Hubo un tiempo en que la plaza lucía cuatro o cinco tardes tan guapa como este sábado. Eran años en los que Alejandro Talavante mandaba -o casi- en esto. Ferias en las que Zaragoza se rendía a su privilegiada mano izquierda. A aquel torero de pellizco que se fue en 2018, quién sabe si para siempre.

Porque volver, volvió, pero con unas maneras incoherentes. Las que este sábado, en un duelo con Ginés Marín y consigo mismo, con su interior, le valieron para rozar la puerta grande. Las que combinan momentos cumbre con otros vulgarizados.

El extremeño es otro torero. Más efectista y populachero. Y por ese palo fue con el primero. Tanto en el recibo capotero como en una faena que transcurrió en la media altura. Sin terminar de someter el profundo viaje de un toro noblón de Juan Pedro Domecq, al que pasaportó de estocada rinconera.

Primer trofeo de los tres que cobró. Y pudo caer alguno más, pues el presidente, José Antonio Ezquerra, anduvo riguroso al no concederle la segunda por su labor ante el tercero, otro animal de nota frente al que Talavante tardó en mostrar el toreo fundamental.

Inició de rodillas, antes de firmar un par de tandas al natural que nos evocaron a otros tiempos. A esos días en los que se erigió como un talento distinto, con inspiración, que no traía las faenas preconcebidas.

Corrida de toros de Juan Pedro Domecq en las Fiestas del Pilar 2023

Hubo media docena de pases sublimes, algunos de ellos mirando al tendido, pero pronto regresó al toreo accesorio. A un cierre de infinitos desplantes, culminado con un espadazo algo caído que fue tenido en cuenta por Ezquerra para frenar, con acierto, la puerta grande.

Él es el poli malo; su compañero Jorge Moreno, el bueno. Así se explica la disparidad de criterios al evaluar los triunfos de Borja Jiménez, Emilio de Justo y Alejandro Talavante en esta recta final del ciclo pilarista.

La tarde de este último concluyó este sábado con otra labor fundamentada en la zurda, con demasiados gestos para la galería. Con ademanes que el primer Talavante, el que se marchó toreando como nadie, jamás se hubiera autoconsentido.

Otro concepto

Más sobrio estuvo Ginés. La faena al segundo fue un compendio de su concepto. Conocimiento de terrenos y distancias. Series basadas en la suavidad de la muñeca diestra. Todo en favor del toro hasta ejecutar la suerte suprema con la pureza que le acercó una oreja.

Con el cuarto, tardó en entenderse. Lo más intenso fue el comienzo. Rodilla en tierra. Aprovechando la profundidad de un burel al que luego sometió en corto, con una faena encimista que esta vez no fue bien rematada con la espada.

Y tampoco consumó seguidamente ante el sexto (bis), un sobrero que fue lo más complicado de la tarde. Brusco. Reservón. Cada remate por alto traía un trallazo. Hubo que estar muy firme con él, y Marín expuso sin recompensa en la clausura de una corrida propicia para el triunfo.

El ganado de Juan Pedro Domecq mejoró considerablemente lo visto aquí el año pasado. El comportamiento de sus astados fue notable, aunque, un día más, hay que reivindicar que la presentación estuvo por debajo de un recinto de primera categoría como Zaragoza. A ver hoy con los rejones...

Ficha

Plaza de toros de Zaragoza. Noveno festejo del abono de la Feria del Pilar. Se rozó el «no hay billetes» y volvió a sonar el himno de España antes de que se rompiera el paseíllo. El ganado de Juan Pedro Domecq, bajo de presentación, fue cuidado en el caballo y, en conjunto, ofreció un buen juego en la muleta. La excepción fue el sobrero que sustituyó al sexto, que se lastimó derrotando en los burladeros.

Alejandro Talavante: oreja, oreja y oreja.

Ginés Marín: oreja tras aviso, ovación y ovación tras aviso.

Presidió José Antonio Ezquerra: bien, riguroso.