Estreno en precario de la zona de esparcimiento canino del parque Grande

Las mascotas ya han 'tomado posesión' de esta nueva área, aunque aún faltan remates en el vallado y la instalación de fuentes.

La nueva zona de esparcimiento canino, al final del paseo de los Bearneses.
La nueva zona de esparcimiento canino, al final del paseo de los Bearneses.
Heraldo

Desde el pasado fin de semana ya puede verse decenas de perros corretear por una zona exclusiva para ellos en un recodo del parque Grande José Antonio Labordeta. No ha habido inauguración oficial, pero los perros ya han colonizado un espacio vallado, situado al final de la avenida de los Bearneses, en el que pueden estar sueltos sin contratiempos. Los propietarios de mascotas han estrenado la zona de esparcimiento canino -lo que antaño se llamaba pipicán- aunque aún faltan algunos pequeños remates en la obra: ajustar el vallado perimetral e instalar nuevas papeleras y fuentes junto en el terreno. Lo mismo podría decirse de los cuatros nuevos espacios creados con el mismo fin en el parque de Miraflores, pero en este punto los nuevos pipicanes no pueden utilizarse aún porque sus puertas están protegidas con candados.

“Ahora es una gozada porque aún hay bastante hierba. Veremos en unos meses si tiene mantenimiento y no acaba hecho un barrizal como ocurre con otros espacios”, decía ayer Mar Arbués, dueña de un bodeguero que se entretenía rascando unas raíces. A su lado, Manuel Cester, con un par de galgos, reparaba en que tras una misma puerta común hay dos zonas diferenciadas, una para perros grandes y otra para pequeños, y en que “alguna parte de la valla, donde se acumulan las hojas, no llega a ras de suelo y los animales más diminutos podrían escaparse”.

El pipicán del parque Grande tiene más de 3.000 metros cuadrados y se encuentra a pocos metros del Rincón de Goya, donde se suelen juntar muchos perros en las horas de suelta del parque. Las nuevas instalaciones son una invitación a que se dé más uso a estos rincones delimitados, de los que está previsto que se creen también en Santa Isabel, en La Almozara o en el parque del Tío Jorge. La avanzadilla fue el de la plaza de los Sitios, el primero en estrenarse hace unos meses, cuya construcción se justificó ante “el aumento de la población de mascotas en Zaragoza, particularmente con la pandemia de covid. Queremos que mejore la convivencia en el uso de los parques y plazas, fomentado medidas de higiene y favoreciendo estos espacios acotados de suelta”, explicó en su momento la concejal Natalia Chueca.

Controversia japonesa

“Las instalaciones están muy bien. La doble puerta es útil para poder poner la correa al animal y sé que van a instalar también fuentes, lo cual se agradece”, opinaba ayer Víctor Abad, dueño de un foxterrier, que hacía ademán de entrar al enrejado pero el resto de perros le parecían “demasiado grandes”. “Hay que ver a qué velocidad corren y qué reflejos tienen para esquivar los árboles en el último segundo”, se sorprendía el joven, que se extrañaba de que la construcción del recinto hubiera cortado abruptamente algunos de los caminos de tierra del parque. De hecho, la creación de este espacio ha sido bastante polémica pues se ha ejecutado en un terreno, junto al lago del jardín japonés de cerezos, en el que la asociación cultural Aragón-Japón venía haciendo sus actividades. Desde la entidad lamentaron públicamente haber encontrado el terreno vallado y advirtieron de que la fiesta del cerezo en flor tendrá que suspenderse este 2023. 

Los espacios para perros en el parque Miraflores continúan con candado.
Los espacios para perros en el parque Miraflores continúan con candado.
Heraldo

Este evento, llamado Hanami, que se celebra cada mes de abril en el parque Grande, puede tener los días contados según la presidenta de la asociación Aragón-Japón, Kumiko Fujimura, que protesta por lo que considera una “absoluta falta de respeto a su cultura, a sus gentes y a las tradiciones del país Nipón”. Desde el Ayuntamiento de Zaragoza han confirmado que representantes del servicio de Parques y Jardines se reunirán con miembros de la entidad para tratar el problema y abordar posibles soluciones, que consistirán en un buscar un nuevo espacio ‘ad hoc’ en el que puedan celebrar recitales de haikus, exhibiciones de artes marciales, danzas en kimono y muestras de origami como venían haciendo desde abril de 2015.

“Nunca había reparado en este monumento. En realidad, creo que nunca había llegado más allá de la terraza de las Ocas”, afirmaba Inés Ramírez señalando al memorial de la Exposición Hispano-Francesa. A su juicio, y aunque no tenga perro, la zona de esparcimiento canino “está estupenda”, pero es necesario “insistir en que se recojan los excrementos para que no se llene todo de suciedad y basura”. Entre los ‘peros’, cree que por la noche hay poca luz, “aunque por el paseo de los Bearneses siempre hay gente, sobre todo, corredores”.

Ramírez se sorprende también de que una valla corte abruptamente un camino de tierra, pero considera que había que hacer zonas para perros en el parque porque la más cercana -la del campus de San Francisco- es pequeña, sin vegetación y, prácticamente, sin mantenimiento. “Alguna vez sí he visto que intervenían las brigadas en los pinos para retirar nidos de procesionaria, pero -para que te hagas una idea- las dos puertas llevan más de un año con los picaportes rotos y la gente se apaña con unos cordeles que han puesto”. En este espacio vallado del campus, los usuarios también se quejan de que se tarda una eternidad en vaciar las papeleras y en el que el terreno está lleno de trampas, huecos y hoyos, por el efecto de los perros, pero también por alcantarillas y tapas de registro mal resueltas.

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