entrevista

Cecilio Madero: "Internet pronto nos dará lo que buscamos antes de preguntarle"

Madero (La Puebla de Almoradiel, Toledo) habló en Zaragoza de globalización y tecnología en la clausura del Doctorado y Máster de Economía de la UZ.

Cecilio Madero, en el Paraninfo de Zaragoza
Cecilio Madero, en el Paraninfo de Zaragoza
Francisco Jiménez

¿Conocía Zaragoza?

Hice la mili aquí, como soldado en la Academia General Militar, y me empadroné para tener ‘pase pernocta’ y dormir fuera, en una casa en Laguna de Rins alquilada con otros compañeros. Así que incluso fui vecino de la ciudad.

Estudió Derecho en la Complutense y tuvo una breve experiencia en el Banco de Bilbao, pero muy pronto entró a trabajar en la Comisión Europea.

Efectivamente, en 1987; fui parte de esos primeros funcionarios comunitarios tras el ingreso de España en la Unión Europea.

Y ahora es director general adjunto de Fusiones y Concentraciones de Competencia de la Comisión Europea.

Sí, y hasta que designen un sucesor sigo con mi anterior responsabilidad en Antitrust y Cárteles.

¿Qué vigilan?

En fusiones evitamos que se creen monopolios, hemos frenado una fusión de Siemens y Alsmton que hubiera acabado con Talgo y otros fabricantes europeos. En antitrust y cárteles se controlan los abusos de poder como imponer precios, anular a la competencia…

¿Como la condena a los fabricantes de camiones?

Sí, quedaron todos de acuerdo en pactar unos precios altos y el que perdió fue el consumidor.

¿Cómo se enteran de los delitos?

Siempre hay un chivato. De todos los sentados a la mesa para hacer trampas, tarde o temprano, alguien se pone nervioso y ‘canta’. Uno de los poderes que nos da la Comisión Europea es entrar por sorpresa en las empresas en cualquier momento. Llegamos cuando nadie nos espera para ‘pillarlos’.

No les tiembla la mano a la hora de poner multas.

Para que estas prácticas no merezcan la pena. A los fabricantes de camiones les hemos puesto 3.000 millones de euros de multa. Y aún les duele más que los ciudadanos les pueden demandar y pedir la devolución de los sobrecostes.

También han llamado la atención las sanciones a Google.

La última, de 4.300 millones de euros, por imponer sus aplicaciones a las marcas que usaban su sistema operativo Android. Es como hacerles cosquillas, lo que les hace daño es que les obligamos a tratar a sus competidores igual que a ellos. Son el buscador más usado, lo que les da una posición dominante, que no es un delito, lo que sí lo es es abusar de esa posición.

Todo por su famoso algoritmo.

Da igual si otro motor de búsqueda es mejor, porque Google es el que tiene más datos. Tienen un conocimiento tan grande de nosotros que en breve estaremos en el ‘zero click’, es decir, nos ofrecerá lo que queremos antes de que le preguntemos siquiera.

¿Qué otras cosas nos esperan?

Los grandes fabricantes de automóviles ahora mismo están asustados: no quieren ser el Nokia del futuro, porque ponen el motor, las ruedas y los asientos pero el valor añadido es el que hace que sea un coche conectado, ir por autovía sin conductor…

¿Es difícil controlar a las grandes tecnológicas?

Sí porque hablamos de intangibles y además es un mundo en el que no se compite por una parte del mercado, se lucha por quedarse con todo y el que no lo logra se va a otro lado. Va todo demasiado rápido pero tienen un efecto tan disruptivo en la sociedad que no podemos dejar de intervenir.

¿Qué pasa con Huawei?

No estamos en condiciones de negar que lo que dice EE. UU. no sea cierto; lo que es cada día más evidente es que lo que aparece como guerra comercial entre Washington y Pekín es una lucha por el predominio tecnológico. Y lo que hay detrás del poder tecnológico es el predominio militar. Alguien quiere ser la potencia que controle el mundo.

¿Y en esta película dónde está Europa, cuál es su papel?

Somos grandes desde el punto de vista económico, pero no somos una realidad integrada como lo son ellos y si seguimos con estos nacionalismos y populismos la lucha entre los grandes bloques económicos que son EE. UU. y China se acabará disputando en nuestro continente. El futuro de Europa no está en dejar que nos dominen unos u otros sino en ser la tercera pata de ese trípode en un mundo cada vez más globalizado.

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