Miedes vuelve a llenar sus calles de visitantes con un belén viviente que moviliza a más de 120 vecinos

La cita, que cumple su quinta edición, recorre el pueblo desde la iglesia del antiguo convento de la Concepción y ha ido evolucionando con el tiempo.

Belén viviente en Miedes de Aragón.
Belén viviente en Miedes de Aragón.
JMACIPE

Cuando todavía falta más de una hora para el inicio oficial de las actuaciones del belén viviente, la actividad en Miedes es frenética, y lo lleva siendo desde primera hora de la mañana. Preparar alpacas, dejar listas las fogatas de las castañeras y de los herreros, engalanar el lavadero, colocar los escenarios en la plaza Mayor. Cerca de 150 vecinos y descendientes del pueblo de todas las edades intervienen de una manera u otra en el belén viviente, unas 120 como actores y figurantes, y de ellos un centenar tienen como mínimo una frase durante el recorrido teatralizado.

Detrás hay más de un mes de ensayos y preparativos, cinco años de actividad –solo interrumpidos en 2020 por la pandemia- y tiene como base en el que se hacía en el colegio local en los años 80. "Una noche a la fresca en verano estuvimos recordando cosas de cuando éramos crías y dijimos de hacerlo. Una vecina conservaba el guion y así empezamos", recuerda minutos antes de arrancar Ruth Júlve, una de las coordinadoras. Con el paso del tiempo, la obra ha ido cambiando: "Hemos ido evolucionando. Salvo las escenas obligatorias el resto las cambiamos para que no sea siempre igual", explica.

"Este año la duración es de una hora, para que sea más ameno. Como novedad, hemos querido que sea inclusivo y tendrá un villancico con lengua de signos", detalla, mientras guía al equipo de grabación: "Lo graban y así queremos evitar que todo el mundo esté con el móvil". Entre los cambios han incluido la instalación de remolques con las ecenas que "aunque pierde un poco de encanto, la gente lo ve mejor". Sin embargo, siguen usando casas de vecinos, las iglesias, la fuente…

Antes y durante la actuación, una de las estrellas es Bombón, la burra de Maluenda que acompaña a Virgen María y San José durante el recorrido. "Tiene 11 años y acaba de venir bañada", explica Joaquín Nuño, dedicado por tradición familiar a la ganadería de burros, para paseos y festejos populares. Con ella se hacen selfis los más jóvenes y pocos se cortan de acariciar el pelaje con delicadeza.

La afluencia de gente es una constante durante la tarde y la multitud acompaña el desarrollo de la obra con atención. Uno de los primeros intervinientes por orden de aparición es Javier Cebrián, el escriba. "Nos lo pasamos muy bien", resume. Al mismo tiempo, recuerda que "hay muchísimo trabajo, todo el mundo participa y ayuda como puede, para preparar escenarios, llevando cosas de un sitio a otro… Las chicas que coordinan llevan una paliza de miedo", reconoce.

"Lleva mucho tiempo, pero al hacerlo a gusto… Todo es por el pueblo, para darle vida", justifica Cebrián. De casa ataviada con las ropas sale María Ángeles Cebrián, que debuta en la escenificación haciendo de tabernera: "Me lo sé. Bueno, que falle… Alguna 'laguneta' tengo", reconoce. En su caso, aunque residente en Zaragoza acude al pueblo "todos los fines de semana y es una gozada cooperar, el ambiente es muy majete".

Belén viviente en Miedes de Aragón.
Belén viviente en Miedes de Aragón.
JMACIPE

Junto a ella está Paula Bueno, que hace de posadera. "He sido lavandera, castañera, mujer divorciada…", enumera, mientras sostiene la pequeña 'chuleta' con el texto de su intervención desde un balcón de la plaza Mayor. "Viene muchísima gente, de todos los pueblos de alrededor y muy bien. Miedes, que se mueve", subraya Bueno.

Los aplausos que llegan del público para poner el cierre tienen una receta, como subraya Julve: "Ensayos, ensayos y más ensayos". "Colabora mucha gente, vecinos a título particular, el Ayuntamiento, las asociaciones de mujeres y de la tercera edad", enumera.

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