Faltaban la bandera del pirata y el triunfo de Ginés en esta plaza

Padilla volvió a ser aclamado en La Misericordia y obtuvo el triunfo que se le había escapado los dos últimos años. El triunfalismo volvió a gobernar el recinto.

En La Misericordia, decorada con múltiples y variopintos colores a lo largo de la semana, solamente faltaba por ver la bandera del pirata Juan José Padilla. Y ayer llegó al tendido 3 para alentar a su valiente. Atronadora ovación de recibimiento para el jerezano, que no saludó.

Esperó al tercio de banderillas para reencontrarse con su plaza. Nada evitó que se desbordase el cariño. Ni el rajado animal de la Casa Matilla al que se midió en primer lugar, ni el poco ortodoxo espadazo con el que lo pasaportó, ni la actuación más discreta que se le recuerda en Zaragoza los últimos años.

Tras estar a un paso de salir por la puerta grande en 2015 y 2016, a la tercera fuera la vencida. Entre cánticos de "illa, illa, illa, Padilla maravilla", inéditos en el coso de Pignatelli y silbados por quienes creen que esta plaza es otra cosa, el Ciclón brindó lo que guarda en la reserva a estas alturas de temporada: raza apagada por el cansancio; su repertorio al completo pero sin chispa.

Poco le importó al público, que quería auparlo a hombros como fuese. Y se topó con Palomo de presidente. Dos orejas que, al tiempo que el torero montaba un tenderete de rojigualdas en la arena, tornaron el jolgorio en protestas. Por suerte, quedan aficionados con criterio. Son los del Tendido Joven. Los que miman el futuro y verán a Ginés Marín mandar en esta plaza.

Al jerezano –criado en Extremadura– también se le habían escapado varios éxitos aquí, y ayer, al fin, lo obtuvo. Con el recuerdo de sus anteriores actuaciones en la mente, el público maño lo aclamó de salida. Él correspondió con toreo del caro. Aún tardando en entender a su oponente, Marín, que hasta ayer no había roto en Zaragoza como matador, firmó los pasajes más bellos de la recuperada Corrida de la Prensa. Sensacional una tanda circular con cambio de mano en los mismos medios. Ajustadísimas las manoletinas de cierre que acabaron de poner a todos de acuerdo. Media estocada le valió para cobrar dos orejas. Justas, atendiendo a lo que han sido estos días. Pero quedaba otro regalo a Alberto López Simón.

El torero de Barajas, que se midió al peor lote, cobró una oreja sin argumentos ni pañuelos suficientes en el tendido. Un arrimón en la querencia le bastó para subirse al triunfalismo de la tarde. Y si nos descuidamos, lo vemos encumbrado junto a sus compañeros.

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