Plantas carnívoras: la trampa perfecta

>> Supervivientes.  Charles Darwin es el padre de la teoría de la evolución. El científico británico, mediante el método de la observación, dedujo que la vida evolucionaba a través de mutaciones genéticas que permitían a las especies adaptarse a circunstancias adversas. Las plantas carnívoras fueron para Darwin uno de los puntos más importantes de la teoría evolutiva.

Estas plantas viven en suelos pantanosos y ácidos, carentes de nitrógeno. Las sales minerales que las plantas captan de la tierra son insuficientes y se hace necesario obtener el alimento por otra vía: la de los insectos. A lo largo de millones de años, las hojas de estas plantas han evolucionado hasta convertirse en trampas perfectas que atraen a los insectos a una muerte segura. Enrolladas hasta formar una cavidad, contienen enzimas digestivas disueltas en agua de lluvia que digieren a la presa. Lo más fascinante de las plantas carnívoras son sus trampas: las hay de todo tipo, desde pequeños pozos de agua a cárceles con barrotes, pasando por cavidades con tapa o incluso cepos.

TRAMPAS PERFECTAS

>> ¡A la cárcel!. >> La venus atrapamoscas (dionaea muscipula) atrae a las víctimas con un jugoso néctar. Cuando el pequeño insecto se posa en la hoja para beberlo y roza unos sensores que tiene la trampa, esta se cierra y lo deja atrapado entre unas púas que actúan a modo de barrotes.

>> Aspirador letal. Las utricularias viven en ambientes acuáticos y toman su alimento de los insectos que sobrevuelan la superficie del agua. Pero no esperan a que se posen en ellas, sino que los succionan directamente al menor roce. Comen también larvas e incluso pequeños peces.

>> Un jarrón con tapa. Las nepentes son las carnívoras más famosas. A simple vista parece una planta normal, hasta que, al madurar, sus hojas se convierten en pequeños jarrones que terminan en una tapa. En el recipiente se acumula el agua con jugos digestivos, que atrapa incluso a grandes presas.