Del Canal a los galachos: los espacios naturales de Zaragoza triplican su afluencia habitual por el confinamiento

Las restricciones de movilidad de la capital han hecho que casi haya 'overbooking' en los paseos por el Canal Imperial, Ranillas o los galachos de Juslibol y La Alfranca.

VISITA GUIADA AL GALACHO DE JUSLIBOL EN EL DIA DE LOS HUMEDALES / 02-02-2020 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Una de las visitas guiadas al galacho de Juslibol.
FRANCISCO JIMENEZ

“Fui con los chicos a los escarpes del Ebro pensando en que no habría nadie y aquello parecía la Gran Vía madrileña. Nunca había visto tanta gente por el camino de antenas que pasa sobre Juslibol...”. El de Antonio Gormaz no es un caso aislado, pues cualquier zaragozano ávido de reencontrase con la naturaleza durante el confinamiento perimetral se las ha tenido que ingeniar para redescubrir galachos, huertas, zonas esteparias, sotos de ribera… Las restricciones en la capital concluyen el próximo martes y los zaragozanos ya podrán viajar por la provincia. Hasta entonces, los responsables de los entornos naturales que circundan la capital (sin salir de su término municipal) reconocen que estos espacios han recibido muchas más visitas de las que acostumbran.

El botón de muestra es el galacho de Juslibol. Sus actividades deberían haber concluido el pasado día 15 pero se han prorrogado y ampliado. “La temporada se ha alargado dos semanas más y estamos pendientes de ver qué hacemos para el próximo puente de diciembre”, explican desde el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza. Al margen de quienes visitan el galacho por libre, los datos hablan por sí solos: si el años pasado un fin de semana normal a los talleres acudían 20 participantes, este año se han hecho tres turnos pues van hasta 62 personas. Con los itinerarios y paseos guiadas sucede parecido: las 50 visitas de un quincena habitual se han traducido a 177 durante el confinamiento y hay que sumar las 50 reservas nuevas de este fin de semana.

La de Juslibol, aunque conocida, es una excursión cómoda porque hasta la línea 43 del bus urbano acerca a las puertas del centro de visitantes. Los pasados fines de semana el llamado tren El Carrizal también ha tenido que asumir expediciones extra para dar servicio a los visitantes, a los que se les ha rogado por activa y por pasiva “el máximo civismo dentro del espacio natural”. En el galacho, que visitan anualmente unas 80.000 personas, está prohibido gritar o emitir ruidos, así como salirse de los senderos marcados, cosa que ha habido que recordar ante el ‘boom’ de visitantes.

SOTO DE CANTALOBOS/ 05/03/2010 / FOTO : OLIVER DUCH[[[HA ARCHIVO]]]
Un par de ciclistas por los caminos del Soto de Cantalobos.
Oliver Duch

¿Qué otros enclaves naturales se han visto desbordados el último mes? Visitar los galachos de La Alfranca es algo más complicado, no solo porque estén más lejos (hay que llegar hasta La Cartuja y, después, continuar andando casi 9 kilómetros) sino porque algunos tramos dejan de ser término municipal. Por ejemplo, acaba de abrirse una muestra pictórica de Miguel Navarro (‘Paisajes, caminos, silencios’) en la sede del antiguo palacio de los marqueses de Ayerbe, que está ya en Pastriz. La de la Alfranca suele ser una excursión que muchos ciclistas inician en el barrio de Las Fuentes y seguir el Camino Natural. En toda esta zona el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento también ha insistido en las redes sociales en que se practique un ‘deporte sostenible’ “bajo criterios de cuidado medioambiental”.

“Se ve mucha gente nueva, muchos que han empezado ahora con la bici por el tema del confinamiento. Hasta ahora la prueba ‘pro’ en Zaragoza para los ciclistas era la subida a Las Planas, pero parte de su trazado (Cuarte, Cadrete, María de Huerva...) queda también fuera del término municipal”, comenta Paco Marquesán, amante de los pedales.

