patrimonio

Así eran en origen algunos de los monumentos más icónicos de Zaragoza

César Augusto, el Batallador o el homenaje a Goya han sufrido importantes cambios en su escenografía con el paso de los años.

Augusto de Prima Porta, el monumento a los Mártires y el Batallador.
Augusto de Prima Porta, el monumento a los Mártires y el Batallador.
Heraldo/AMZ

Las efigies permanecen, pero todo lo que hay a su alrededor se transforma. Algunas de las estatuas más icónicas de Zaragoza, además de haber protagonizado innumerables mudanzas, han sufrido muchísimos cambios en su ‘puesta en escena’ con el paso de los años: pedestales que surgen y desaparecen, macizos de flores que las circundan o las dejan huérfanas, generosas fuentes de por medio que luego se quitan por la porosidad de la piedra… Los símbolos de la ciudad son necesarios, pero todo lo demás resulta contingente.

Quizá la estatua zaragozana que haya sufrido más probatinas sea el Augusto de Prima Porta, que hoy está frente al Mercado Central. La pieza fue un regalo de Mussolini a la ciudad en 1941 y se colocó primitivamente en el centro de la plaza de Basilio Paraíso. "Allí estuvo hasta 1950, cuando se trasladó al Ayuntamiento y, a continuación, a la Muralla Romana junto al torreón de la Zuda, unos 300 metros más cerca del río respecto a su ubicación actual", explican desde el Consistorio. Allí quedó custodiada por dos columnas y con un enorme pedestal de casi dos metros de altura. Entonces aún no había ni estanque ni rana ni luces ni jardines… En los años 70 aún volvió a la plaza de Paraíso, esta vez, sobre un pedestal que imitaba el lienzo de la muralla y no fue hasta la década de 1980 cuando se asentaría frente al Mercado sobre un pedestal bajo. Eso sí, entonces se le construyeron unos arcos de mármol -obra de Martín Trenor- que enmarcaban al primer emperador romano. Hace algo más de diez años estos fueron víctimas de la piqueta con motivo del desembarco del tranvía en este área.

La estatua de Augusto, en los años 70, con el Torreón de la Zuda.
La estatua de Augusto, en los años 70, con el Torreón de la Zuda.
AMZ

En sus muchas idas y venidas se pudo estudiar con detenimiento la estatua y se comprobó el regalo del Duce no era todo de bronce sino que estaba hecho de una aleación en la que se incluyó también el más barato plomo, por ello ha habido que restaurarla muchas veces y luce un color verdoso. El Prima Porta, por cierto, es una copia del original en mármol, descubierto en 1863 y que se conserva en los Museos Vaticanos.

Si hay un símbolo que identifique Zaragoza ese es el león. Actualmente tenemos la imagen de los cuatro majestuosos de bronce que custodian el puente de Piedra: son obra de Paco Rallo y están ahí desde 1988. Pesan unos dos mil kilos cada cual y superan los dos metros de largo, si bien los originarios eran mucho más pequeños. "Se sabe por testimonios fotográficos que en 1920 había cuatro esculturas de leones en los estribos del puente de Piedra y que desaparecieron. Cuando el Ayuntamiento sacó a concurso la reforma del puente, la empresa ganadora llevaba en su proyecto la recuperación de estos cuatro leones encaramados en un alto pedestal", escribe la crítica de arte Desirée Orús.

El puente de Piedra a principios de siglo con los leones primitivos, más pequeños que los actuales.
El puente de Piedra a principios de siglo con los leones primitivos, mucho más pequeños.
AMZ

En el podio de imágenes representativas de la capital del Ebro figuraría también la gran estatua de Alfonso el Batallador, que preside el Cabezo Buenavista y cierra el parque Grande. En su día se habló de crear "grandes láminas de agua de varios metros de altura", que enmarcaran la estatua y se representaron varias recreaciones que nunca llegaron a cristalizar. Más recientemente se dijo también que "una alfombra de rosas conducirá hasta la estatua del Batallador", pero aquello se ha quedado también en promesa incumplida. Así las cosas, el Batallador apenas cuenta con una fuente de chorros, que no evita que la vista frontal de la escalinata tenga de fondo los edificios altos de Torrero.

