Martín, de 10 meses, juega con una kettlebell.
Lorena Garcia, árbitra de balonmano, durante un entrenamiento en la terraza de su casa. Al lado, el pequeño Martín, de 10 meses, juega con una kettlebell.
Álvaro Sánchez

Lorena García se adentró en el mundo del balonmano con apenas 12 años. Empezó, como tantos otros, jugando en el barrio, con sus amigas, hasta que a los 18 dio el paso y realizó el pertinente curso para arbitrar un deporte que cada vez le atraía más “por los valores que transmite”. De esta forma, tras convertirse en entrenadora, alcanzar la selección aragonesa y competir en División de Honor plata femenina con el Rótulos Plasneón, esta zaragozana, de 31 años “recién cumplidos”, se adentró en una de las múltiples profesiones que ocupan actualmente su día a día.

Porque, además de arbitrar en la máxima categoría del balonmano nacional (Liga Asobal), Lorena García también dedica una parte muy importante de su vida a otras facetas: trabaja en un negocio familiar, es entrenadora personal especializada en mujeres embarazas y, desde hace 10 meses, se adentró en el apasionante y desconocido mundo de la maternidad. “Ser madre es muy fácil, lo difícil es compaginarlo con el resto de cosas que hacía antes”, bromea.

La llegada del pequeño Martín supuso un importante vuelco a su ya ajetreada vida. “Normalmente, de un embarazo y un parto no te recuperas físicamente hasta un año después. Martín nació el 29 de junio de 2023 y el 11 de noviembre estaba arbitrando en Asobal”, rememora. Poco más de cuatro meses para readaptar su cuerpo a nueves meses de embarazo y 36 horas de parto.

Lorena García, con el uniforme de árbitro, junto a su hijo Martín, también vestido de colegiado.
Lorena García, con el uniforme de árbitro, junto a su hijo Martín, también vestido de colegiado.
Álvaro Sánchez

“Estuve arbitrando embarazada sin que nadie lo supiera, pero a los tres meses paré. Psicológicamente fue lo más difícil, llevar una vida en la que los fines de semana no se arbitraba. Llevo 14 años y no sé qué se hace un sábado si no es pitar a balonmano. Me costó un poco asimilar eso”, asegura García, cuyo único secreto para tan rápida reincorporación fue “la disciplina”. “Engordé 18 kilos y mi objetivo era volver a estar como antes cuanto antes. La recuperación fue tan rápida gracias al trabajo que realicé durante el embarazo”, considera.

Pasión por el deporte

Lorena asegura que le encanta entrenar. “Forma parte de mi día a día, no me supone un gran esfuerzo”, afirma la colegiada, que cada seis meses se somete obligatoriamente a las pruebas físicas que exige la mejor competición del país. “El balonmano actual es muy rápido, hay que estar ágil y fuerte para evitar lesiones o sobrecargas”, explica.

Pero, con un bebé recién nacido, ¿cómo lleva a cabo la necesaria rutina de entrenamientos? “Entreno de manera muy funcional, en un ejercicio hago diferentes grupos musculares. Cuando puedo, intento salir a correr o bajar al gimnasio. He llegado a entrenar en la terraza de mi casa mientras mi hijo dormía la siesta para optimizar el tiempo”, señala la zaragozana, que tiene en su marido “el mejor aliado” para compatibilizar todas sus labores.

“Los primeros meses son complicados: el primer viaje, la primera separación de Martín… Además, yo hacía lactancia exclusiva materna, lo que implicaba llevar una nevera a todos los partidos. Él se adaptó muy rápido a todo, igual que se adaptó a que su mamá tenía que viajar”, apunta Lorena, que 10 meses después de dar a luz tiene claro qué ha sido lo más duro del proceso.

“Desconectar mentalmente de Martín. Han pasado 10 meses y el único momento de la semana que no pienso en mi hijo son los 60 minutos del partido. Requiere tanta concentración, que es el único instante que me evado de cómo habrá dormido, si habrá o no comido… Al ser madre he aprendido que nunca puedes hacer planes porque todo es susceptible de cambiar”, dice con una sonrisa.

La misma que brilla en su rostro cuando, “reventada tras un viaje largo y un partido difícil”, emerge el pequeño y simpático Martín en la estación Delicias de Zaragoza. “Siempre viajo el día del partido o uno antes. Vuelvo en cuanto puedo para estar en casa. Cuando bajo del tren y me reconoce, esa sonrisa hace que se me pase rápidamente cualquier agotamiento”, finaliza Lorena.

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