Teresa Perales: tenacidad, valor, esfuerzo, una leyenda del deporte español

Ganadora de 26 medallas olímpicas, 20 mundiales y 42 europeas, ha dado luz y dimensión al deporte paralímpico.

Teresa Perales
Teresa Perales: «Hay que pelear todos los días por lo que quieres»
A. N.

El día de su boda, Teresa Perales (Zaragoza, 1975) entró en el Pilar de pie, caminando, emocionada. Quería llegar así, con un vestido blanco, largo. Regalarle a sus marido mucho más que su promesa de amor. Porque aquello le costó a esta mujer tenaz, sonriente, vital, optimista, única... muchas horas de ensayo en el pasillo de su casa, con unas muletas y unos aparatos en las piernas con los que tenía que controlar sus pasos. Y lo hizo esta incansable luchadora que trabaja con ahínco por todo lo que se propone, y sobre todo como madre de un niño de 8 años. Ganadora de 26 medallas paralímpicas, 5 récords del Mundo, 20 medallas mundiales, y 41 europeas, a sus 42 años, es ya una leyenda del deporte español, la más laureada y que aún puede aumentar su palmarés en la próxima cita olímpica de Tokio en 2020. "Cada competición que supero me sirve para ver cuáles son las sensaciones. Voy quemando etapas y la próxima será el Mundial de Malasia en 2019. Este será definitivo ya que se repartirán las plazas para los Juegos. Me quedan muchos kilómetros por recorrer, pero quiero seguir teniendo esa ilusión". Pero para Teresa Perales las medallas son simples metales que durante años tuvo metidos en una caja bajo la cama, "porque no te presentas a la gente diciendo: “Hola, soy Teresa Perales y tengo medallas olímpicas”", aunque reconozca que es ahora, cuando sabe que ya es algo mayor para la competición, cuando busca de verdad alcanzarlas, como un reto personal.

Ha sido elegida entre las Top 100 Mujeres Líderes en España en la categoría de cultura, ocio y deporte. Fisioterapeuta y ‘speaker’ especializada en motivación y deporte, en sus conferencias pone de manifiesto su lema: querer es poder. Largamente laureada (Premio Nacional del Deporte Infanta Sofía; Medalla de Oro al mérito en el trabajo. Medalla de Oro de las Juventudes Francesas y el Deporte; Hija Predilecta de la ciudad de Zaragoza... ), en 2016 fue finalista al Premio Príncipe de Asturias, cuya candidatura fue impulsada por Vicente del Bosque y avalada por un amplio número de deportistas, todos premiados en ediciones anteriores: Miguel Induráin, Arantxa Sánchez Vicario, Manel Estiarte, José Vicente (Pepu) Hernández, Rafael Nadal, Iker Casillas, Xavier Hernández, José Mª Olazábal, Marc y Pau Gasol. A ello se une ahora el Premio Heraldo a los Valores Humanos y el Conocimiento 2018: "Cuando recibes un premio siempre piensas que es el último que te dan, que es un regalo inesperado que llega a tu casa. Pero cuando es uno tan importante como el de HERALDO no solo te sientes feliz, sino que te da fuerzas para mejorar y seguir adelante", dice. Un premio creado para galardonar cada año a un aragonés, o a una institución aragonesa, que se haya distinguido especialmente por su personalidad y por su contribución a la mejora social o cultural de sus conciudadanos.

Marcada por dos hechos fundamentales, la pérdida de su padre con 15 años -"lo peor que me ha pasado en la vida"- y una neuropatía a los 19 que la dejó en una silla de ruedas, que le privó de movilidad en las piernas, recurrió a la piscina como un medio en el que lograr mayor libertad, aunque la natación no había sido hasta entonces su deporte favorito. "Nadie nos imaginamos la vida con un trasto debajo del trasero (y señala la silla de ruedas) o con cualquier otra discapacidad sobrevenida; o con cualquier problema que te pueda surgir. Sabemos que la vida está llena de baches y siempre piensas ¡eso les pasa a los otros! En mi caso, haber perdido a mi padre a los 15 años me hizo ver que era muy egoísta si no seguía disfrutando de la vida. No quiero decir que tuviera mis momentos al principio, porque pasé las fases que tenía que pasar de negación, ira… pero llegó un momento en el que me aburrí de mirar mi propio ombligo".

Sus triunfos han abierto la puerta a la esperanza a las personas con discapacidad física, "porque cambia mucho la perspectiva que uno tiene de sí mismo, te ayuda a entender tu cuerpo y sus limitaciones. Yo recuperé cierta autonomía personal al ver cómo mis compañeras se cambiaban solas; me hizo querer hacerlo yo también. El deporte te enseña a tener paciencia y a relativizar todo porque descubres a gente con más discapacidad que la tuya logrando gestas deportivas increíbles".

Pero, además, ha sido una de las mayores impulsoras del cambio de imagen y de la apertura a la sociedad del deporte paralímpico hasta situarlo como un deporte en sí mismo.

Ha ejercido diferentes cargos de gestión y responsabilidad pública: diputada en las Cortes de Aragón por el PAR, directora general de Atención a la Dependencia del Departamento de Servicios Sociales y Familia del Gobierno de Aragón; asesora del Departamento de Servicios Sociales y Familia y asesora del Área de Fomento y Deporte del Ayuntamiento de Zaragoza. Un paso por la política que se trabajó mucho y que explica al decir que ha tenido una mirada diferente, "porque en vez de vivir la del rechazo, he tenido la más cariñosa, aunque no siempre es así. Esta es la manera fácil de pensarlo, la real es que me lo he luchado muchísimo. He tenido que demostrar muchas cosas, pero no por la silla, sino porque soy mujer, joven, porque tengo una discapacidad, porque soy deportista, porque conjugar estas cuatro cosas es muy complicado. Para mí hay tres tipos de mirada, la normal, de la persona que me conoce y que al llegar a más gente por mis actividades, es la que más me encuentro. Pero, al principio, tenía la del paternalismo o la del rechazo. La que más me he encontrado es la paternal, porque, como siempre sonrío, es difícil rechazarme. Es más dolorosa, porque yo me decía: “¿Por qué? Si soy una persona perfectamente normal que he hecho muchas más cosas que la mayoría de la gente”".

Suele contar cómo la primera vez que se metió en una piscina iba con un chaleco salvavidas y, "ahora no sé dónde está el límite". Porque para ella, el agua es sinónimo de libertad, el lugar donde se siente libre, donde está frente a sí misma. Aunque asegura que "no hubo un antes y un después" de la enfermedad. "No es para mí tan importante la silla de ruedas porque he seguido haciendo mi vida, más bajita, pero igual. La silla no me marca ningun aspecto de mi vida; me puede impedir no subir un escalón y es una faena y en algunos momentos es muy duro no poder subir un puñetero escalón, porque te impide llegar a sitios de acceso sencillo, pero nada más, de ahí no pasa".

"Me olvido de la silla; no me doy cuenta de dónde estoy, lo hago cuando la gente me mira un poco diferente o quien no sabe nada de mí y me mira como diciendo ‘pobrecita’ y me digo ¿por qué?, y es cuando recuerdo que voy en ella".

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