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La historia de 42 años de amistad por la llegada de GM: "Pedía de regalo una conferencia a EE. UU. para hablar con ella"

La zaragozana Mercedes Moreno y la estadounidense Regina Boffi, que vivió dos años en Zaragoza, comparten recuerdos estos días en la capital aragonesa.

Regina Boffi y Mercedes Moreno pasean por Residencial Paraíso en Zaragoza, donde vivió la primera dos años en los años ochenta.
Regina Boffi y Mercedes Moreno pasean por Residencial Paraíso en Zaragoza, donde vivió la primera dos años en los ochenta.
Francisco Jiménez

Todo comenzó en 1981 porque la estadounidense Regina Boffi, que entonces tenía 32 años, quería comprar un sacacorchos y no sabía cómo se decía en español. Llevaba solo unos días viviendo en Zaragoza, donde llegó por el trabajo de su marido que formaba parte del equipo desplazado desde Estados Unidos para poner en marcha la planta de General Motors (GM), hoy Stellantis, y entró en una tienda donde una dependienta con mucha rasmia, Mercedes Moreno, una joven de 17 años, no paró hasta encontrar la forma de entender lo que quería. Ni la barrera del idioma ni la diferencia de edad fueron un problema para que esta anécdota se convirtiera en el principio de una amistad que se ha prolongado ya 42 años, pese a comenzar en una época en la que las comunicaciones no eran tan fáciles como ahora. 

"Las cartas tardaban en llegar 20 días mínimo", calcula Mercedes sobre la forma de mantener el contacto en los años ochenta, tras la vuelta de su amiga a Detroit dos años después de su paso por Zaragoza. "Pedía de regalo una conferencia a EE. UU. para hablar con ella", pone como ejemplo del esfuerzo que hacía falta entonces para seguir compartiendo lo que ocurría en sus vidas y mantener su amistad. Siempre recuerdan a sus hijos que no había móviles ni videollamadas y que usar el teléfono fijo era muy caro. "He llegado a pagar 11.000 pesetas de una llamada de unos minutos a EE. UU. Me metía en la cabina del hall de un hotel", cuenta Mercedes sobre la factura, que al cambio serían 66 euros. "Para mí era un regalo de Navidad una llamada a España", coincide Regina. Su marido le dio incluso una sorpresa una vez llevando a Mercedes a su casa en Michigan. "Me vino a buscar al aeropuerto en plena tormenta de nieve", recuerda la zaragozana.

De las cartas a Whatsapp

Para Regina 'Whatsapp es un milagro", ya que les permite estar en contacto continuamente entre los dos lados del Atlántico y el coste se ha reducido considerablemente respecto al de una llamada internacional de esos años. Ahora basta con tener una tarifa de internet.

Estos días pasean por los lugares en los que convivieron en los años ochenta en Zaragoza. Hablan mientras toman algo en un local de zumos en el complejo de viviendas Residencial Paraíso del centro de la ciudad donde se alojó la familia estadounidense, que en 1981 estaba recién inaugurado. "Entonces el bar se llamaba Jugolandia", recuerdan. Otras cosas permanecen igual. "El dentista sigue allí", apunta Regina, señalando un gran cartel blanco en un primer piso.

Mercedes cree que el destino también ha jugado un papel importante para mantenerlas juntas. Su primer encuentro fue en el barrio de La Romareda, donde se encontraba la tienda en la que ella trabajaba, porque la familia estadounidense pasó tres meses en un hotel en esa zona hasta encontrar un alojamiento estable, que resultó ser el piso junto a El Corte Inglés, también recién estrenado, a pocos metros de donde vivía Mercedes con sus padres, en la vecina calle Cervantes al otro lado del paseo de Sagasta.

De su vida en Zaragoza, la estadounidense solo tiene buenos recuerdos. "Cuando las niñas se iban al colegio me cogía un mapa, lo metía en el bolso y me iba a conocer la ciudad", cuenta. Sus hijas, María y Melisa tenían 5 y 7 años y se adaptaron perfectamente. "Se acostumbraron a salir a jugar a las calles. María aprendió español la primera", relata.

Le llamaba la atención que aquí la gente "paseaba por la calle", mientras en EE. UU. la vida en zonas residenciales alrededor de las grandes ciudades, como ha ocurrido luego en España, hacía que se necesitara el coche para cualquier desplazamiento y se viviera más aislado. Lo que más le costó al volver fue cambiar esas rutinas. "Aprendí de España que en EE. UU. teníamos muchas libertades, pero en realidad no teníamos la libertad de ir donde queríamos, de hacer lo que queríamos y tomarnos la vida más tranquilamente". 

