Campamentos de convivencia intergeneracional en Ozanam

Durante una semana los mayores han compartido actividades con pequeños de hasta 8 años.

Una imagen de las jornadas de convivencia del año pasado.
Campamentos de convivencia intergeneracional en Ozanam

Entender mejor el proceso de envejecimiento, imprimir alegría a los centros de Ozanam y lograr beneficios y solidaridad mutua entre niños y mayores. Estos son los objetivos globales de las Colonias Intergeneracionales que durante esta semana organiza la Residencia CAI Ozanam Oliver, de Zaragoza.


Este viernes, una fiesta organizada entre todos los participantes, pone fin a esta semana de convivencia entre pequeños de hasta 8 años - familiares de residentes e hijos de los trabajadores de Ozanam-, con personas mayores que acoge esta institución. "Los resultados de la edición del año pasado desbordaron nuestras expectativas", explican desde la fundación. "Se crearon lazos personales muy fuertes, con la promesa de volver a visitarse, e incluso nos encontramos con la mejora del estado físico y emocional de algunos residentes".


Ozanam realiza actividades intergeneracionales en sus centros a lo largo de todo el año con colegios y, viendo sus beneficios "decidimos tener una experiencia un poquito más larga a partir de estas experiencias puntuales", explica Yolanda Rodríguez, subdirectora de Mayores de la Fundación.


Así, durante esta semana, grandes y pequeños han compartido salidas a los parques y huertos de la zona, manualidades o juegos musicales, actividades organizadas de manera que los niños conviven tanto con residentes autónomos como con los que sufren algún tipo de deficiencia física o mental, "pero organizados en grupos homogéneos", en función de su situación, explican. El cariño, la jovialidad y la compañía son moneda de cambio en estas actividades, en las que también participan personas con alzhéhimer u otras enfermedades de deterioro cognitivo.


Es un proyecto que "rompe totalmente la rutina de los mayores porque los niños les aportan mucha alegría y se meten en la vida del centro" participando, por ejemplo, en la gimnasia que realizan los residentes, que la hacen conjuntamente. En momentos como los talleres de juegos tradicionales, los ancianos, algunos nonagenarios, tiran del cajón de sus recuerdos, y en un viaje en el tiempo, relatan cómo se jugaba antes en calles y plazas.


"Al final es un intercambio de experiencia y conocimiento en el que ambas partes salen muy beneficiadas": los mayores rememoran su niñez, ven la forma de vida de las nuevas generaciones y los niños reconocen los valores de la ancianidad y los modos de crecer de otra época. "Los ven llegar y se les alegra la cara", explica la subdirectora. Tanto es así, que entre juegos y risas, "los pequeños al final acaban hablando de ¿mi yayo'".