SEMANA SANTA

Una procesión de minitambores y muy pequeños costaleros

Los alumnos de infantil de Escolapias Calasanz vuelven a representar en la plaza de San Roque con ‘nenucos’ y ‘barriguitas’ algunas de las imágenes de la Semana Santa.

Los más pequeños han demostrado su destreza con las baquetas.
Los más pequeños han demostrado su destreza con las baquetas.
Oliver Duch

La expectación es mayor cada año, aunque los protagonistas sean realmente pequeños. Unos 150 niños de entre 3 y 5 años del colegio de las Escolapias han vuelto a representar esta tarde una divertida procesión infantil de Semana Santa, con sus manolas, sus costaleros y sus capirotes, todo en versión liliputiense.

Entre el sonido de los redobles y padres emocionados que daban algún que otro empujón para conseguir la mejor instantánea de sus vástagos, la plaza de San Roque se ha convertido en un auténtico hervidero de imberbe y prematura pasión cofrade. Este año, padres, profesores y alumnos han recreado los pasos titulares de la Piedad y el Descendimiento, como es tradición, con ‘nenucos’, ‘barriguitas’ y otros pequeños muñecos. Todo estaba cuidado al detalle y las composiciones, de no ser por su reducido tamaño, bien merecerían un premio a los imagineros más creativos.

"Llevamos ya 13 años saliendo con esta actividad a las calles de Zaragoza. Eso implica, que los niños protagonistas de los primeros años son hoy ya mayores y continúan participando en la procesión pero con otras responsabilidades", explica Marta Aísa, una de las impulsoras de la actividad. En concreto, "los niños que niños que hicieron aquella primera procesión están ahora tocando el bombo y los timbales junto a los instrumentos de mayores". Quienes ayudan ahora a los adultos son Pilar, bombo Prendimiento; Jorge, bombo de la Columna, y Santi, que toca el timbal de la Eucaristía.

También en el patio

La miniprocesión y sus miniredobles se han convertido ya en todo un clásico en los días previos de la Semana Santa zaragozana. Todos los años, salvo obviamente en pandemia, los chavales salen a la plaza, hacen su pequeño ‘show’ a las puertas de la Mantería, y repiten después el Encuentro en el interior del patio de colegio para que lo puedan ver también los niños de primaria que esperan en el recreo.

En ediciones anteriores se han recreado los pasos de la borrica de la Entrada, el Cristo de la Cama o la Virgen de los Dolores, y este 2023 la Piedad ha logrado exhibir una conseguidísima decoración floral (con servilletas de color blanco, amarillo y naranja que simulaban ser claveles), mientras que el Descendimiento ha lucido una compleja composición de seis figuras que los niños han portado a varal. No faltaba ni un detalle: la corona de espinas, la escalera en la cruz, el manto de la Virgen…

Entre las calles de Morería y Palomeque se han arremolinado cientos de espectadores y se han visto ya algunas lágrimas de emoción, no se sabe bien si por el orgullo paterno o por la capacidad de la Semana Santa de revolver sentimientos. "Pensaba que sería todo de plastilina, pero no, es increíble cómo mezclan materiales y cómo consiguen hacer unas escenas tan simpáticas", comenta Laura Campo, que lo que más disfrutaba era cómo los más pequeños "tocan (o aporrean) el tambor con convicción". Los hay clásicos y elegantes, pero también se dejaron ver ayer algunos ilustrados con Bob Esponja o Rayo McQueen.

"Me parece una buena iniciativa para despertar la curiosidad de los niños", decía Luis Lafita, cofrade de las Siete Palabras, mientras veía desfilar terceroles tamaño XXS. "En Zaragoza se dice que hay unos 15.000 cofrades, pero también hay mucha cantera, la savia nueva viene fuerte". En las secciones infantiles de las 25 hermandades zaragozanas se reúnen cerca de mil niños y, de hecho, otra singularidad de la procesión de Escolapias es que ya hay una segunda generación implicada en esta celebración. Los niños que se han incorporado al grupo de mayores se encuentran allí con sus padres, "así que confiamos que la procesión se prolongue durante muchos años", dice Aísa, una de las ideólogas de la celebración, que agradece el trabajo de los profesores, monitores y personal de apoyo. Son los niños, sí, pero también los sufridos padres los que durante semanas confeccionan hábitos, cíngulos, bonetes. Los estudiantes mayores y los exalumnos son quienes suelen pasar tiempo ensayando con los más pequeños los toques de tambor, mientras que las madres escolapias se ocupan de recrear todos los detalles de estos pasos en miniatura. En algunas de estas representaciones se han llevado a cabo breves predicaciones, lluvias de pétalos o, incluso, cante de saetas al paso de los muñecos.

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