Una imagen del Batallador previa a 1927, pues aún no tiene incorporado el león.
Una imagen del Batallador previa a 1927, pues aún no tiene incorporado el león.
AMZ
Recreación nocturna de las láminas de agua tras el Batallador.
Recreación nocturna de la escalinata y las cortinas de agua tras el Batallador.
Heraldo

El monumento es ya centenario -se proyectó en 1918 y se colocó en 1923- y ha sufrido también numerosos cambios de imagen. Uno de los principales fue en 1927 con la incorporación del león y otro es mucho más reciente, de 2018, cuando se eliminó del estanque una pasarela por la que se accedía a la efigie, "para evitar daños porque muchos se encaramaban al león para hacerse fotos y algunos para actos vandálicos", comentan en el Ayuntamiento. José Bueno fue el responsable de su diseño y, por cierto, estas semanas aún se puede ver en el Centro Joaquín Roncal una exposición con bocetos originales del escultor al que se deben también el monumento de la Fosa Común del cementerio de Torrero o el paso principal de la cofradía de la Columna. Lo que se ha conservado todo este tiempo son las grandes dimensiones de la pieza (más de 7 metros) y su gigantesco basamento con tres sobrios escalones.

La Samaritana cuando estaba en la plaza de la Seo.
La Samaritana cuando estaba en la plaza de la Seo.
AMZ
El homenaje a Goya estuvo varios años rodeado de parterres y jardines.
El homenaje a Goya estuvo varios años rodeado de parterres y jardines.
AMZ

Podría seguir repasándose el patrimonio artístico en las calles de Zaragoza con las numerosas transformaciones que han vivido desde la estatua de Agustina de Aragón, al monumento al Justiciazgo o hasta el homenaje a Goya en la plaza del Pilar, en cuyo espacio -por cierto- estuvo durante muchos años otra vieja conocida de la ciudad. En la iconografía zaragozana actual parece imposible disociara a la Samaritana de la plaza del Justicia de una fuente o una lámina de agua, pero durante décadas esta brilló por su ausencia… Cuentan los exégetas que la estatua debió ser fundida en la década de 1860 y que estuvo años en la plaza de la Seo con una fuentecilla mucho más discreta que la actual. También pasó la Samaritana, fundida en los talleres de Averly siguiendo un prototipo traído de Francia, por el parque Bruil antes de recalar en la plaza del Justicia, donde ahora comparte protagonismo con el monumento a los cofrades de Semana Santa.

Uno de los hitos dedicado a los Mártires antes del monumento definitivo.
Uno de los hitos dedicado a los Mártires antes del monumento definitivo.
AMZ
Una vista de la plaza de la Constitución y el monumento a los Mártires a comienzos del siglo XX.
Una vista de la plaza de la Constitución y el monumento a los Mártires a comienzos del siglo XX.
AMZ

Por comentar un último caso, es llamativo el del monumento a los Mártires en lo que en su día fue la plaza de la Constitución y hoy llamamos de España. La colocación de la primera piedra tuvo lugar en 1899, "antes de desmontar y trasladar la fuente de la Princesa (la de Neptuno del parque Grande) situada anteriormente en el centro de la plaza de la Constitución", se lee en la ficha de Patrimonio. "El proyecto definitivo es de 1901 y se inauguró el 23 de octubre de 1904". Son muchos los símbolos de esta fuente en el centro de la ciudad, que se ubica en el mismo punto donde en su día estuvo la Cruz del Coso. Era un obelisco que luego se cubrió con una suerte de templete -con ocho columnas dóricas y una cúpula de madera- y que recordaba a los mártires cristianos de la antigüedad romana. El 11 de agosto de 1808 la Cruz del Coso fue crudamente destruida por las tropas napoleónicas con un cañonazo durante los Sitios. 

Para mantener vivo su recuerdo, gracias a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, se fueron colocando en la zona distintos hitos hasta que en 1904 que se levantó en ese mismo emplazamiento el Monumento a los Mártires de la Religión y de la Patria, que ahora recuerda a los cristianos perseguidos y a los defensores aragoneses muertos durante la Guerra de la Independencia. La parte arquitectónica fue diseñada por Ricardo Magdalena y las esculturas, fundidas en bronce, por Agustín Querol. Para hacerse una idea del respaldo con el que contó hace 120 años el proyecto basta decir que fue sufragado por suscripción regional.

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