El hombre que hacía brillar a los alpinistas

Abdul Karim, el porteador más famoso del Karakórum, ha sido durante años parte clave del éxito de las expediciones de afamados escaladores como Messner o Bonington.

Abdul Karim contó el pasado viernes su historia en el hotel NH de Zaragoza
Abdul Karim contó el pasado viernes su historia en el hotel NH de Zaragoza
Raquel Labodía

Abdul Karim no se eleva mucho más de 150 centímetros por encima del suelo. Tampoco posee, en apariencia, unas extremidades especialmente fuertes ni el cuerpo más adecuado para el tremendo esfuerzo que requieren las grandes alturas. Sin embargo, engaña completamente a la vista su tremenda fuerza y fortaleza. En ese pequeño envoltorio es como se dispone el porteador más famoso del Karakórum, la cordillera asiática que alberga cinco de los 14 ochomiles del planeta. Las hazañas de leyendas del alpinismo como Reinhold Messner, Chris Bonington o Jean Marc Boivin no hubieran sido posibles sin la colaboración de héroes anónimos –ahora ya no tanto– como Karim.

"Mi sueño es ayudar a otros a alcanzar los suyos", expresa en Zaragoza, donde esta semana se ha sometido a un reconocimiento médico y ha contado sus experiencias en una charla. De así haberlo deseado, podría haberse convertido en uno de los mejores escaladores de la historia. Con unas condiciones físicas envidiables y un completo conocimiento de la zona, la pelota estaba en el tejado de este porteador pakistaní de unos 65 años (la fecha de nacimiento no parece tener en su país la misma importancia que en el mundo occidental). Sin embargo, no sintió la necesidad. Numerosas han sido las veces que este pequeño gran hombre se ha quedado a escasos metros de alcanzar las más imponentes cimas portando las cargas, guiando e incluso insuflando ánimos a expediciones norteamericanas, británicas, italianas, alemanas… Estas le han enseñado el inglés que, sin resultar precisamente académico, parlotea animado mientras centellean sus ojos marrones. Desde que empezó a trabajar en 1977, Karim no ha sentido la necesidad de situarse en un primer plano. Se ha debido a sus montañas, a su zona. Prueba de ello es que no ha llegado a escalar el pico más alto de la Tierra: el Everest (8.848 metros). Está situado en el Himalaya, algo alejado de su Hushé natal, en la región del Baltistán.

El pequeño y deprimido pueblo de Karim se sitúa nada menos que a 3.150 metros de altitud. Casi como vivir en el Aneto. Durante los meses en los que la nieve no lo cubre todo (de octubre a marzo, aproximadamente), los habitantes de esta remota aldea situada en el norte de Pakistán basan su modo de vida en la agricultura –casi de autoabastecimiento– y el ganado. El resto del año, portean todo lo que sus fuerzas les permiten para mantener a sus familias. Karim tiene ocho hijos.

Unos pequeños hilos conectan su historia personal con nuestra Comunidad. Por mediación de Sebastián Álvaro (director durante 27 años de ‘Al filo de lo imposible’ y gran amigo del porteador), los miembros de la asociación Sarabastall, asentada en la comarca del Bajo Aragón-Caspe, llevan 17 años acudiendo ininterrumpidamente a su aldea para realizar programas de educación, sanidad o higiene femenina. "Si no tienes estudios, no tienes nada. No puedes luchar por tus derechos o por unas mejores condiciones de trabajo. ‘Mucho problema’", desliza algunas palabras de español entre su inglés. Una graciosa aunque quizá incoherente combinación con el típico gorro baltí que porta, símbolo del alto grado de respeto del que goza en su región. Es considerado un héroe local. Cuando se recompone, se le ve verdaderamente convencido del poder de transformación que puede tener la educación en su pueblo. Él no ha tenido acceso a los estudios.

Little Karim

El porteador más famoso del Karakórum ha dejado su sello personal desde sus primeros pasos, cuando Chris Bonington le ‘bautizó’ como ‘Little Karim’ (Pequeño Karim). En 1978, el escalador inglés estaba haciendo la prueba a aquellos que consideraba sus potenciales porteadores. "Todos eran fuertes. Llegó hasta mí y me dijo: ‘No, no. Tú eres demasiado pequeño’", rememora. ¿Qué hizo Karim para demostrar su valía? Cogerlo en brazos y darse una vuelta por el hotel con él. "Debía pesar unos 125 kilos", ríe. Las botas de montaña que calzó en esa expedición pesaban cinco kilos cada una, crampones incluidos.

En 1985, protagonizó otro momento para la historia. Uno vetado casi a cualquier mortal: subió hasta la cima del Gasherbrum II (8.035 metros) un ala delta que pesaba "unos 35 kilos" para que el francés Jean-Marc Boivin fuera el primer hombre en volar desde la cumbre de un ochomil. "Llevaba los pies congelados. Pero me froté las manos, me las puse en el pecho durante cinco minutos para entrar algo en calor y lo acabé haciendo", asegura, como prueba de que nada se le resiste. Su logro quedó inmortalizado para la eternidad en el documental ‘El pequeño Karim’, uno de los tres que se le han dedicado a su figura.

Su imperfecta pero entrañable sonrisa se eterniza cuando habla de la montaña. "Estoy muy feliz, no puedo vivir sin ella. Canto, bailo… La gente me dice ‘Karim, estás loco’", cuenta. Antes de volver a recobrar la alegría, un instante de tristeza se eleva en la sala. "Ha habido muchos momentos malos. Muchos amigos han muerto", reconoce, consciente del peligro inherente a toda expedición. Sin embargo, no quiere prodigarse demasiado en esto. Enseguida cambia a un tema –que repetirá en varias ocasiones– que parece interponerse en la lógica de su menuda fisonomía: la comida. "El único problema es que tengo hambre. ¡Apenas se puede comer a esas alturas! Si eso galletas y un poco de sopa", afirma.

Recuperación y vuelta

Karim ya prepara su regreso. El porteador pakistaní fue operado de la vesícula el año pasado y no ha escalado desde entonces. Pese a su buen estado, los años no pasan en balde, aunque pareciese lo contrario en su caso por sus hazañas en las cumbres. "Para él, ha sido más difícil estar casi cuatro meses en el hospital de Islamabad que subir al K2 (la segunda montaña más alta del planeta)", asegura su círculo más cercano.

"Por ahora, sólo he estado a unos 4.500 metros", explica Karim, con total naturalidad. Y manifiesta su desagrado al contar que el médico le recomendó que no fuera a la montaña. Aunque ya no dirige expediciones con 15, 20 o 25 kilos a su espalda ni sube ochomiles, ha sabido reacomodar sus objetivos en función de su momento vital. En estos momentos, pretende atacar la cota de los 6.000 metros. "Quiero descubrir los centenares de montañas que nunca han sido subidas y abrir nuevas vías. Eso es lo que me gusta", afirma. Las ganas que tiene de volver le impulsan a marcar una fecha concreta: "julio, ‘inshallah’ (si Dios quiere)". Será entonces cuando continúe agrandado su leyenda.

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