Tradicional o contemporáneo, lo que importa es el baile

Las plazas de Zaragoza se llenan estos días festivos de música que invita a mover el esqueleto (o a ver cómo lo mueven los demás).

Elia Lozano y José Javier Pedrosa, en plena actuación ante un muy atento público.
Elia Lozano y José Javier Pedrosa, en plena actuación ante un muy atento público.
Oliver Duch

El programa festivo continúa a todo ritmo en los escenarios callejeros de las fiestas. No hay (casi) plaza ni rincón del centro de la ciudad donde no resuene algún tipo de música y se vea a la gente marcándose un bailecito. Da igual el estilo, rumba, salsa, tango o jota. El caso es mover el esqueleto (o ver cómo lo mueven otros). Y un vistazo a algunos de estos escenarios da para escribir estas líneas.

En la plaza de José María Forqué, ¡A bailar! era la consigna, y a ello se entregaron los asistentes a esta iniciativa. En ella se dan cita ritmos que van desde el swing a la salsa, pasando por el country y los bailes tradicionales, que eran los que ayer sonaban en esta plaza del Casco Histórico. Y como para bailar solo hace falta voluntad y mover los pies, la cosa estaba muy animada pese a lo temprano de la hora, las diez de la mañana.

Sobre el escenario, los Bufacalibos de Biella Nuei y Lqtspera desgranaban melodías aragonesas a ritmo de pasodoble o de jota para regocijo del respetable, en su mayoría perteneciente al proyecto ‘¡Bailamos! Bailes populares aragoneses en la escuela’. Bajo la dirección de Olga León, incansable indicadora de molinetes, vueltas y revueltas, cambios de pareja y demás florituras bailongas, los esforzados bailarines ponían en práctica los ritmos aprendidos durante el curso.

Por ahí hacían corros y cadenetas alumnos de Primaria del colegio Rigel, de Torrero; de la Asociación Utrillo y del colegio de educación especial San Martín de Porres, ambos vinculados a Atades, y de las clases de español para inmigrantes de la Fundación Federico Ozanam. Y al llamado de la música fueron acercándose también quienes salían de las vaquillas, que parece que no habían tenido jarana suficiente.

Ya por la tarde, y como contrapunto al son típico aragonés, fue el turno de las danzas contemporáneas. En las plazas de San Bruno y San Felipe, así como en el Centro de Historias, el proyecto ‘Trayectos, danza en paisajes urbanos’ desarrolló una serie de actuaciones con el objetivo último de "disfrutar de la ciudad y celebrar la danza".

A las seis de la tarde, el público se arremolinaba frente a la puerta de la iglesia de la Mantería para observar las evoluciones de los bailarines. Abrieron boca Elia Lozano y José Javier Pedrosa, de Danza2, quienes ofrecieron su espectáculo ‘Zalema’, inspirado en el río Guatizalema. A juicio de los artistas, "inspira la fiesta de la gente sencilla, la necesidad de danzar la vida en torno al fuego". Después, Ingrid Magrinyà hizo su particular homenaje al vino con ‘Fruta domada’, para instar al público "a embriagarse de alegría, de poesía y de arte". El público aplaudió a rabiar.

Después, el espectáculo continuó frente al Museo Pablo Gargallo, donde Nudo, compuesto por Laura Val, convertida en una marioneta sin hilos, y Francisco Gazol, quien le daba vida con sus percusiones, deleitaron al respetable con ‘Until the end’. Cerraron el espectáculo Antonio Ayesta y Kenji Matsuyama, que con sus danzas intepretaron "a dos personas que se encuentran y surge una relación de apoyo mutuo, que puede o no perdurar".

La tercera y última parada de ‘Trayectos’ se desarrolló en el Centro de Historias, con la participación de Pilar Joven en Danza, con María Díez, Sorina Gorgan e Irene Mejías, de las casas de juventud del Actur, San José y La Almozara, y Maduixa, danza sobre zancos interpretada por Laia Sorribes, Lara Llávata, Melisa Usina, Esther Latorre, Ana Lola Cosin.

También hubo jarana en los Porches del Audiorama, donde ayer se pudo disfrutar de las espectaculares coreografías de Dance&Style. Y es que, en fiestas, ¿quién no se echa un bailecito?

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