Retirar las fibras de toallitas de las depuradoras cuesta 60.000 euros al año

Solo en la planta de La Cartuja hubo que limpiar el año pasado 130 toneladas.

Uno de los trabajadores de la planta potabilizadora de La Almozara retira restos de toallitas.
Uno de los trabajadores de la planta potabilizadora de La Almozara retira restos de toallitas.
G. Mestre

Aunque las campañas de concienciación comienzan a dar tímidos resultados, el problema de las toallitas que acaban en el inodoro sigue poniendo en jaque a las depuradoras zaragozanas. En realidad, no solo a las plantas de reciclaje sino también a las arcas municipales porque cada año hay que invertir unos 60.000 euros en retirar los restos de estas toallitas, cuyas fibras no se deshacen como la celulosa del papel.

Hace ahora justo un año que reventó el digestor de fangos de La Almozara –afortunadamente sin daños personales ni medioambientales–, lo que supuso un toque de atención a las administraciones y, sobre todo, a los usuarios de este tipo de productos. Según datos del área de Medio Ambiente, solo la depuradora de La Cartuja retira cada año 132.000 kilos de restos de toallitas húmedas y deshilachadas que se tiran por los inodoros de manera incorrecta.

Su tratamiento tiene un coste de más de 400 euros por tonelada (un gasto de 60.000 euros anuales), pero "el problema es que las fibras generan atascos en la maquinaria y en toda la red de tuberías, provocando averías y reduciendo la vida útil de los equipos", explican.

Así, antes de que las aguas residuales accedan a los digestores de fangos, hay que apartar los restos de toallitas casi manualmente, tratarlos y llevarlos a un vertedero aparte. Estos pasos y la inversión que requiere se ahorrarían si se tiraran directamente a la papelera.

En los últimos meses se ha lanzado la campaña de sensibilización ‘#wcnoespapelera’ para luchar contra los atascos en la red por las dichosas toallitas. Se han invertido otros 25.000 euros en anuncios en los medios y las redes sociales, para lo que se cuenta con la colaboración de la Asociación de Operadores de Agua Pública. De hecho, estas averías no son un mal exclusivo de Zaragoza: en otras ciudades se han sufrido peores accidentes.

En San Sebastián, un colector acabó inutilizado por un tapón de estos residuos del tamaño de seis coches y en Ibiza las fibras acabaron contaminando una playa. Fuentes municipales explican que es pronto para ver la efectividad de este tipo de campañas, pero que en unos meses se evaluará si han hecho mella en las conciencia ciudadana. Recuerdan que ni siquiera las toallitas húmedas que dicen que son desechables lo son y, de hecho, la OCU denuncia la publicidad engañosa de algunos fabricantes de toallitas, que las venden como biodegradables a pesar de sus fibras sintéticas.

Cuando el ‘ciclo de degradabilidad’ es alto –y más de 48 horas ya supone un problema– el alcantarillado puede obstruirse y las máquinas corren riesgo de colapsar. En Zaragoza, sin necesidad de acercarse a las depuradoras, hay varios puntos donde se evidencia el problema de estos productos (también de bastoncillos y compresas) como son la estación del paseo de Echegaray y Caballero, junto al puente de La Almozara o el colector del parque de San Pablo, que amenaza con contaminar el río los días de lluvia.

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