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Eduardo Dato: una calle con una larga ficha policial

Los vecinos de la calle de Zaragoza donde un joven falleció hace unos días tras recibir un puñetazo piden más vigilancia y que se intervenga en los locales conflictivos.

REPORTAJE SOBRE EL INCREMENTO DE LA VIOLENCIA EN LA CALLE DATO DE ZARAGOZA / 27-05-2021 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
Número 18 de la calle Dato, donde un joven recibió un puñetazo mortal el domingo pasado.
FRANCISCO JIMENEZ

Los vecinos de la calle de Eduardo Dato de Zaragoza han dicho basta. Y no es la primera vez porque ya se concentraron en 2018 y 2019 para pedir soluciones al problema de violencia y criminalidad que parece cada vez más creciente en la zona. Los pubs y discotecas del entorno solían generar numerosas molestias a los residentes por la música alta, el ruido y las peleas que se producían bajo sus viviendas a altas horas de la madrugada. E incluso porque llegaban a encontrarse cristales rotos, orines y hasta vómitos las mañanas que precedían a las noches de fiesta. El estado de alarma obligado por el coronavirus frenó la situación pero ahora creen que «se ha vuelto a abrir la veda». Y la muerte de Jorge V. el pasado domingo tras recibir un fuerte golpe a las puertas de uno de estos locales fue la gota que colmó el vaso.

En esta ocasión, un puñetazo directo al rostro acabó costándole la vida al joven, de 19 años. Tras encajar el revés, perdió el equilibrio, cayó desplomado y se golpeó la cabeza contra el asfalto. Su presunto agresor, Iván M., de 24 años y origen colombiano, se encuentra en prisión provisional en la cárcel de Zuera. Pero este suceso solo ha sido el último de una secuencia demasiado larga de altercados que se han ido sucediendo en los últimos años en esa calle y las adyacentes, sobre todo las de Fita y Princesa, precisamente donde hace ahora dos años y medio se produjo el crimen del marroquí Sami Hamidi, de 20 años.

Después de aquello, para los vecinos del entorno era cuestión de tiempo que alguna de las trifulcas volviera a tener un trágico desenlace. Creen que el foco del problema está en algunos locales de ocio, aunque apuntan a la discoteca situada en el número 18, frente a donde Jorge sufrió el golpe, como una de las más conflictivas. Según fuentes municipales, la Policía Local de Zaragoza ha interpuesto en los cuatro últimos años 29 denuncias a este establecimiento, una veintena de ellas en 2020 a clientes que no hacían uso de la mascarilla obligatoria. Otra el pasado septiembre por abrir como cafetería sin disponer de licencia y varias, antes de la pandemia, por exceso de ruido, aforo y horario.

Presencia policial continua

Los agentes llevan a cabo inspecciones regulares en todos los negocios. Y, según apuntan desde la Policía Nacional, se trata de una zona donde se hace «especial hincapié». La vigilancia de las patrullas de Seguridad Ciudadana es «constante» y los dispositivos están «potenciados». Pero parece que nada está resultando suficiente para frenar los episodios violentos y los vecinos reclaman más intervención. «Tenemos papeles en el Ayuntamiento sellados advirtiendo de que iba a haber una muerte y no se ha hecho nada. La Policía sí que tiene un servicio muy efectivo, la llamas y viene, pero necesitamos presencia policial continua o la clausura del local», explica Juan (nombre ficticio), residente en Dato.

La mayoría de quienes caminan por esa céntrica zona de la ciudad prefieren evitar hablar del tema, pero –a no ser que estén de paso– todos conocen perfectamente lo que ocurrió hace unos días a escasos metros de sus domicilios o negocios. Y también son plenamente conscientes de cómo solían ser las noches los fines de semana antes de que el coronavirus trajera el silencio. «Peleas continuas, cada semana, a la una, las dos y las tres de la mañana. El motivo: cualquiera vale», resumía Antonio, a tan solo unos metros del punto en el que el joven recibió el fatal golpe. Otra vecina apuntaba que si es tarde por la noche opta por dar la vuelta para acceder a su vivienda y entrar por el extremo que da a Gran Vía.

También los negocios del entorno, y especialmente los bares y restaurantes, tienen una vista privilegiada del día a día de esas calles. Y muchos han podido observar cómo el ambiente iba evolucionando con el paso del tiempo. Cristian Navarro, del café Antiguo Paraíso, lleva 24 años sirviendo a los clientes en la calle de Dato y no considera que ahora, sobre todo tras el estallido de la pandemia, la situación sea tan extrema como antes. «Aquí hemos visto de todo. Antes justo en la esquina había un ‘after hour’ y venían a las 12.00 después de la fiesta. Ahora creo que está más tranquilo, nada que ver», aseguraba.

Por el contrario, Juan Cebrián, del bar Menfis, consideraba que en ocasiones la presencia de jóvenes conflictivos o que han consumido más alcohol de la cuenta enturbia el ambiente. Cuando eso ocurre opta por bajar la persiana: «Prefiero quedarme con los cuatro de siempre», concluye.

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