De la Magdalena al cielo

La Orquesta Popular de la Magdalena dispara la emoción en la plaza San Bruno en el estreno de la segunda entrega de ‘Flamenco diásporo’.

La Orquesta Popular de la Magdalena al completo en el recital de anoche en la plaza San Bruno.
La Orquesta Popular de la Magdalena al completo en el recital de anoche en la plaza San Bruno.
Oliver Duch

Hay proyectos que merecen el máximo mimo y respeto. Por su honestidad y por su calidad. Por nacer del corazón y del alma. Por despertar la emoción abriendo las compuertas de la verdad y la fusión bien entendida. Por desterrar las fronteras estilísticas y por mostrarse desprejuiciadamente al mundo. Así fue el estreno anoche en la plaza San Bruno de la segunda entrega del ‘Flamenco diásporo’ a cargo de la Orquesta Popular de la Magdalena. Una celebración colectiva para goce y disfrute de los espíritus sensibles. La demostración de que una obra local, de barrio, puede alcanzar un vuelo muy alto, universal.

Pasaban unos pocos minutos de las 21.00 cuando aparecieron en el escenario los integrantes de un ejército invencible. Como arietes, las voces de Laura de San Pío, Javier Fernández ‘el Mutan’ –muy aclamado por las primeras filas–, Arturo Jiménez, Rodrigo García, Rodrigo García ‘Mabuse’ y David Tejedor. Dos guitarristas de tronío, Rubén Giménez y Pakito de la Serrana. Al bajo, Jairo Barrés; la percusión, en las manos de David Giménez y Constancio Pradas. La sección de vientos se la repartían Carlos Vadorrey y Javier García. Soltando sus bases el diyei Mr Pendejo. A los teclados –y la dirección artística–, Alberto Gambino. Y, bajo el escenario, humildemente oculto, José Luis Cortés ‘Panoja’, uno de los principales instigadores del pequeño gran milagro que se iba a producir.

El recital arrancó hondo, puro, con la interpretación de ‘Bambera’, una de las gemas de ese disco hoy inencontrable, el seminal ‘Flamenco diásporo’ primera parte.

Empastar todos esos instrumentos y personalidades no es una tarea sencilla. Pero el trabajo, en forma de ensayos, como el celebrado en la vigilia en un local junto al parque Bruil, regaló su recompensa.

Y precisamente el parque Bruil es uno de los protagonistas de la segunda tonada que sonó, ‘Colombianas de Barreiro’. Le siguió ‘Farruca de Torrero’, en la que los versos compuestos por Panoja fueron sublimados por El Mutan. Una lírica inspirada por los vis a vis de la antigua cárcel de Torrero.

Ya no había vuelta atrás. El público, entregado y caliente, respondía con palmas al festín sensorial que se le servía en bandeja.

En este tiovivo de emociones,  hubo lugar también para honrar a José Antonio Labordeta con una tierna revisita de su ‘Nana para dormir a un niño en la montaña’.

Flamenco y Magdalena están cosidos irremisiblemente por un patrón: Manuel Tejuela, el cantaor que compartió tragos con Clint Eastwood y que derrochó amistad con Manolo Caracol. Un elegante unicornio, pañuelo al cuello, que reside desde los años 80 en un barrio que ha hecho suyo. Pese a que aparentemente no se hallaba en cuerpo en la plaza San Bruno, su espíritu sobrevoló con los ‘Tangos del tío Tejuela’, unos cantes que le pidió prestado el mismísimo Camarón de la Isla y que ayer dignificó y reivindicó la Orquesta Popular de la Magdalena.

Pese a la dificultad logística y, sobre todo económica, que supone desplazar a un contingente tan nutrido, sería de justicia que veladas como las de anoche no sean una excepción.

A buen seguro que causaron admiración en el Niño de Elche, el comandante de Exquirla, que remachó con intensidad la noche.

Y es que la pasión por el flamenco no conoce de aduanas ni puertos. Lo puede atestiguar el bailaor Ryo Matsumoto, el ‘Cigarrón de Jerez’, que inauguró poco antes como un torbellino el Nómada Fest en la Casa de las Culturas.

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