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Intento de asalto al humilde y altruista taller de bicicletas en San Pablo

Ángel de Arriba, de 78 años, repara bicis de segunda mano en un pequeño local donde también vive y al que intentaron entrar por la fuerza este martes.

Ángel, con su bicicleta, en su local de la calle de San Pablo.
Ángel, con su bicicleta, en su local de la calle de San Pablo.
P. B.

El salmantino Ángel de Arriba Martín, pensionista de 78 años, vive en un pequeño local de 40 metros cuadrados, donde almacena y repara bicicletas de segunda mano desde que llegó a Zaragoza, hace un lustro. Este martes, sobre las 21.00, un amigo de lo ajeno intentó entrar por la fuerza en su humilde "taller" de bicicletas, y ahora teme que en cualquier momento vuelvan a hacerlo. 

"Tiraron la puerta de un golpe y en cuanto me vieron salieron corriendo. Creo que era solo una persona, pero no estoy seguro. Estaba entretenido haciendo algunos trabajos en la parte de atrás, donde tengo la mesa y un escritorio, y cuando oí los golpes, empecé a gritar. Les dije cuatro cosas y enseguida se fueron, pero como camino muy despacio por culpa de la artrosis, a lo que me asomé ya no había nadie. Encontré la puerta arrancada en el sitio, pero no se llevaron nada", relata este vecino  de la calle de San Pablo, que es muy conocido y querido en el barrio.

Jorge Juan Bautista, vecino de la misma calle, ha sido uno de los primeros en volcarse para ayudar a Ángel a reparar con otros vecinos de la zona el destrozo que le han hecho en la puerta, ya que a causa de la violencia que empleó el presunto ladrón la pasada noche saltaron hasta las bisagras. "Es injustificado lo que le han hecho...", comenta este vecino del Gancho.

Ángel de Arriba enseña el destrozo en la puerta de su local, la cual han arreglado entre varios vecinos de la calle de San Pablo.
Ángel de Arriba enseña el destrozo en la puerta de su local, la cual le han ayudado a arreglar varios vecinos de la calle de San Pablo.
P. B.

 "Ángel es demasiada buena persona en los tiempos que corren. Cuando fui a saludarlo este miércoles, sin saber lo que había pasado, se le veía nervioso y preocupado, pero no enfadado. Quizás estaba muy desanimado y afectado anímicamente, porque no entendía por qué le habían intentado robar por la noche, si solo tiene dentro de ese minúsculo lugar viejas bicicletas y se dedica a arreglarlas para cualquier vecino, sin importar su condición social o procedencia. Y siempre lo hace de forma desinteresada", asegura Bautista. 

Su afición por reparar bicis 

Ángel, con la última bicicleta que ha reparado y que le dio un ciudadano.
Ángel, en la puerta de su local, con la última bicicleta que ha reparado y que usa en sus desplazamientos diarios.
P. B.

La afición de Ángel por las bicicletas comenzó al poco tiempo de llegar a Zaragoza y alquilar este local de la calle de San Pablo, por el que paga 200 euros al mes (con gastos incluidos). Él cobra la pensión mínima, "unos 500 euros", con los que asegura ir "justo" para vivir.

"En invierno alquilo un piso compartido de una habitación, y en verano me vengo aquí, donde tengo un sofá amplio, y como no hace frío, estoy a gusto", confiesa.

La gente le va regalando bicicletas que luego él repara. A veces para sacarse algo de dinero extra y otras simplemente por ayudar a los demás o estar entretenido en su local. "Llevo en Zaragoza cinco años, y al año o año y medio se me ocurrió comprar una bici para mí porque me gustaba salir con ella. Luego me vieron los niños del barrio, y empezaron a pedirme que les arreglara esto y lo otro. Poco a poco me fui liando la manta a la cabeza, y ahora esto está lleno de bicicletas que me han dado o he ido comprando", cuenta con una sonrisa.

En menos de 40 metros cuadrados almacena más de una veintena. "Me llegan un montón. A veces vendo y compro alguna, y me entretengo en limpiarla, repararla, arreglarla... le pongo veinte euros más y ya está. A mí me gustaría quedarme todas, sobre todo si son antiguas… Tengo dos pequeñitas que son de los años 40 o 50, de niño, y esas tan de época me da pena quitármelas. Pero no hay sitio ya, y a lo mejor si viene uno y me ofrece algo de dinero, se la vendo y eso que me llevo", cuenta este jubilado.

Tras lo ocurrido la pasada noche, Ángel no ha querido presentar denuncia y sigue durmiendo en el local, donde pasa la mayor parte del día entretenido con sus bicicletas. Dice no tener miedo de vivir ahí, pero reconoce que "puede volver a pasar" porque hay mucha delincuencia en la zona.

"A mí me ha pasado con clientes. Vino un señor a preguntar si tenía una pieza para la bici y cuando salió a la puerta, que le estaba enseñando lo que había, ya se la habían llevado. Hay que estar muy alerta", reconoce. 

Para mejorar la situación y frenar la degradación que sufren los vecinos y comerciantes del Gancho, este ciudadano defiende que "se podrían hacer muchas cosas en el barrio", si bien lamenta la dejadez por parte de las distintas administraciones. 

"La delincuencia aumenta por la falta de dinero, es la causa principal. El que tiene no tira de ella. Pero la gente de abajo tiene muchas dificultades para encontrar un trabajo, y eso hace que muchos chicos se tengan que agarrar a lo que puedan"

"Lo primero sería intentar quitar la droga del centro de Zaragoza. Como está aquí en el Gancho, yo no lo he visto en ninguna capital... Pero la situación es complicada. La delincuencia aumenta por la falta de dinero, es la causa principal. El que tiene no tira de ella. Pero la gente de abajo tiene muchas dificultades para encontrar un trabajo, y eso hace que muchos chicos se tengan que agarrar a lo que puedan... A lo mejor la madre no les puede pagar una cerveza, y entonces no les queda otra que vender droga...", cavila este vecino de Zaragoza.

En su caso, afortunadamente el intento de asalto que sufrió la noche del martes ha quedado en un susto. Los gritos de alerta que dio, sumados a una rápida actuación policial tras recibir el aviso de un vecino de la zona, frustraron el intento de robo.

Fuentes de la Policía Nacional confirman que recibieron una llamada a las 8.30 de este miércoles alertando de que la puerta de este local, del número 52 de la calle de San Pablo, estaba abierta y sonaba una alarma en el interior. "El propietario relató a los agentes que la noche anterior, sobre las 21.30, le habían intentando entrar tirando la puerta a patadas, pero de momento no ha habido detenciones por estos hechos", señalan.

"Estaría bien que la alcaldesa ayudara a Ángel y a otros Ángeles o Ángelas de nuestros barrios para que pudieran adquirir locales más económicos en los que vivir tranquilos"

Por su parte, otro vecino de San Pablo, en una misiva enviada a este diario, lanza un alegato en defensa de Ángel e insta al Ayuntamiento a no mirar para otro lado y buscar una solución para que no vuelvan a repetirse hechos delictivos como el de este martes por la noche. "Ángel tuvo suerte de que se quedó a dormir en el local y pudo evitar el robo. Pero también lo podían haber reventado a palos... Estaría bien que la alcaldesa ayudara a Ángel y a otros Ángeles o Ángelas de nuestros barrios, para que pudieran adquirir locales más económicos y así seguir haciendo sus actividades sociales sin ánimo de lucro, y sin recibir ningún tipo de subvención, pero de una forma que no comprometa su integridad física", declara en una carta enviada a este diario Jorge Juan Bautista, también vecino del barrio de San Pablo

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