Estreno a domicilio del 'plan Víctor'

Tras el feliz debut hace 14 días en La Romareda, el técnico quiere que su Real Zaragoza sea igual fuera de casa.

Alberto Zapater, en el gélido entrenamiento que tuvo lugar en la mañana de este viernes.
Alberto Zapater, en el gélido entrenamiento que tuvo lugar en la mañana de este viernes.
Toni Galán

Llega este sábado, a la hora del postre y la sobremesa (16.00), el primer partido de 2019 para el Real Zaragoza. La liga se reanuda, con la penúltima jornada de la primera vuelta, tras el breve parón por las fiestas navideñas, a las que el equipo aragonés llegó bajo los efectos de un bálsamo eficaz, antidepresivo, antipirético, calmante, cual fue la victoria por 2-1 en La Romareda ante el Extremadura. El nombre del medicamento fue ‘Víctor Fernández’, que ese día se estrenó como tercer entrenador del equipo en lo que va de temporada y, en apenas 72 horas de trabajo intensivo, en el apartado futbolístico y, sobre todo, en el psicológico, logró convencer al apocado vestuario de que no son tan deficientes jugadores como para estar en zona de descenso, como así era a la llegada del veterano técnico zaragozano hace apenas 15 días.

Es necesario hacer este preámbulo para entender lo que supone el duelo de este sábado en Gijón. Porque Víctor, aprovechando el lapso de Nochebuena y Nochevieja y el dulce paladar que dejó la reacción del equipo ante los extremeños, ha querido inocular entre sus pupilos la idea de seguir jugando este sábado en El Molinón con el mismo espíritu, con el mismo estilo, con las mismas ansias positivas que la apurada plantilla zaragocista demostró ante los de Almendralejo cuando el oxígeno ambiental era poco y la situación apretaba al límite en el zaragocismo.

Víctor quiere volver a ver, esta vez a domicilio, un equipo valiente, sin miedo a fallar, con descaro e improvisación individual en zonas de ataque y definición. También con solvencia en defensa, sin riesgos innecesarios, con contundencia cuando sea preciso. Y con mucho gusto por jugar la pelota, que no le queme a nadie, que todo el mundo se sienta protagonista con el balón en el pie, ya sea punta, medio o defensor.

Puesto en pasiva, hoy se espera desde el nuevo timonel de la caseta zaragocista (que estará en la tribuna curiosamente, pues está sancionado por dos partidos al ser expulsado el último día) que el Zaragoza ofrezca ante el Sporting una cara alejada al máximo del equipo timorato, catatónico e incapaz que se vio en los dos últimos desplazamientos, con feas derrotas por 3-1 en La Coruña y 2-0 en Alcorcón. Algo que ya había sucedido antes en Elche o Soria, en tiempos de sus antecesores, Alcaraz e Idiakez. Esto es pecado.

Víctor Fernández ha explicado a los suyos que el ideal de su fútbol es jugar de manera similar fuera y en casa. No debe haber más diferencias que aquellas que surjan por causas ajenas, las que marquen los rivales. El Zaragoza ha de tener un carácter constante. Y el espejo a mirarse –y mejorar cada día– es el del partido ante el Extremadura el último día en La Romareda. Ha de haber muchas combinaciones, un buen número de llegadas al área, de remates a puerta, todo el mundo ha de encarar, ganar superioridades, abrir espacios a los demás, romper líneas con ímpetu y decisión. El miedo sobra.

En un día donde José Luis Loreto, el segundo entrenador, será la voz en la banda del castigado Víctor, el Zaragoza parte con la baja por lesión de Álvaro Vázquez, pero recupera de la enfermería al portero Cristian Álvarez y al lateral Benito, dos baluartes en el diseño básico. Zapater, el otro día carrilero postizo, puede volver al medio campo si la apuesta de Víctor respecto de Papunashvili, todavía renqueante en su físico, es seguir guardándolo como agitador en el final del partido y no ponerlo aún desde el inicio.

El Sporting, en mitad de tabla y en fase reactiva tras haber cambiado también de entrenador (José Alberto por Baraja), será hoy un fiel termómetro de la evolución del Real Zaragoza esta Navidad.

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