Regina recuerda que su familia fue muy feliz en la capital aragonesa. Mira al portal donde vivieron en busca de otros referentes de la zona los años ochenta pero ha desaparecido la tienda de deportes que había al lado. También recuerda que había un establecimiento de golosinas al que les gustaba ir a sus hijas y las dos hablan de los pequeños negocios de la cercana calle Cervantes, como la frutería de toda la vida donde su hija mayor jugaba con el matrimonio que la regentaba y se escondió el día que tenían que volver a EE. UU.

Mercedes Moreno y Regina Boffi en uno de sus viajes con las hijas de esta útima María y Melissa.
Mercedes Moreno y Regina Boffi, en uno de sus viajes con las hijas de esta última Melisa y María.
H. A.

Ambas han encontrado un apoyo mutuo que ha durado toda su vida. En estos años, con muchos de separación, han compartido momentos alegres, algunos en los que se vieron en España como en la boda de Mercedes en 1999; el nacimiento de su primer hijo en 2000, y ha habido otros más tristes, en los que siempre han estado en contacto. Para sus hijos, Pablo y David, la americana es la "tía Regina", además de su madrina.

La estadounidense asegura que le llamó la atención el caracter abierto y la cercanía de la maña, que encajaba con su interés por estar abierta al mundo. Esa curiosidad no la ha perdido nunca. Su marido era portugués y reconoce que tuvo "mucha suerte" porque a través de su familia política conoció otra cultura. "Yo no le miento nunca si algo me parece mal", añade Mercedes, asegurando que esa ha sido otra clave de su amistad.

Gracias a su amistad Regina aprendió español, que todavía mantiene. "Me equivocaba con muchas palabras", recuerda, lo que propició muchas situaciones cómicas. "Pasé muchas cosas con ella y con sus padres", que eran vecinos, con los que también compartió comidas y celebraciones familiares que le permitieron integrarse en la vida española. Mercedes recuerda el "drama" cuando su amiga probó por primera vez los caracoles.

Verano en Zaragoza

Mercedes también ha sido de la familia para sus hijas. Mientras buscan ejemplos les viene otro de sus recuerdos en Zaragoza, cuando todavía se alojaban en un hotel. "El cumpleaños de mis hijas fue al mes de venir y Mercedes organizó una fiesta", cuenta Regina. No conocían a nadie, pero la joven se presentó con unos amigos, uno con una guitarra, y estuvo "toda la planta del hotel bailando por los pasillos", recuerda aún sorprendida. "Me presenté con unos termos de chocolate", añade Mercedes, hoy empleada de banca, que siempre ha sido muy resuelta.

Se han ido viendo lo que han podido, en 2000 organizaron una celebración del 'cambio de milenio' en casa de Regina y el contacto telefónico es fluido, pero desde 2006 no se veían en persona. Estos días pasan una de sus estancias más largas en Zaragoza en los últimos años, en casa de Mercedes. Han estado separadas también por la pandemia de covid, y tras el fallecimiento hace año y medio del marido de Regina. El matrimonio residía desde hacía cuatro años en Florida tras jubilarse como profesora y vender la escuela que fundó a su regreso a EE. UU.

Mercedes Moreno con la familia estadounidense con la que lleva cuatro décadas de amistad, en el aeropuerto de Zaragoza.
La familia española y parte de la estadounidense en el aeropuerto de Zaragoza. Abajo, de izquierda a derecha, los hermanos estadounidenses José y Kinsley Romero con su madre Melisa Romero, la zaragozana Mercedes Moreno  y José Guadalupe Romero. Detrás de Mercedes, su marido Pedro Aller, su hijo y su hermana Mónica, hace unos días en el aeropuerto de Zaragoza antes de que la familia Romero volara de Zaragoza a Stansted (Londres).
Francisco Jiménez

Regina no ha venido sola. Desde EE. UU. ha llegado también en esta ocasión una de sus hijas, Melisa, con su marido, José Guadalupe Romero, de origen mexicano, y sus dos hijos, José y Kinsley, que hicieron una primera noche en Zaragoza hace 10 días antes de coger el vuelo a Londres. La nieta de Regina, canta en un coro en Detroit que tenía prevista una gira en varias iglesias en el Reino Unido. Este lunes vuelven y se reunen todos en casa de Mercedes, que ahora vive en Utebo. Allí se queda Regina hasta mitad de agosto lo que les dará tiempo para generar nuevos recuerdos en suelo maño.

El tiempo ha dejado huella en sus vidas, pero no en su buen ánimo, que derrochan al hablar con ellas. En sus casas conservan guiños a su amistad, con muchas fotos y algún recuerdo compartido. "Tenemos las dos un imán de un sacacorchos en la nevera", cuenta Regina, con una sonrisa. 

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