fiestas del pilar 

Los cabezudos mueven masas

Los históricos personajes demuestran que el paso de los siglos no ha hecho mella en ellos y congregan a cientos de personas en Garrapinillos

La Pilara, rodeada de sus pequeños fans en Garrapinillos.
La Pilara, rodeada de sus pequeños fans en Garrapinillos.
Álvaro Sánchez

Acumulan tras de sí cientos de años de carreras, golpes y trallazos, pero los cabezudos de Zaragoza han demostrado este domingo que todavía mantienen intacta su esencia y su energía. El paso del tiempo no ha hecho mella en estos singulares personajes, que han sido capaces de convocar, en su primera salida oficial de estas Fiestas del Pilar, a cientos de personas. Acompañados de los catorce gigantes de la comparsa -dos más desde que el sábado se incorporaran oficialmente los de Francisco de Goya y su esposa, Josefa Bayeu-, y con la música de la charanga como su indisoluble banda sonora, han visitado Garrapinillos, hasta donde se han desplazado multitud de familias de otras zonas de la ciudad. Tantas, que para acceder al barrio rural se ha originado un atasco con retenciones de hasta 20 minutos. 

Pequeños y mayores disfrutan corriendo y bailando en Garrapinillos con la comparsa de Gigantes y Cabezudos

La fiesta ha comenzado a las doce del mediodía, con puntualidad, pero hasta casi media hora después seguían llegando niños que, acompañados de sus padres, trataban de hacerse un hueco junto a sus cabezudos preferidos. Algún chaval incluso se ha puesto como reto sacarse una foto con todos y cada uno de ellos. Y estos lo ponían fácil, pero entre tanta marabunta de chiquillos que les tiraban de la camisa pareciera que echaran de menos correr y propinar algún que otro golpe, que al fin y al cabo es su esencia misma. Pero en estos tiempos tecnológicos esa simple tarea se complica. 

Aún así, ha habido tiempo para todo, y entre selfi y pose el Forano y el Morico aprovechaban para sacar el látigo a pasear. También la Forana y la Cigarrera, que juntas han encorrido a varios grupos que con unos sonoros "¡eh, eh!" trataban de captar su atención entre la marea de gente. Y especialmente temidos han sido, como siempre, el Robaculeros, el Tuerto y el Berrugón, que con su esperpéntico cabezón incluso han arrancado -sin tener ellos la intención- algún que otro llanto a los de menor edad que, asustados, trataban de esconderse tras sus madres de tan extraños seres. 

Pero aunque puedan intimidar, más allá de repartir algún inocente golpe los cabezudos son inofensivos. Había niños que ya lo sabían, como una pequeña que ha aprovechado un encuentro con la Forana para darle un dibujo que había hecho expresamente para la ocasión. Y otra que le ha ofrecido un puñado de su bolsa de patatas a la Pilarica para que repusiera fuerzas en mitad del recorrido. 

En general, todo un éxito de afluencia en una mañana en la que los once cabezudos han demostrado que tienen cuerda para rato. 

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