botánica oculta

Ramitas de poleo para proteger los hogares de las tormentas

El terror a que la tormenta fuera la ira de los dioses llevó a muchas civilizaciones a buscar remedios mágicos para aplacar la furia. Y el poleo era el favorito en la Península Ibérica

poleo
Recreación de flores y hojas de poleo
Heraldo

Los fenómenos meteorológicos han sido durante miles de años un motivo de preocupación para el ser humano. El terror a que la tormenta fuera la ira de los dioses llevó a muchas civilizaciones a buscar remedios mágicos para aplacar la furia. Uno de los más comunes era hacer uso de determinadas plantas y colgarlas en las puertas a modo de protección. El poleo (mentha pulegium) fue una de las especies más utilizadas en la Península Ibérica.

Los campesinos acostumbraban a colocar poleo en la casa con la firme creencia de que el rayo tiende a esquivar esta planta, aunque nunca se ha explicado el por qué de este peculiar poder mágico. Afortunadamente, en 1752 Benjamin Franklin descubrió, gracias a la llave colgada en la famosa cometa, que el metal atrae a la electricidad y, desde entonces, se pudieron construir pararrayos. El poleo dejó de ser un amuleto para limitarse al uso de rica infusión.

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