zaragoza

Comercios del Actur: la suerte de tener de todo sin salir del barrio

Desde finales de los 90, los negocios de proximidad conviven con un gran centro comercial que enriquece la oferta de este distrito de cerca de 60.000 habitantes.

En el Actur el comercio de proximidad goza de buena salud.
En el Actur el comercio de proximidad goza de buena salud.
Toni Galán

Algunos ya eran vecinos del barrio y otros decidieron asentarse en él por la abundancia de zonas verdes y espacios peatonales. Los comerciantes del Actur hablan maravillas de su clientela, fiel y concienciada con las tiendas de proximidad pese a la cercanía de dos grandes centros comerciales.

“Nuestros clientes son muy fieles y les gusta venir porque sabemos lo que vendemos. Nos interesa que se vayan contentos”, comenta Adriana Ibarra, que desde hace una década regenta Dosartes, llamada anteriormente Cañizo. En 2011 cogió el traspaso de esta tienda de material de bellas artes y enmarcación y le añadió un estudio de pintura para niños y adultos y un servicio de restauración. “Soy del Actur de toda la vida. Teníamos una academia de pintura en el barrio y veníamos aquí a comprar el material, por lo que conocíamos a los dueños”, cuenta.

A pesar del renombre de la tienda en la zona, la pandemia ha hecho mella en sus ingresos. “Al principio hubo un ‘boom’ porque pasábamos más tiempo en casa. Fue cuestión de un par de meses, hasta que pudimos recuperar cierta rutina”, explica Ibarra, consciente de que lo que vende no son artículos de primera necesidad. “Ahora hay mucha gente en ERTE o que se ha quedado sin trabajo”, lamenta. 

Adriana Ibarra en Dosartes, anteriormente Cañizo.
Adriana Ibarra en Dosartes, anteriormente Cañizo.
TONI GALAN

Las restricciones de aforo también han afectado al estudio de dibujo y pintura, ya que solo puede funcionar con el 30% de los alumnos. “Trabajamos más horas y cobramos menos”, dice la propietaria, que no entiende estas limitaciones si “en los colegios están como siempre”.

Aún así, la disciplina artística sigue despertando el interés de muchos vecinos del barrio, que tienen ganas de coger el pincel y el lienzo en cuanto sea posible. “Demanda hay. Tenemos una lista de espera tremenda”, asegura.

El restaurante Sentinel es otro de los negocios más populares de la zona. Abrió sus puertas en el año 2000 de la mano de José Miguel Lacosta y ha conseguido superar los momentos más crudos de la pandemia gracias al empeño de sus responsables. “Hemos mantenido nuestra oferta y a nuestra plantilla de una quincena de trabajadores”, señala Kevin, hijo de José Miguel.

Las ganas de trabajar y el pensar a lo grande, apostando por dar el máximo en cada momento, han permitido al establecimiento mantener su actividad. “Nuestro fuerte no es la terraza y ni la bebida, es el restaurante. Nos costó poder recuperarlo, pero hubo una muy buena respuesta por parte de la gente”, explica Lacosta. 

Kevin Lacosta, del restaurante Sentinel del Actur.
Kevin Lacosta, del restaurante Sentinel del Actur.
TONI GALAN

Y es que, la clientela de este local es muy variada: desde los que acuden a diario desde las oficinas o los colegios de alrededor hasta gente que viene de pueblos, viajeros de paso procedentes de Madrid y Barcelona o militares de la Academia. “Intentamos satisfacer sus necesidades adaptándonos a sus peticiones”, señala Kevin. En fin de semana, los garbanzos con bogavante, la paletilla de ternasco a baja temperatura y el entrecot de lomo de vaca madurada son algunos de los platos que se pueden degustar.

“El año pasado fue de récord. Y eso que la tienda física estaba cerrada”

En el Actur se localiza la única tienda dedicada en exclusiva al modelismo ferroviario que hay en la capital aragonesa. Adrián Asensio, su propietario, empezó vendiendo online desde un almacén en La Muela, hasta que hace diez años decidió crear una tienda física en el barrio. “Quería que estuviera en un sitio al que se pudiera llegar fácil y en el que se pudiera aparcar bien, algo moderno. Y esta zona siempre me había gustado”, explica.

La pandemia no ha podido con su pasión, que es también su modo de vida. De hecho, tener una tienda online consolidada desde hace tantos años ha sido lo que le ha salvado de la crisis. “El año pasado fue de récord. Y eso que la tienda física estaba cerrada”, reconoce. Las ventas se paralizaron durante los primeros días de confinamiento, aunque después se reactivaron con creces. “La gente buscaba entretenimiento y los aficionados le dieron caña. Montar cualquier casita requiere entre seis y siete horas de trabajo”, cuenta. 

Adrián Asensio abrió hace diez años Modelismo del Tren, en la calle Blas de Otero.
Adrián Asensio abrió hace diez años Modelismo del Tren, en la calle Blas de Otero.
TONI GALAN

Tras el auge de 2020, en 2021 llegó un “bajón importante” de las ventas que Adrián ya temía. Con todo, cree que los amantes de este hobby seguirán dedicándole tiempo y realizando pedidos a través de su web. “Tenemos cerca de 6.000 clientes repartidos por toda España que representan un porcentaje muy importante de la facturación”, apunta.

A poco más de cinco minutos de la tienda de Adrián se encuentra VillaCan, la peluquería canina de Blanca Gracia y su hija, Patricia Bravo. Llevan cerca de ocho años al frente del negocio y reconocen estar muy a gusto en el barrio. “Nos encanta. Hay mucha zona verde, mucha zona peatonal. Es muy agradable, hay de todo”, comenta Blanca. Patricia buscaba trabajo tras haberse formado como peluquera canina y auxiliar técnico veterinario cuando, al ir a echar el currículum en un establecimiento, le ofrecieron el traspaso. Ella y su madre, que en ese momento estaba en paro, decidieron “tirarse a la piscina” y hacerse cargo del negocio.

Blanca junto a su hija Patricia en el interior de VillaCan
Blanca junto a su hija Patricia en el interior de VillaCan
TONI GALAN

“Siempre nos ha ido muy bien”, celebra Blanca. De hecho, en diciembre de 2020 estrenaron un nuevo local con más espacio y a gusto de las propietarias. Al vender alimentación para perros, gatos, pájaros y roedores, durante el confinamiento abrieron un par de horas cada día. Ahora ya han recuperado el ritmo habitual de trabajo. “Estamos al nivel de un año normal. No nos podemos quejar para como está la situación”, explican.

Como curiosidad, desde que comenzó la pandemia han notado que muchos vecinos tienen mascotas. “La gente se ha animado a tener perro. Este año hay más cachorros que nunca”, dice Blanca. Señal de que continuarán teniendo trabajo recortando melenas y de que el negocio seguirá vivo.

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