Los pequeños piden paso con rasmia

Los certámenes benjamín, infantil y juvenil tuvieron este año un 27% más de participantes que en 2016.

Más de 230 niños demostraron ayer su destreza jotera en la sala Mozart.
Más de 230 niños demostraron ayer su destreza jotera en la sala Mozart.
Francisco Jiménez

Que hay cantera y que irrumpe con fuerza es algo que quedó demostrado ayer por la mañana en la sala Mozart. La mejor prueba fueron las ovaciones que despertaron y las lágrimas de emoción que derramaron los pequeños virtuosos de la jota aragonesa. Aunque algunos de los participantes levantaban poco más de un metro del suelo, su arte y excelencia fueron tales que no hubo ni un solo contratiempo en las cuatro largas horas que duró el certamen benjamín, infantil y juvenil de canto y baile. Las cifras hablan por sí solas y este año fueron 231 los inscritos en un concurso que registró un incremento de participación del 27% respecto al año pasado. Hay que tener en cuenta que en 2016 ya hubo un 30% más que el año anterior, por lo que la proyección que encuentra el certamen entre la chavalería parece no tener tope.

En la modalidad de baile, los premiados fueron: Pablo Gastón y Beatriz Lasheras (1º) junto a Diego Ginés y Celia Fernández (2º) en benjamín;Jaime Mandar y Keila Giménez (1º) junto a Diego Pasamar y Carla Tella (2º) en infantil; y en la categoría de juvenil brillaron Hugo Vijuesca y Alejandra Ezpelata (1º) así como Adrián e Iris Saiz (2º).

En lo relativo al canto, los premios fueron para Mª Pilar Escuer (1º) y Candela Mayor (2º) en benjamín chicas y en chicos ganaron Kilian Plana (1º) y Pablo Gastón (2º). En infantil, Ainhoa Obón(1º) y Pilar José Martín (2º), así como Iván Baquero (1º) y Javier Malón (2º). En juvenil, Elisa Huerva (1º) y Lucía Claver (2º), y Juan José Bona (1º).

"Se nota el buen trabajo que están haciendo los profesores transmitiendo la afición tanto por el canto como por el baile a sus alumnos", explicaba ayer Ángel Martínez, coordinador del certamen. "Los chavales vienen con mucha ilusión y, lo que también es importante, con mucho respeto los unos con los otros", añadía.

Sobre el escenario se pudieron ver jotas de Calanda, de Andorra y también mucha de Teruel, por la que parecen tener predilección los bailadores benjamines. Tónica habitual fue que segundos antes de concluir cada intervención, el público no pudiera contener las ansias de aplaudir y de gritar frases de ánimo a los participantes.

Los muchos nervios previos a salir a las tablas no evitaron que la mañana transcurriera en ambiente festivo, si bien el mejor momento para los más pequeños llegaba cuando acababan su actuación, se aflojaban los pañuelos y las alpargatas y se poníane a jugar. Los de más corta edad aprovechaban cualquier despiste de sus progenitores para encaramarse a los pasamanos de madera del Auditorio y utilizarlos como toboganes. Entre el público también había jóvenes que se habían acercado a ver a sus sobrinos y que lastimosamente comprobaron que la resaca del pregón se pasa malamente entre bandurrias y castañuelas.

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