urbanismo

Ovnis de hormigón y estética de la era espacial en las calles de Zaragoza

En los años 70 llegó a orillas del Ebro la moda arquitectónica del 'space age'. Más allá de la iglesia de Santa Mónica, hay muchos ejemplos de esta avidez futurista.

Un quiosco del parque Grande, la iglesia de Marianistas, el parque de Sedetania y la iglesia de Santa Mónica.
Un quiosco del parque Grande, la iglesia de Marianistas, la escultura del parque de Sedetania y la icónica Santa Mónica de la Romareda.
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Son edificios impactantes. Han dado para muchas bromas y para no pocas fotos de Instagram. Fueron vanguardistas en su época y, casi 50 años después, lo siguen siendo por su singularidad, por su vocación futurista y por la dificultad para clasificarlos en los cánones ortodoxos. En otros países se habla de la tendencia del ‘space age’, heredada de la época de la carrera espacial y de la eclosión de la energía nuclear, y Zaragoza -casi sin saberlo- cuenta con buenos ejemplos de inmuebles que parecen platillos volantes, plataformas espaciales o torretas sacadas de las películas de ciencia ficción.

El ejemplo más claro que a todos viene a la mente es el de la iglesia de Santa Mónica, uno de los edificios más icónicos de la Romareda, que tan pronto podría reunir feligreses como seres intergalácticos (también con túnicas blancas). Este ovni comenzó a levantar el vuelo en enero de 1972 y al año siguiente abriría sus puertas. Según los especialistas de la web Zaragoza Deluxe, dedicada a reunir elementos fascinantes del paisaje urbano de Zaragoza, el autor de la iglesia debió inspirarse en la Casa Futuro de Matti Suuronen, "un concepto de vivienda prefabricada que fracasó a causa de la crisis del petróleo de 1974", cuenta Juan Antonio Molina, uno de los responsables de la web.

Los dibujos de Hanna Barbera, el Theme Building y la Casa Futuro de Matti Suuronen.
Los dibujos de Hanna Barbera, el Theme Building y la Casa Futuro de Matti Suuronen.
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Hacía años que este tipo de arquitectura se practicaba fuera de nuestras fronteras y, de hecho, en Estados Unidos sitúan el comienzo de esta moda en la década los 50 en un contexto de carrera espacial, alunizajes y rápidos avances en tecnología. Suele ponerse de ejemplo de la arquitectura futurista (en América también se la llama ‘goonie’) un emblemático edificio del aeropuerto de Los Ángeles, que parece perfectamente extraído de los dibujos de los ‘Jetson’ o los ‘Supersónicos’, de Hanna Barbera. Se llama Theme Building y es la Santa Mónica de allí, pero con una década de ventaja. Esta escuela de diseño, por cierto, no sólo alcanzó los edificios de viviendas, sino también las gasolineras, los moteles y las cafeterías, que usaron de forma generosa los neones, los vidrios, el acero y las formas geométricas o volumetrías.

En España, y por ende Aragón, el ‘space age’ llegó confundido con el brutalismo de los 70 y aquella estética avanzada para la época está también presente en construcciones como la iglesia de Marianistas o la torre y los edificios modulares de lo que fuera Pikolin y hoy se conoce como Torre Outlet. En el primer ejemplo, el arco parabólico y las vigas en forma de V pueden evocar también a una nave espacial, si bien sus autores -José de Yarza García y José de Yarza Nordmark- quisieron rendir homenaje con esta obra a las formas y los volúmenes de Frank Lloyd Wright. En el caso de Pikolin, su torre, de 32 metros de altura y proyectada por el arquitecto Ángel Colás en 1973, ejerce de faro vigía para muchos zaragozanos cuando regresan a casa y viene a ser una estructura semejante a las torres de los aeropuertos, que es donde más se ha experimentado con esta estética.

Los balcones de Constitución 23, parecidos a los de Sáenz de Oiza en Torres Blancas.
Los balcones de Constitución 23, parecidos a los de Sáenz de Oiza en Torres Blancas.
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¿Más ejemplos en el entramado urbano de la ciudad? El perfil de Instagram de Zaragoza Moderna es una auténtica mina para descubrir este tipo de guiños. La iniciativa de Ana Durán y Sergio Sevilla no solo se preocupan por poner en valor el muralismo cerámico de la ciudad sino que se detiene también en muchos edificios de "estética avanzada para la época" o, directamente, que parecen inspirados en ‘Star Trek’. 

En el registro de Zaragoza Moderna recogen, entre otros edificios, la singular rotonda de la avenida de San José, a la altura de Tenor Fleta, que hoy es la escuela de educación infantil Santa María del Pilar. "Tiene una planta circular que recuerda a un platillo volante y su diseño está muy alineado con arquitectura ‘googie’ de los años 50 y 60", explican los expertos. "La carrera espacial y la ciencia ficción fue una influencia para la arquitectura llegándose a edificios modernos que parecen salidos de una película de época", continúan sobre un edificio construido en 1960. 

Otra de las entradas que Zaragoza Moderna acompaña de un dibujito extraterrestre es la que dedican a la fachada de la empresa Inalsa, en la carretera de Cogullada. Para Sevilla y Durán, “es una de las más alucinantes de Zaragoza. Creada a partir de placas modulares de acero tiene una estética ‘space age’ que parecen escamas de una nave espacial”.

Esta estética ‘space age’, que muchos ‘millennials’ comienzan a valorar gracias al tirón de series como ‘Black Mirror’, no sólo llega a los edificios de viviendas o a las iglesias (impulsadas por los cambios litúrgicos derivados del Concilio Vaticano II), sino que se disemina también por el mobiliario urbano y por la decoración de algunos portales. Unos timbres insertos en placas ovoidales de latón o unos plafones de techo con forma de ovni son algunos ejemplos. 

El portal, la última baliza, las pérgolas y la escuela infantil de José Pellicer.
El portal, la última baliza, las pérgolas y la escuela infantil de José Pellicer.
IG/@zaragozamoderna @zaragozadeluxe

En Zaragoza Moderna se quedan con uno creado en el año 1967 en el paseo de la Constitución que, realmente, parece que invita a una abducción cuando se ve por la noche. En Zaragoza Deluxe, por su parte, destacan unas antiguas balizas luminosas que se desperdigaban por toda la ciudad y cuya última supervivientes, frente a Averly, se retiró hace no tantos años. Eran pequeños pivotes con un tope circular y pequeñas lucecitas propias de ‘Encuentros en la tercera fase’. 

Curioso es el caso de los quioscos del parque Grande, que llevan años en barbecho a pesar de su reforma, y que según el ángulo desde el que se miren pueden parecer observatorios en los que esperar el contacto con el mundo exterior. La antigua moda de rematar terrazas con listones y pérgolas de hormigón para entoldados o hiedras también hacen sospechar a más de uno, así como algunas esculturas urbanas (la del parque de la Sedetania se lleva la palma) evocan también a una invasión alienígena. La visión interna de la cúpula del Museo Pablo Serrano o el monstrenco geodésico instalado hace un lustro en el parque de la Granja son otras rarezas del nuevo mundo que no pasan desapercibidas.

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