Todas los sábados se agotan las entradas para visitar la cartuja del Aula Dei, en Peñaflor

No muy lejos del desvío a la Alfranca se encuentra el Soto de Cantalobos, que es un bosque de ribera frente a la desembocadura del Gállego. Sus 20 hectáreas son un generoso alivio frente a la grisalla del asfalto y eso que su acceso es muy urbano: se encuentra bajo el puente de Giménez Abad, en el Tercer Cinturón. “Es una excursión muy maja. Se puede completar con otros rincones como la huerta de Las Fuentes o las exclusas de Valdegurriana”, explican los vecinos de la zona, que también recomiendan hacer ‘parada y fonda’ en La Cartuja Baja, que es barrio rural, por lo que no se comete infracción alguna. Su iglesia, la portería, la hospedería del siglo XVII… Acercarse a La Cartuja es lo más cercano a visitar un pueblo sin abandonar Zaragoza.

En casi todos los barrios rurales se han dejado ver más forasteros de lo habitual, atraídos por su rico patrimonio, bastante desconocido para los urbanitas. En Peñaflor está la cartuja de Aula Dei -se visita los sábado-, en Monzalbarba muchos se sorprenden con su torre mudéjar (de la desaparecida iglesia de San Miguel), mientras que en Casetas la visita a la iglesia neoclásica se puede acompañar con un paseo por los humedales del Ojo del Cura y el soto de la Alameda del Escorrentero.

¿Otros recodos donde la afluencia se haya multiplicado por las restricciones? Hasta el citado Soto de Cantalobos acostumbran a acercarse numerosas familias con perros -ojo, deben ir siempre atados-, pero si hay un pequeño paraíso para los canes este es el llamado Barranco de la Muerte. Grandes y cuidadas praderas -lástima que las tirolinas estén fuera de uso- se ubican detrás de la comisaría de Policía de La Paz y a pocos metros de Puerto Venecia. No son pocos los matrimonios que se dividen uno aprovechando las compras (con o sin ‘black friday’) y el otro paseando a las mascotas por un parque muy desconocido que conecta con el Canal Imperial. Otro edén para las mascotas es el parque lineal de Plaza, donde más de un perro ha salido disparado los concejos que esconden sus madrigueras en los ribazos, pues con la pandemia ha habido plagas y estos animales se han hecho fuertes (no solo en los pueblos del Jalón).

Una de las rutas propuestas por la concejalía de Deportes de Zaragoza.
Una de las rutas propuestas por la concejalía de Deportes de Zaragoza.
ZGZANDA

El citado Canal, la magna obra de Pignatelli, también ha sido un ‘must’ los días de confinamiento perimetral y su paseo es el preferido para quienes practican el llamado ‘nordic walk’. Algunos bastones se han visto también por el parque Grande, en cuyo jardín de invierno se turnan los grupos de zumba de los gimnasios cerrados para no perder la forma. Entre unos y otros parece haber buen rollo porque hasta comparten los altavoces.

“En general han aumentado todas las rutas de los paseos periurbanos. En la web de Zaragoza Deporte (ZgzAnda) hay colgadas hasta 22 propuestas -entre ríos, puentes y corredores naturales- y todas han incrementado en torno al 30% su consulta y descarga”, comentan fuentes municipales. Entre las más valoradas figuran las de la Fuente de la Junquera, la más desconocida de Garrapinillos hasta la Balsa Larralde y también se ha percibido un aumento de paseantes en el -en apariencia- menos atractivo Corredor Verde de Oliver y Valdefierro. Hay quienes también van por libre para admirar (por fuera, claro) las torres agrícolas de Movera o el Lugarico del Cerdán, porque la sensación de enclaustramiento -que ya toca a su fin- pesa más cuando se vive en un piso del centro que en un barrio con vistas a los escarpes del Ebro.

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